Ahora y entonces

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Posiblemente aquella noche no esperaba visitas y menos siendo la hora que era. En aquella épocas en la que las niñas que todavía no eran mujeres debían tener mucho cuidado a la hora de pasar demasiado tiempo con un caballero. No estaba bien visto, para nada que una chica como yo de aquella clase social, estuviera sola en casa, pero había sido un imprevisto y mis padres no habían podido llamar a ninguna de las criadas, las que no tenían teléfono y las que ya se habían ido a su casa a pasar el resto del día con su familia, quizás algunas criticarían a mi familia, a mis padres, por darme todo lo que pedía en el momento oportuno. O quizás solamente llegaban cansadas con la esperanza de dejar por unas horas su trabajo y estar con su marido toda la noche, tranquilos, amándose. A diferencia de mis padres, a los que ya únicamente veía tocarse en público. Y aunque ellos lo negaran, era obvio que aquel matrimonio había agotado hasta la última molécula de amor. Y cuando el amor se acaba, ya no hay ninguna razón para estar juntos. Oh, sí claro que lo hay, la apariencia. Detestaba aquella parte de su vida. No entendía porque el simple qué dirán de los demás debía ser más importante que la misma felicidad de uno. Y a pesar de ser triste, era la única verdad. En aquellos tiempos, la única razón para seguir juntos a pesar de las mentiras, a pesar de llegar a odiarse era la buena apariencia. Porque, ¿qué pensarían de una señora que después de veinte años de matrimonio deja a su marido y se va a vivir sola? Y más cuando hay una hija tan “solicitada” como yo. Sería vergonzoso ser la hija de un matrimonio inválido ante los ojos de Dios. Posiblemente ningún chico querría acercase a mí. Y esa idea me gustaba, me gustaba el hecho de pensar que quizás si eso pasara, no se me acercarían por ser la única hija y por lo tanto la única heredera de un gran comerciante, que cada día extendía su negocio más lejos. Me gustaba pensar que tal vez se acercarían a mí por lo que soy y no por mi apellido, aunque en aquella época era idiota pensar eso, posiblemente nunca sería más que la hija de Francisco Sánchez, el mejor comerciante de vinos de España.

Como ya he dicho aquella noche estaba sola, y todas las luces estaban apagadas excepto la de mi habitación, a pesar de que mi madre me había aconsejado encenderlas para que diera la sensación de que en casa había más gente y no sólo una niña de catorce años sola.

No me importaba, al fin y al cabo lo único que a un ladrón le importa son los objetos de valor y en el momento en que consiguiera cruzar el jardín sin ser descubierto por los guardas que vigilaban cada perímetro de la casa desde afuera, se conformaría con cualquiera de las cosas que había en la sala de estar, que posiblemente valía más que su propia existencia, así que seguramente se conformaría y ni si quiera se pensaría subir al piso de arriba, donde yo estaba leyendo por décima vez uno de los libros que a mi madre tanto le disgustaban y en cambio yo adoraba. Cumbre borrascosas. Mi madre se había negado a comprármelo, pero ni si quiera se lo tuve que pedir, en cuanto mi padre me oyó nombrarlo envió a Maria -una de las criadas-, a la librería más cercana para comprármelo, des de entonces lo había devorado varias veces y cada vez me gustaba más. A pesar de que la protagonista Catherine fuera excesivamente egoísta, siempre me había identificado con ella, me hacía ver las cosas des de un punto de vista diferente. Y había llegado a la conclusión, de que si no eres un poco egoísta al fin y al cabo nunca consigues lo que quieres y todavía creo que es cierto. Al igual que todavía sigo leyendo ese libro de páginas amarillentas que tengo sobre la mesita de noche.

Aquella noche en cambio fue diferente, no sé como lo hizo pero aquel chico consiguió colarse en mi casa y aunque debía estar asustada, en cuanto oí los ruidos que venían de abajo me sentí asombrada, sin duda alguien que podía entrar en una de las casas más prestigiosas y mejor vigiladas de España, sin que nadie pudiera evitarlo, debía ser alguien realmente fascinante. Así que doblé la esquina de la página y dejé el libro sobre la mesilla. Me calcé las zapatillas y bajé las escaleras sin hacer ruido o al menos no se escuchaba tanto con el escándalo que había montado aquel intruso.

Ahora y entoncesWhere stories live. Discover now