El Puente

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En una región escondida del Viejo Mundo, existían dos pueblos, ambos humildes, ambos pequeños, conectados por un puente viejo de piedra que atravesaba un caudaloso rio. Era un punto de encuentro para jóvenes enamorados que vivían en un pueblo, buscando hallar al afecto de su cariño y pasión en un punto medio entre ambas comunidades.

Miles de besos, de abrazos, de palabras de amor y confesiones de sentimientos, durante generaciones el puente vio pasar.

Se hicieron matrimonios, se procrearon hijos e hijas. Ya no eran dos pueblos distintos, pues estaban tan entrelazados que era imposible encontrar a alguien que no tuviera un amigo o un familiar en el otro pueblo: sólo el rio los separaba, pues fuera de ese cuerpo de agua, eran una sola gran entidad.

Pero en una temporada de tormentas inusualmente fuertes, los vientos y la lluvia que azotaron con ira durante días la región terminó por destruir toda clase de edificios, tiendas, casas, y finalmente, el viejo puente de piedra.

“¿Qué hacer?” era lo que muchos se decían. Había tanto por reconstruir.

Ambos lados acordaron trabajar juntos, pero por mientras se ocuparían de sus propios pueblos; la labor terminaría con ambos lados reconstruyendo el paso entre los pueblos.

El pueblo del norte tenía ciertas ventajas sobre el pueblo del sur: más población, más trabajadores, más materiales para construcción, más riqueza. En un principio, el pueblo del sur veía con admiración sus esfuerzos, pero conforme pasaban los días, y se percataban que su labor no era tan sencilla como parecía empezó a surgir un sentimiento entre los pobladores de tal comunidad.

Toda clase de preguntas aparecían: ¿Cómo lo hacían tan rápido? ¿Cómo podían pagar más trabajadores? ¿Es acaso que la tormenta pegó más fuerte al sur? Sí, eso debía ser. No era posible en sus mentes que el norte simplemente trabajaba más eficientemente.

Al final, el norte acabó su reconstrucción, mientras que el pueblo del sur seguía en una jornada interminable.

Los habitantes del pueblo del norte no dudaron en ofrecer una mano a sus vecinos y amigos: enviaron trabajadores para ayudar, y sí, el trabajo parecía hacerse mejor y más rápidamente, pero ahora el recelo que había surgido ahora se había convertido en algo más amargo y hostil.

El pueblo del sur finalmente acabó, y ahora había que ponerse de acuerdo acerca del puente a reconstruir, pero los del norte no podían creer la extraña intransigencia que sus vecinos parecían mostrar.

Discutían por todo tema posible: el material, la estructura, inclusive el decorado. ¡Era sólo un puente! 'Ni siquiera tan necesario: el rio podía ser navegado, o rodeado, pero la terquedad de un lado despertó la obstinación del otro.

Finalmente, llegaron a un acuerdo: ¿por qué no hacer dos puentes? Sería más útil, y todos estarían contentos al poder tener el puente tal y como lo deseaban.

Los habitantes del pueblo del sur sabían que no tenían los recursos para hacer un puente tan majestuoso como los que el norte podían y harían. Pero existía un ámbito en el cuál si podían vencer: podían construir su puente primero.

Mientras los constructores del puente del norte descansaban tras un día de trabajo, los del sur redoblaron sus esfuerzos. No importaban cosas como buen diseño o materiales, siempre y cuando al final vieran un puente emerger más prontamente de su lado que del lado opuesto.

El norte trató de trabajar a su ritmo y tal y como sabía hacer las cosas, pero rumores comenzaron a volar de boca en boca entre sus pobladores: veían ante sus ojos como sus vecinos buscaban humillarlos y vencerlos. No era una competencia, ambos lados se supone que debían ganar, pero el norte veía rabia pasiva en el mirar de sus contrapartes.

El orgullo se sentía herido. No había otra opción: ellos también debían hacer el puente más rápido, y antes que sus vecinos.

Los trabajadores se quedaban hasta mucho después de haber partido el Sol. No importaba el descanso, no importaban tampoco ahora en ese lado cosas como hacer un buen puente, sino hacerlo tan pronto como sea posible.

Pero ellos habían entrado tarde en la carrera, y el puente del sur lo terminó antes. Ellos se sentían satisfechos, reían, y se felicitaban, pero no de una manera sincera, ni siquiera agradable. Su triunfo sólo provocó un insulto ante quienes habían sido sus compañeros y amigos durante siglos.

El norte terminó el puente, pero más por obstinación que por cualquier motivo lógico. Ahora había dos vías entre ambos pueblos.

Pero mientras el puente anterior era fuerte y había resistido todo excepto una tormenta extraordinaria, ambos puentes sufrieron a la llegada de la siguiente creciente del rio. Era una lluvia ordinaria, y las aguas se movían a una velocidad común, y sin embargo, lentamente ambos puentes, victimas de constructores que antepusieron una competencia sin sentido de egos lesionados ante unir de nueva cuenta ambos pueblos, se empezaron a erosionar y a desintegrar.

Finalmente, ambos puentes cayeron…

Ningún lado lo podía creer, pero en el fondo sabían que era la consecuencia lógica de su modo de actuar y pensar. Trabajadores de ambos lados vieron a en las aguas algunas rocas y estructuras de los puentes aún sobresaliendo, y pensando que debían empezar de nuevo y rápido, para unir ambos pueblos una vez más…

…pero al ver al lado contrario, al otro pueblo, sólo encontraban miradas de resentimiento. Y en ese momento decidieron en silencio que no construirían otro puente. Ya no valía la pena. Se habían herido demasiado…

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