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La mañana despertó a Emmie con un sol radiante y el sonido de sus nuevas doncellas, dos por falta de una, rondando por toda la habitación sin saber cómo despertarla, miedosas de provocar la ira en su nueva ama

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La mañana despertó a Emmie con un sol radiante y el sonido de sus nuevas doncellas, dos por falta de una, rondando por toda la habitación sin saber cómo despertarla, miedosas de provocar la ira en su nueva ama. No sabían a qué se enfrentarían, proviniendo de la familia de la que venía, no era fácil de decir.

Emmie abrió los ojos y bostezó contemplándolas con el ceño fruncido.

—Buenos días —dijo con un tono interrogativo en la voz.

Las dos muchachas hicieron una leve inclinación imperfecta.

—Buenos días, lady Emmeline —dijeron casi al unísono.

—Estamos para ayudarla milady, hemos sido asignadas sus doncellas mientras permanezca aquí.

—Oh. —Se limitó a decir Emmie mientras pensaba en la suya que se había quedado en casa debido a su reciente casamiento. Al parecer todo el mundo se embarazaba en el momento menos apropiado—. Bueno —murmuró saltando de la cama—, eso es maravilloso, muchachas, les pido por favor que solo me llamen Emmie. ¿Cuáles son sus nombres?

—Jen —dijo una de ellas con apariencia de ser la mayor—. Y ella es Kat.

Las dos tenían el rostro lleno de pecas y el cabello de un dorado con tonos rojizos a la luz del sol. Jen era más alta y su postura, al lado de Kat, le indicó a Emmeline quién era la más dominante de las dos.

—¿Son hermanas? —Indagó mientras se quitaba el camisón y lo arrojaba a la cama.

—Sí, milady. Toda nuestra familia trabaja aquí, siempre lo ha hecho —respondió Kat esta vez—. Todos están felices de tener alguien más a quien servirle aparte de a Su Excelencia y a la señora Elizabeth.

—Aunque no le servimos a la señora Elizabeth exactamente desde que ella y el señor Sabastian se han trasladado al hogar de él.

Emmie le había oído decir a Elizabeth que ella ahora vivía con su esposo en la casa que Joseph le había asignado cuando lo convirtió en el administrador de la propiedad. Era una pequeña residencia, a un par de kilómetros de allí, que podían ser recorridos a caballo o en carruaje en apenas unos minutos. Y se suponía que Beth actuase como una especie de carabina, pero Emmie no creía que fuese correcto estando ella a la distancia. Y lo más normal, habría sido que ella misma se hubiese trasladado a la casa de su prima, pero no sentía el más mínimo deseo de molestar a los recién casados. Además, no era como si necesitara mucha vigilancia para estar con Joseph, si es que realmente lo vería estando allí. Él parecía del tipo de los que siempre estaban ocupados y trabajando.

—¿Es que no tienen ayuda?

—Bueno, sí la tienen, pero nadie más que ellos dos, el ama de llaves y el mayordomo vive realmente allí. Algunos criados van por turnos durante el día. Pero dado que ambos pasan la mayor parte del tiempo aquí, tampoco los necesitan demasiado —contó Jen.

Inapropiadamente hermosa (TAMBIÉN EN LIBRERÍAS)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora