Capítulo 5

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                                                                                      V

El domingo por la tarde llego a mi casa con una amplia sonrisa en mis labios. Pese a que al principio la estadía prometía ser una pesadilla, me la pasé muy bien en casa del papá de Daria. Myrna resultó ser muy amable y comprensiva, y el Sr. Rubesten muy atento.  Además de que tuve la oportunidad de conocer a Ethan, el futuro  hermanastro de Daria.

Pensar en Ethan hace que mi estómago tiemble de emoción. Su personalidad jovial y su seguridad en sí mismo me atraen como la luz al langostino. Aunque a quién engaño, lo primero que me llamó la atención fueron sus brillantes ojos azules y su sonrisa traviesa. Como dicen por ahí,  y por más superficial que se escuche: «El amor entra por los ojos».

No puedo decir que lo que siento es amor, pues apenas lo conozco, pero sí asegurar que no me molestaría para nada volver a verlo y compartir con él.

 Mamá me recibe en la puerta con un abrazo de oso que me saca el aire de los pulmones. Cualquiera diría que no me ve en un mes, cuando sólo estuve fuera dos días. No me quiero ni imaginar cómo se pondrá cuando me vaya para la universidad. Me la imagino llamándome todos los días y hasta visitándome los fines de semana en mi dormitorio. Porque eso sí, yo quiero ver el mundo, y no pienso aplicar a ninguna universidad que quede en este estado. No señor. Después de vivir bajo las reglas de mamá, lo que quiero es libertad.

Luego de que mamá casi me saque las entrañas con su abrazo me separo de ella, notando que  me mira de arriba abajo, como  haciendo un inventario de las partes de mi cuerpo. Es que hay que ser sobreprotectora. «Mamá, estoy enterita, no te preocupes», me dan ganas de decirle, pero me abstengo;  eso le puede sonar irrespetuoso y estoy demasiado cansada como para una de sus cantaletas.

─Luces distinta ─dice ella mientras se lleva la mano a la barbilla. «Oh, no. ¿Qué me habrá visto? Que yo sepa no tengo ningún rasguño ni nada que se le parezca. Y yo que pensé que me iba a librar…»─. Estás muy sonriente, ¿a qué se debe esa cara tan radiante?

«¿Será que tiene un sexto sentido?», me pregunto al tiempo que me preparo para negarlo. Creo que mamá está viendo demasiadas series de detectives. ¿O será que todas las madres son así? A saber. Tendré que preguntarle a Daria.

─¿Radiante?  ─Me toco las mejillas con ambas manos, como si no supiera de lo que ella me está hablando, exprimiendo mi cerebro en busca de una excusa creíble. Ni loca le voy a contar sobre Ethan. Mamá es muy capaz de invitarlo a cenar y hacerme pasar una vergüenza con sus preguntas─.  Ah. Es que tomé un poco de sol. Ya sabes lo que dicen de la vitamina D.

«¿O era vitamina C? Oh, Dios,  espero que se lo trague».

─Um…Así que vitamina D…─dice mamá, todavía mirándome con ojos suspicaces.

«¡Rayos! , no se lo creyó»,  me digo mientras busco en mi mente otra excusa para librarme de su interrogatorio. Lo juro. Mamá debió meterse a agente de la policía y no a enfermera.

Miro mi reloj de muñeca como quien no quiere la cosa. Después me tapo la boca, simulando un bostezo.

─ Qué tarde es, será mejor me vaya a la cama.

─¿Estás enferma? ─dice mamá, frunciendo el ceño y acercándose para tocarme la frente─. Apenas son las ocho. Siempre tengo que luchar contigo los domingos para que te vayas a la cama temprano.

─Estoy cansada, mamá ─respondo con desgano.

Mamá deja de tocarme y examinarme cuando digo eso.

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