Prólogo

9 0 0
                                    


—Hanna, reunión familiar.

—Mierda —susurro para mí misma.

Papá me dijo que debía volver a casa antes de las dos a.m. Como nunca está despierto cuando llego, he decidido imponerme mi propio horario. Creo que esta vez me he pasado, ya que tienen pinta de llevar despiertos un par de horas.

Me dejo caer en el sofádel salón junto a mi hermano, Finn, quien está situado a laizquierda de mi otro hermano aún más mayor, Jacob.

—Chicos, tenemos quehablar —anuncia papá solemnemente.

—¿Vas a cortar connosotros? —pregunta Jacob sarcásticamente. Dejamos de reír cuandonos damos cuenta de que papá intenta sonreír y apenas lo consigue.

—¿Pasa algo? —inquieroalgo preocupada.

—Sabéis que desde quemamá se... fue —comienza a explicar con ciertas dificultades—estamos teniendo algunos problemas económicos.

—Dijiste que no nospreocupásemos —interviene Finn con los mismos ojos angustiados quetenemos todos.

—Sé que lo dije. Perono os quiero ocultar nada. Esta casa se nos ha quedado grande.

—¿Nos mudamos?—pregunto con indicios de nerviosismo en mi voz.

—No, no. No es eso.Sabéis que yo no sería capaz de dejar esta casa.

—¿Entonces qué pasa?

—No dejamos de viviraquí, pero habrá algunos cambios.

—¿Cambios? ¿Qué clasede cambios? —inquiere Finn con el ceño fruncido.

—Vamos a compartirla.

Nos quedamos un segundo ensilencio. Miro a Finn, miro a Jacob, se miran entre ellos y empezamosa reírnos a carcajadas. Papá sigue con los brazos cruzadosesperando pacientemente a que paremos. Mis hermanos también se handado cuenta ya que, al igual que me ha pasado a mí, la seriedad havuelto a sus rostros.

—No es una broma —no es una pregunta, pero Jacob espera a que papá niegue con la cabeza en respuesta —. Compartir la casa, ¿con quién?

—Un compañero de trabajo y su mujer hablaban de mudarse, y otra compañera también hablaba de apuros económicos. A nosotros nos sobra casa, así que les ofrecí venirse aquí. Nos vendrá bien ahorrar algo de dinero dividiendo la hipoteca con otras dos familias.

—Espera, espera.¿Familias? —intervengo preocupada —¿De cuánta gente estamos hablando?

—Contando con ellos, son diez.

—¿¡Diez!? —exclamamos los tres saltando del sofá.

—Si nos contamos a nosotros, catorce.

—Papá, vuelve a la realidad. No cabemos.

—Hanna, mi abuela tenía diecisiete hermanos y vivían junto a sus padres la mar de bien enesta misma casa.

—¿Cuándo vienen?—interviene Finn, al parecer el más calmado de los tres. Papá pone expresión de inocencia cuando oímos sonar el timbre de la casa.

—No. No, no, no —suelto abriendo mucho los ojos.

—¿Ya están aquí? —se desespera Jacob —¿Cómo no nos habías comentado esto antes? —le pregunta a voz en grito.

—Porque sabía que reaccionaríais así. La decisión está tomada.

—¿Y nuestra opinión no cuenta? —digo cruzándome de brazos.


—Cuando se trata de lo conveniente a la economía familiar, sabéis que soy el jefe. Y si me disculpáis, tengo que abrir a nuestros nuevos inquilinos.

3 familiasWhere stories live. Discover now