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"¿Y a ti quién va a quererte, estúpida?"
"Deberías desaparecer de una vez".
"Y es que nadie te soporta, cómo es que esperas vivir con esto, ¿no?"
"Increíble tener a una fenómeno en esta escuela... ¡Y encima, es toda una zorra!"
"¿No querrás con mi novio también? Perra".

Demasiados comentarios de odio como para iniciar, ¿verdad? Y aunque fuese difícil de creer, la vida de Alicia Claire no era para nada bonita; comenzando desde pequeña, que fue enviada a un internado luego de la muerte de sus padres, ya que sus abuelos no la querían por ser diferente a lo que ellos querían. Excluída incluso por sus compañeros, por los cocineros... No comía a veces, todo porque las ganas se le iban, porque realmente se sentía un fenómeno.
Todo pareció mejorar cuando una pareja homosexual la adoptó. Los nuevos padres de la pequeña buscaban hacer que nada le faltaba, pero aquí es donde la sociedad juega un papel muy importante. La familia no era bien vista, y hasta incluso aquello le prohibió de tener amistades, sólo una, una única amistad de la infancia que tuvo un destino muy cruel.
¿Nunca se han puesto a pensar que... Todo lo que tienen les hace tan feliz que tienen miedo a perderlo? Y luego lo hacen... La única amiga que tuvo en la infancia murió por leucemia a la edad de los doce años. Y Alicia nunca se sintió tan devastada, pese a recibir insultos, pese a recibir comentarios muy fuera de lugar, muy groseros, para nada generosos. Ella perdió a alguien especial, a su otra mitad, a su alma gemela, alguien que era como una hermana para ella, a la luz de sus ojos... Se la habían llevado los ángeles del cielo.

Sus padres estaban preocupados, y es que cómo no estarlo, ¿verdad? Su hija comenzaba a llegar a casa cada día más apagada, más agotada mentalmente, el acoso era incluso peor tras verla en aquel estado tan débil. Pero creían que era una etapa, que pasaría.
Ah... Grave error. ¿Sabrían acaso ellos lo que es ser humillado, rechazado por la condición sexual? Sí, lo saben, ¿por el físico, por la forma de ser, por rumores que se han inventado? Quizás no. Y los ánimos de la joven bajaban día a día, cada vez más... ¿Y los chicos que la molestaban? ¿Se divertían viéndola llorar desconsoladamente en los rincones? Claro que sí, porque esa es la adolescencia de hoy en día. Nadie les enseña a valorar los pequeños detalles, a respetar a las personas y mirarlas desde adentro, por cómo son, por sus costumbres, sus gustos, su forma de pensar, por el interior. La superficialidad gobernaba la tierra en ese momento, quizás desde siempre la había atrapado, quizás era algo propio del individuo en cuestión, pero lo cierto era que la joven rubia de ojos azules, ojeras debido a la falta de sueño, labios paspados y resecos con cicatrices en ellos y contextura física delicada, había decidido rendirse. ¿Para qué darle a la vida una segunda oportunidad, o una tercera, o quizás una cuarta? Se sentía que no era bienvenida, al menos en los lugares ajenos a su hogar. Tener que ser observada con mala cara, tener que ver todos los días cómo las personas populares del instituto se burlan de ti... ¿De qué forma, entonces, podrías tolerar todo aquello? ¿Quién lo haría? Difícilmente podría uno ser capaz de soportarlo, pero había cargado con el peso de la soledad, del desprecio toda su corta vida, y a sus dieciséis años de edad había decidido que terminaría con todo. ¿Triste, verdad? Y es que la vida al parecer había conspirado en su contra. Tanta pena, tanta tristeza, tanta desolación... Y terminaría.
Era una fría noche de viernes. Sus padres no notaron la ausencia de la joven con cabellos de oro, por lo que se le hacía sencillo llevar a cabo lo que haría. Sabía que si era detenía, no sería capaz de hacer el intento de nuevo, por eso, pretendía esperar a no ser vista, sería lo mejor. Por eso, se fue luego de la cena, cuando sus padres se disponen a ver su serie favorita a eso de las ocho de la noche, y se olvidan del resto como si no significara nada.

"Nunca significó nada", pensó Alicia, quien desde el Oakland Bay Bridge de San Francisco estaba sentada en la barandilla. Ignoró unas voces que parecían llamarla a lo lejos, o quizás no tan lejos, porque ella ya no parecía querer escuchar al resto. Extendió sus brazos, y tras aceptar el destino que creía merecer, se lanzó al océano. Y cayó.


Tenía los ojos cerados, mientras que dejaba que su cuerpo se fuera hundiendo poco a poco, mientras que pretendía liberar todo el aire que tenía, sin embargo, sintió algo. Algo que le hizo abrir los ojos, y posteriormente, ampliar su mirada aún más.
Una joven albina vestida de blanco yacía de la misma forma que ella, sumergida en el océano, mirándola. A diferencia de Alicia, la otra chica le sonreía con calidez, pero a la vez demostraba confianza.

-Ayúdame-. Le pidió.
"Un momento... ¿Qué?" Pensó. ¿La había escuchado bien? ¿Por qué le estaba pidiendo ayuda? Por más que intentase hablar, no podía, pero aquella extraña sólo la miraba a los ojos.

Y de un momento a otro, la tomó de la mano.

-Ayúdame.

Esta vez, el eco de la mujer resonó por todo el espacio y, posteriormente, todo se tiñó de blanco.



¿Dónde estaba cuando despertó? No lo sabía, pero en ese momento era lo que menos le importaba. Le dolía todo, se sentía descompuesta, completamente mal, y apenas podía abrir los ojos. Un momento, ¿estaba viva? ¿Tenía la mala suerte de seguir con vida? Lamentablemente para ella, sí, sí estaba viva. Y pudo escuchar alaridos de alegría de uno de sus padres, quien se lanzaba a abrazarla mientras que el otro la observaba con una boba sonrisa y los ojos cargados de lágrimas.

-No vuelvas a hacernos esto, nos preocupaste tanto...- Dijo Josh, quien le estaba abrazando con fuerza, como si la vida de aquel hombre se le estuviera por acabar en aquel momento. Y es que eso sentimos cuando perdemos a alguien especial. Nos falta el aire, nos duele el pecho, y creemos que es el fin del mundo. ¿Lo es, en realidad? No, pero para uno lo es, y lo será hasta que aprenda a convivir con ello, y aún así, los padres de la joven Alicia no querían. No estaba en sus planes perderla.

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⏰ Last updated: May 21, 2017 ⏰

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Una fría noche de viernesWhere stories live. Discover now