Cuarta parte & Epílogo

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Cuarta parte

Hacía un par de horas que la policía me había soltado. Los padres de Julia habían ido a la comisaria al enterarse de que me habían arrestado, por el presunto asesinato de Maikel. Todos los informes decían que se había suicidado; lo había intentado en varias ocasiones y por fin lo había logrado. Sobre la mesa del detective descansaba una cinta de audio que Maikel llevaba en los pantalones. Después de mucho esfuerzo habían conseguido restaurarla, se oía claramente como confesaba el asesinato de Julia y la implicación de sus amigos.

El padre de Maikel estaba convencido de que su hijo nunca haría una cosa así, una y otra vez decía, que el jamás se hubiera quitado la vida. Estaba convencido de que yo lo obligue a cometer un acto así. No se equivocaba, pero no tenía forma humana de probarlo. Habían preguntado a mis amigos, ninguno sabía dónde estaba la noche en que Maikel había hecho el salto del ángel. En medio del interrogatorio llegaron los padres de Julia, proporcionándome una  sólida coartada. Dijeron que ese día al no tener clase había ido hasta su casa. Que había ido con ellos hasta el cementerio para llevar flores a la tumba de mi amiga. Que después de eso, había cenado con ellos, y habíamos pasado horas hablando sobre Julia. Dijeron que se había hecho muy tarde y me habían dejado dormir en la habitación de mi amiga. No tenían nada en mi contra. Para disgusto del padre de Maikel, tuvieron que soltarme.

En ningún momento los chicos llegaron a sospechar que yo estaba tras la muerte de Joserra, o el intento de suicidio de Manuel. Para ellos el plan de venganza solo tenía que ver con Maikel. Al fin y al cabo la muerte de Joserra había sido calificada de accidente automovilístico, iba a mucha velocidad, la carretera estaba mojada y el coche patino hasta parar contra aquel muro. Manuel había caído en coma, por todos era sabido que era un ex-drogadicto, pero que últimamente estaba muy deprimido. Una vez que despertó del coma, confeso su intento de suicido, por la culpa y el remordimiento. Se entregó a la policía y les contó lo sucedido la noche que habían matado a mi amiga. Nadie me había visto ni en la oscura calle donde murió Joserra, ni saliendo del apartamento de Manuel.

Al salir de la comisaria los padres de Julia me preguntaron si quería que me alcanzaran a algún sitio. Después de pensarlo les dije que prefería caminar. Me llevo un par de horas llegar de vuelta a la universidad. Camine por el campus hasta llegar al sitio donde había visto por primera vez a Julia. Me senté en un banco cercano y recordé con regocijo como había conseguido enloquecer a Maikel.

Ya estaba asustado cuando murió Joserra, pero cuando le dijeron que Manuel había intentado suicidarse con una sobredosis, casi le da un infarto. No paraba de decir que hacía meses que Manuel no consumía drogas, que estaba limpio, que era imposible que el hiciera algo así. La policía le dijo que cuando los sanitarios lo encontraron, no dejaba de decir “Me lo merezco, no hice nada para evitarlo”. Le dijeron que tenía drogas escondidas por todo el apartamento. De todas formas, creían que había estado con una mujer antes de drogarse. El piso olía a perfume femenino, y la llamada a urgencias la había hecho una mujer. Le preguntaron a Maikel, si él tenía novia, pues la llamada se había hecho desde el número de teléfono de Maikel. Esto aún lo asusto más. Les dijo a los guardias que estaba convencido de que la muerte de Joserra y el intento de suicidio de Manuel habían sido obra de Julia. Que su fantasma se les aparecía para matarlos uno a uno.

Después de mucho divagar lo internaron en un psiquiátrico. Se sentía seguro allí, pensaba que el espíritu de Julia no se le presentaría en aquel lugar. Se equivocaba, gracias a la ayuda del padre de Juan conseguí la tarjeta de un psiquiatra. Con ella podía entrar y salir del recinto. Durante una semana lo dejamos tranquilo, teníamos que estudiar el lugar. Saber dónde estaban las cámaras, conocer las rondas de los celadores. Me conseguí un traje de enfermera y entre como si nada. Con la tarjeta podía llegar hasta su habitación. Santi formateo las cámaras y los ordenadores dándome media hora para actuar, sin ser vista. Al entrar, Maikel empezó a gritar como un loco. Sus gritos eran como música para mis oídos. Le dije que debía ser bueno y obediente, o habría represalias muy severas para él. Cite todas las amenaces que le había hecho a Julia.

Dulce VenganzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora