Primera parte

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Relato corto, primera de cuatro partes.

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¿Qué haríais si una amiga vuestra estuviera en grave peligro? ¿Y si la hubiesen asesinado cruelmente?

Tal vez por una amiga no fueseis capaces de mover un solo dedo, pero ¿y si fuera un miembro de vuestra familia; una madre, una hermana, una hija?

Para mi Julia era todo eso y más. Fue la única en ver cómo era realmente y aun así se quedó a mi lado. Era la mano que me sujetaba para no caer, mi paño de lágrimas, mi concejera, mi guía. Y lo más importante, aunque no estuviéramos emparentadas era mi única familia. La quería, hacia lo que fuera por ella. Estaría dispuesta a bajar la luna del cielo, si con ello la hacía feliz.

Mi historia es triste y no tiene un final de cuento de hadas, pero si aun así queréis conocerla. Aquí la tenéis.

 

Primera Parte

La conocí en mi primer año de universidad. Por aquel entonces yo no confiaba en las personas, no es que ahora confié en muchas, pero en fin. Julia entro en mi vida en el momento en que más lo necesitaba. Estaba sumida en una gran depresión y estaba decidida a quitarme la vida. Nada valía la pena ya, todos a los que había querido me habían abandonado.

A unos se los llevo la muerte y otros simplemente habían huido de mi lado. No dejaba de pensar en que estaba maldita, que destruía a todas las personas que me rodeaban. Julia había conseguido hacerme cambiar de idea. Ella decía que simplemente había tenido mala suerte en mi pasado.

Mi padre fue el primero, me abandonó incluso antes de nacer. Supongo que no soportaba la idea de tenerme como hija y decidió huir, dejándome con mi madre. Una mujer que se pasaba el día bebiendo. Era muy joven cuando me tuvo y no tenía familia a quien acudir en busca de ayuda. Me crio como pudo, me culpaba de que mi padre se hubiera marchado y nunca obtuve cariño de su parte. Un día al volver del colegio la encontré tirada en el suelo, con una botella de whisky vacía bajo el brazo. Llame a la policía y a los sanitarios. Murió a causa de una cirrosis, inducida por el alcohol.

Con 14 años pase a estar bajo la tutela del estado, durante los siguientes años viví en un orfanato. Allí conocí a Benjamín un chico taciturno y retraído, era un par de años mayor que yo y había corrido mi misma suerte. Con el tiempo nuestra amistad se convirtió en algo más, con él me sentía segura y querida. Fue a él a quien me entregue por primera vez. Por un momento creí que mi suerte había cambiado, que a partir de ese momento podría tener una vida feliz junto a él. Hicimos planes de futuro, el saldría de aquel odioso lugar antes que yo. Buscaría un trabajo y un lugar donde vivir. Me esperaría hasta que pudiéramos reunirnos de nuevo.

Contaba los días que faltaban para cumplir los 18 años. Llegado el día, fui en busca de benjamín. En una carta me había escrito su dirección, espere en su puerta toda la noche. Pensé que quizás estaría trabajando, pero me equivocaba. Nadie apareció por allí en días. Lo busque por todos los sitios que se me ocurrieron, pero no había rastro de él. Como mi padre, él también me había abandonado, sin ni siquiera una carta y sin darme un motivo.

Otra vez estaba sola en el mundo, pero a diferencia que la otra vez, ahora no tenía a nadie que se hiciera cargo de mí. Era mayor de edad y debía buscarme la vida sola. Por suerte una profesora de mi instituto se apiado de mí. Me consiguió un piso barato y un trabajo en una tienda por las tardes. Me ayudaba con los estudios y me animaba a seguir. Fue la primera vez que sentí, lo que era el cariño de una madre.

Dulce VenganzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora