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Siento un ardor intenso en todo mi rostro. Como si me hubieran tirado ácido y se me estuviera deformando.

Caigo al suelo y me cubro la cara con las manos. Quiero llorar, siento como los ojos se me llenan de lágrimas y hacen presión en mis ojos, pero no quiero hacerlo delante de nadie. Sin embargo, las lágrimas son más pesadas y caen por mi rostro. Son gotas enormes que al menos me hacen sentir un alivio temporal en la parte afectada de mi rostro en su recorrido.

Escucho parloteos y voces lejanas.

Aún con mis manos en rostro, comienzo a sentir un chorro caliente que está saliendo de alguna parte de mi rostro. No obstante, no quiero quitar mis manos de mi cara. Seguramente está roja y espantosa. O quizás no se vea nada.

Escucho una voz que dice de lejos "llorona", pero trato de ignorarla.

Siento la presencia de todos a mí alrededor. Es verdaderamente vergonzoso.

El profesor toca de nuevo su silbato para llamar la atención de todos.

—El partido terminó y el espectáculo también—este anunció con voz autoritaria, haciendo que los demás se fueran a algún lugar lejos y se acerca a mí. — ¿Estás bien?—me pregunta en susurros, con una voz completamente distinta. Más bien sonando paternal.

Asiento, aunque me duele hasta hacerlo. Aún no quito mis manos de mi cara, a pesar de que se me están empapando del líquido viscoso. Deben de ser mocos pero también otra cosa peor.

— ¿Podrías dejarme ver tu rostro?—oigo preguntar el profesor. Yo quiero menear la cabeza. ¿Qué pasa si tengo toda la cara llena de mocos?

—No—suelto meneando la cabeza.

Escucho un parloteo a lo lejos. Son voces de chico, pero aun así las ganas de protegerme superan a mi curiosidad y sigo sin querer descubrir mi rostro para mirar.

Comienzo a sentir la cara dormida. Cosa que me hace sentir mejor, pero no deja de dolerme.

—Profesor Dunbar—oigo decir a alguien que está al lado de mí.

—Steve, no es momento—habla firmemente el profesor Dunbar. Ya sé su nombre—. Es mejor que te retires, hasta que Emily esté bien.

—Bien—suspira el chico y se retira. Oigo solamente sus pisadas en el césped.

— ¿Te duele mucho?—él pregunta nuevamente. Yo asiento—. Bien, ¿Puedes ponerte en pie? Vamos a la enfermería.

Asiento nuevamente.

El profesor Dunbar me ayuda a ponerme en pie. No quiero quitar mis manos de mi cara todavía, pero tengo que llegar a hacerlo para poderme equilibrar y no caer. Un mareo me ataca y estoy a punto de caer, pero el profesor me sujeta.

Veo en ese momento la mano que tengo suelta. Está llena de sangre y no de mocos como creí; ya entiendo por qué el profesor y los demás están tan preocupados. Agradezco que no haya puesto la mano en el hombro del profesor.

En ese momento, escucho la voz de Amy acercarse:

— ¿Puedo ayudarla? Soy su amiga.

Lo más seguro es que el profesor ha asentido, ya que inmediatamente siento las manos de —lo más seguro que es Amy— tomándome de la cintura y ayudándome a caminar.

— ¿Me veo tan mal?—pregunto en un hilo de voz.

—No has dejado que miren tu cara—Amy contesta—. Pero con verte las manos, basta para preocuparnos.

Almas Gemelas (DISPONIBLE EN FISICO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora