3. Arcano XIII

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Lo normal hubiera sido no pegar ojo. Estaba en un mundo donde la ma­gia era tan común como respirar y en el que iba a quedarse una temporada viajando con cuatro desconocidos, de los que sospechaba que uno iba arma­do, y otra dormía a un metro de ella. De hecho, estuvo dándole vueltas a los ojos marrones con reflejos azules de Azogue, los caramelos del General Beta, el encuentro con Apocalipsis y la información que Amanda se negaba a darle. Pero, al final, el cansancio a causa de los cincuenta kilómetros viajados por primera vez a caballo sumió a Casandra en un sueño agitado en el que caía sin cesar por pasillos oscuros por culpa de no tener ni pizca de magia.

Despertó con un molesto dolor en la zona de los ojos y la frente por no haber descansado bien. La luz se colaba a través de sus párpados como cuan­do su madre entraba en su cuarto a levantarle la persiana. De repente, tuvo miedo de abrir los ojos, encontrarse en casa y desilusionarse profundamente porque su aventura hubiera sido un sueño de su desequilibrado cerebro. Pal­pó entre las sábanas, preparada para que se le partiera el corazón cuando sus dedos se toparan con la pared verde, pero el colchón seguía y seguía... Se dio cuenta de que la cama era inmensa, que su mano estaba vendada en vez de escayolada, que había dormido con vaqueros de extrañas costuras y que los pasos que oía por el cuarto no eran los de su madre.

–Buenos días, Casandra. Hace un día espléndido y no hay FOBOS esperándonos –le anunció la voz alegre de Amanda.

"¿Y se supone que eso son buenas noticias?" ¡Pues claro que lo eran! Seguía en el lado mágico de la Frontera. Abrió los ojos con una sonrisa en los labios, raro era el día que se levantaba así. Se alisó la ropa con las ma­nos, se lavó la cara y se peinó para bajar a desayunar. Cuando abrieron la puerta, se encontraron con Víctor plantado delante de ella.

–Justo iba a llamar para asegurarme de que no os habíais dormido.

Casandra se preguntó qué hora sería, seguramente una ofensiva tenien­do en cuenta que estaba de vacaciones.

–Parece que hemos tenido suerte y no hay Dobermans esperando fuera –celebró Amanda.

–No, no hay ninguno ahí fuera, de momento. Y menos mal; si no, la leyenda de Casandra sería conocida por todos para mañana.

–¿Leyenda? –preguntó la aludida, rompiendo su tradición de no comu­nicarse verbalmente hasta no haber desayunado.

–Te recuerdo que eres la chica que se enfrentó como si nada a un sádico FOBOS Alfa –el joven de ojos grises le sonrió, pero su cara también tenía un tono gris. ¿Sería por haberse afeitado?

En un salón al que se accedía pasando por delante de la recepción se servía el desayuno buffet. Los cuchicheos se duplicaron al instante de entrar ellos. La transfronteriza odiaba a muerte la sensación de que estuvieran ha­blando de ella y en aquella ocasión era cierto, pero, como Víctor le recordó, murmuraban la heroicidad de haberse enfrentado a Apocalipsis. Localizaron a Diego al fondo y se sentaron junto a él. Se suponía que tendrían que apren­der a convivir durante el largo viaje.

Los clientes mencionaban en alto lo que deseaban y el platillo, tazón o cestillo acudía flotando a ellos.

–Amanda, pide un cacao para mí –susurró la adolescente con la vista clavada en el mantel de cuadros azules–, por favor.

Su compañera se solidarizó y pidió por las dos, incluido un periódico.

–Joé, ésos de allí no dejan de mirarme –se quejó Casandra echando un puñado de cereales en el cacao y observó cómo se hundían.

–Están dudando si pedirte un autógrafo –bromeó la joven, pasando una página del periódico con la zurda y sosteniendo una tostada en la diestra.

Lirio de Sangre - 1 - Odisea (6 capítulos)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora