Capítulo 2

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La alarma suena escandalosamente, pero yo ya estaba despierta. Hace quince minutos que el bebé de la casa empezó a llorar. Como es evidente, no estoy acostumbrada a este tipo de ruido, por lo que no pude aprovechar para dormir algo más. Al menos, pude coger ventaja con respecto a entrar al baño. Cuando paso por delante, mi padre le grita a mi hermano Jacob que salga. Supongo que es debido a que hay cuatro personas delante de la puerta haciendo cola. Nota mental:adelantar quince minutos la alarma para evitar futuros overbookings mañaneros con respecto al lavabo.

Una vez en la cocina, echo mis cereales de miel en un bol y los riego con leche desnatada. Al menos el desayuno es igual que siempre.

—¿Puedes darle de comer a Lily? —me pregunta mi padre entrando en la habitación. Ante mi ceño fruncido de confusión, señala al bebé sentado a mi lado en una trona —. Sus padres se han ido a traer más cosas de la mudanza. No te importa, ¿no?

—Claro que no —respondo con un claro retintín. Suelto bruscamente mi cuchara al tiempo que cojo la de Lily de plástico rojo y la introduzco en el potito de frutas, para luego llevarla a su boca.

—Hanna,sé que todo esto es un poco raro, pero comprende que...

—Papá.No quiero hablar de esto —le interrumpo friamente.

La niña que, ayer, pasó corriendo delante de Edwin y de mí me mira desde el otro lado de la mesa, sobresaltada por mi todo de voz.Suspiro algo arrepentida y continúo dándole de comer a Lily, al mismo tiempo que desayuno yo también.

—¿Cómo te llamas? —le pregunto en el tono más dulce que soy capaz.

—Sabrina.Mis amigos me llaman Rina.

—¿Quieres que te llame Rina? —la niña asiente con una adorable sonrisa —.Muy bien. Yo me llamo Hanna. No tengo ningún mote. Si quieres puedes ponérmelo tú.

—Pensaré uno —dice con aire misterioso.

—¿Es tu hermana? —inquiero señalando al bebé.

—Sí.Se llama Lily. Tiene diez meses —me informa llevándose una cucharada de cereales a la boca —. Yo tengo siete años. ¿Y tú?

—Yo,dieciséis.

Sabrina se sorprende poniendo una cara muy graciosa que me hace reír. La expresión de mi padre me hace saber que se alegra de que esté riendo y, por algún motivo, eso me molesta.

—¿Tienes novio? —esa pregunta me sorprende, pero reparo en la inocencia de Rina y respondo.

—No—contesto escuetamente.

—Es bueno saberlo —dice Edwin entrando en la cocina.

Me sonrojo ligeramente. Al tiempo que el chico sonríe, mi padre le echa una mirada extraña. Me sonrío.

—Hanna,¿puedes llevarlas al colegio? —me pregunta mi padre señalando a Rina y a Lily.

—Claro—no sé para qué pregunta si lo tendré que hacer igualmente.

—¿Quepo en el coche? —Edwin saca un paquete de galletas y empieza a comerlas apoyado en la encimera. Cuando me dispongo a responder que sí, mi padre se adelanta e interviene. 

—Mejor ve con mi hijo Jacob.

—¿Porqué?

—Porque...—duda mi padre. Me mira con cara de pedir ayuda, pero no pienso colaborar en sus paranoias —. Porque vais a estar muy apretados. Hanna, si no salís ya llegaréis tarde. Te mando al móvil la dirección del colegio de las niñas.

Exhalo ruidosamente al arrastrar la silla hacia atrás y me levanto. Saco bruscamente a Lily de la trona, aunque ella no se queja, y le doy la mano a Rina para ir juntas al coche.

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