Cuando te conocí.

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"Eran un millón de pequeños detalles, y al sumarlos todos se veía que estábamos hechos el uno para el otro. Y yo lo supe, lo supe la primera vez que la toqué. Fue como llegar a casa, sólo que a una casa que nunca había visto. " –Sam (Sleepless in Seattle)

Era Jueves.

No era mi día favorito en la semana. Bueno, después de ella lo fue. Mi día favorito y el más odiado. El todo y la nada. Quizás el aburrimiento me hace reflexionar.

Me paró frente a la estación del metro, y siento cómo los recuerdos me golpean de repente. Aquí la conocí. Aquí inició todo.

Tenía que entregar un libro a la biblioteca, recuero. Creo que era "El amor en tiempos de cólera". Sí, era un buen libro. Hasta la fecha no sé si odiar o amar a ese libro, porque él me llevó a ella.

Ella subió, con un libro en la mano. Cuándo no. Llevaba ese gorro ridículo del que yo siempre me burlaba, e iba de todo menos combinada. Pants deportivos y botas de cuero. No me causó una gran impresión. Parecía una chica común, no de aquellas que te dejan sin aliento con una sola mirada.

Me sentí curioso cuando se sentó a lado de mí. Olía a galletas. A las deliciosas galletas que vendían en "El café de Ella". Claro, las galletas eran más originales que el propio nombre.

Hey– murmuró ella mientras mordisqueaba un panecillo ojeando el libro. No contesté a su saludo.

Un silencio incómodo llenó el metro. Sorprendentemente, éramos los únicos pasajeros.

–"Amar es destruir, y ser amado es ser destruido"–recitó ella, sonriendo. Moví la cabeza para ver el título del libro. Como no, era "Cazadores de sombras".

Entonces el idiota nunca habría nacido– resoplé. Ella se rió, y hasta ahora, sigo pensando que fue el mejor sonido que pude escuchar en mi vida.

Podrías ser el siguiente Einstein– bromeó ella.

–Lo soy– le guiñé un ojo. Ella volteó a verme.

–No pierdas la esperanza. Desde este ángulo, luces algo idiota. Pero muy atractivo, debo reconocer – murmuró ella mirándome. Ella nunca había tenido filtro.

–Digo lo mismo, linda– respondí.

El metro en ese momento paró. Yo estaba tan decepcionado. Ella bajó rápidamente del metro, claramente avergonzada.

Resignado a no volver a ver a esa chica tan curiosa, suspiré. Claro que protagonizó cada uno de mis sueños después de ese encuentro.

La segunda vez que la vi, fue en ese café. Ese café que prácticamente vivió nuestra historia juntos.

Ella tenía los ojos cafés, extremadamente cálidos, como el café. Con azúcar y crema, extremadamente dulce.

– ¿Quién soy?– Pregunté en su oído, ella todavía no me había visto.

– ¿Un tipo increíblemente atractivo que conocí en el metro?– contestó ella.

– Claro que sí– respondí, dándole un beso en la mejilla. Olía increíblemente dulce, a chocolate y a café.

Me senté enfrente de ella, observándola con atención. Su cabello era brillante, de un color miel que caía hasta su espalda. Sus ojos cafés eran enmarcados por unas pestañas increíbles, y unas cejas delgadas, tenía una nariz respingona y una hermosa boca color rosa. Ella lucía como una princesa, incluso con una sudadera vieja color gris y unos pantalones de mezclilla gastados, con unos botines de cuero negro.

–¿Puedes dejar de observarme cómo un acosador?– se burló ella. Me arrebató el aliento, con esa encantadora sonrisa suya.

–Veo que no puedes estar sin un libro– señalé, viendo el ejemplar de "Orgullo y prejuicio" sobre la mesa.

–Ahora estoy intentando leer todos los clásicos, pero siendo sincera no es tan fácil o divertido como hacen creer– dijo ella.

–¡Inculta!– exclamé, con fingido horror.

– Quizás, pero tengo buen gusto para vestir– me sacó la lengua ella, infantilmente. Yo me ofendí– Perdón, pero esa bufanda es horrenda–.

Yo la saqué de mi cuello, colocándosela a ella.

–Bueno, yo creo que a ti te queda bien, princesa–le sonreí.

–¿Princesa?– bufó ella– Yo soy una reina, cariño–.

Claro que lo era. Para mí, era la reina del universo.

–¿Y puedo saber el nombre de su Majestad?– cuestioné.

–¿Te consideras digno de eso?–. preguntó.

–Claro que sí–.

–Me llamó Hannah– se presentó a sí misma– ¿Puedo conocer el nombre de mi atractivo desconocido?–.

–Scott– le dije, guiñándole un ojo y disfrutando de su sonrojo.

–Bueno, ¿cuál es tu triste historia, Scott?– inquirió, observándome con curiosidad.

–No tengo una historia– respondí con confianza. Ella jadeó ante mi respuesta.

–Eso tiene que arreglarse– ella me dijo, sacudiendo su cabello. –Toma mi mano, por favor–.

Al tomar su mano, mi mundo se sacudió. Había encontrado mi hogar, a mi persona. Algo tenía claro, yo la seguiría a donde fuera.

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⏰ Last updated: Jan 18, 2018 ⏰

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Corazones a colorWhere stories live. Discover now