Primer encontronazo

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SOFI

Por fin. Era la última hora del viernes y ya había llegado. En unas horas tendría la oportunidad de olvidarme de todo. En este botellón bebería un poco más de la cuenta, no quería pasarme. Cuando sonó el esperado timbre que ponía fin a las clases, la puerta de la clase se abrió y ahí estaba esperandome Sam para salir. No me di mucha prisa, un error por mi parte, porque cuando llegué ya estaba rodeado de todas mis amigas. Pero lo peor no era eso, Carla se acercó más de la cuenta a Sam y la fulminé con la mirada. Será la muy... Estaba muy cerca uno del otro. Aun que para ser sinceros a Sam o no pareció importarle o no se daba cuenta.

Cuando llegué ambos volvieron a su postura. ¿Acaso la "voz mono" tendrá la valentía de quitarme el novio? La fulminé con la mirada. La iba a decir cuatro cosas bien dichas,  pero alguien detrás de mi me interrumpió. Me di la vuelta y era el empollón de clase. Era un chico de mi misma estatura, con la cara llena de granos y con gafas. Esos ojos castaños de niño bueno. Apenas sé nada de él, solo que el año pasado perdió a sus padres y ahora vive con su primo.

-¿Me dejas pasar?- me preguntó mirando al suelo.

Cada vez me daba más pena. Estaba cabreada por lo que acababa de hacer Carla, pero ni si quiera me moví.¿Qué pasa, tendría que hacer caso a este pringado por que él me lo decía? Yo era Sofi la chica más popular y este solo era el empolloncito de turno. Además no quería que me interrumpiera de lo que le iba a decir a Carla. Entonces una voz me sacó de mis pensamientos.

-¿Le vas a dejar pasar ya o tienes que pintarte las uñas?- me dijo aquella voz. Me volví a esa voz. ¿Quién sería el estúpido capaz de hablarme así? 

Era un chico alto, moreno y con un largo flequillo que le tapaba media cara. Sus ojos eran un azul grisáceo bastante peculiar y con acné por las mejillas. No sabía quien era ni tampoco me sonaba, pero me daba igual. Se había atrevido a hablarme así y ahora tendrá su contestación el chucho este.

-Claro me lo dice el uniojo, ¿no? Cuando veas con los dos ojos, avísame.- le dije con aires de suficiencia. Esto me olvidaría un rato de Carla, pero definitivamente necesitaba beber y olvidar esta horrible semana. Me estaba mirando amenazante y se estaba poniendo rojo de ira. 

-Ten cuidado con lo que dices, Barbie. Te crees mierda y no eres ni pedo.- me dijo en casi susurro, ya que estaba muy cerca de mi cara. Me dio ganas de pegarle un puñetazo o un manotazo a este idiota. ¿Quién se creía que era?

-Eh, tú Peterson. Relájate que es mi novia y aléjate de ella.- le contestó Sam.

El aludido se dió la vuelta con una mirada asesina y cuando le iba a contestar a mi novio:

-Primo, déjalos y vamos ya a casa.- saltó el empollón, poniéndole una mano en el hombro para que se relajara. Así que este era su primo, el que le adoptó. Pues yo hubiese preferido ir a un centro de menores a estar con este cabeza hueca.

El primo del empolloncito se relajó y se fue cabreado y sin ni si quiera esperó al pobre empolloncito. ¿Cómo se atrevía a hablarnos así el idiota este? Me quedé mirándole con una mirada asesina hasta que noté que alguien me cogía de la mano. Era Sam. Le miré y entonces él con una mirada tierna me besó. Había que reconocer que Sam era muy mono, pero eso no me recuperó del imbécil de antes. Definitivamente este le tenía pillado y como buena chica popular haré que se arrepienta. Esto no acabará así. Imbécil.

IVÁN

Esta rubita me estaba sacando de quicio y para colmo el novio se hace de héroe. ¿Qué se creen? ¿Qué les tengo miedo? Que graciosos son. No me extraña que sean pareja, son igual de insoportables. Lo peor de todo es que me habían llamado por mi apellido y automáticamente me acordé de mi padre. Eso provocó que me diera la vuelta y saliera del instituto. Ni si quiera esperé a mi primo. Habían dado en mi punto débil y no quería que me vieran la cara de tristeza que tenía.

Cuando salí por la puerta del instituto mantuve el ritmo, pero cada vez que me acercaba más a mi casa fui disminuyendo la velocidad hasta que llegué al porche de casa. Ni si quiera entré. Me quedé pensando en mi padre. Me senté en las escaleras del porche y tiré la mochila con rabia. 

Creí que lo de mi padre ya lo tenía un poco más superado, pero no. Me había tirado todo un año escondiendome de mis pensamientos. Desde el accidente, la relación con mi madre había cambiado de forma radical. Antes estabamos más unidos, pero la afectó mucho más que a mi. Estuvimos un tiempo en el cual ni nos hablabamos y a veces ni nos mirabamos. Era deprimente.

Pero lo peor fue que me tuve que recuperar rápido de aquello. Ya que mi primo fue el que lo peor lo pasó. No le quedaba familia solo a mi madre y a mí, pero como mi madre no nos hacía mucho caso, asíque solo le quedaba yo. De un día para otro se convirtió en mi hermano pequeño. Le apoyé y estuve en todo momento con él. Ahora está mejor, a comparación de hace un año.Ahora le protejo de cualquier persona, me da igual quien sea. Pero si meten algo relacionado con mi padre me doy por vencido y huyo. 

Estaba mirando al suelo y no me di cuenta de que Leo había llegado hasta que me llamó:

-Iván, vamos entra.-me dijo

-No, quiero estar solo.- le contesté sin ni si quiera mirarle.

-¿Quieres hablar?- me preguntó algo preocupado.

Entonces me giré y vi la cara de mi primo. Era una cara deprimente, como las que llevaba cuando lo del accidente. Entonces me di cuenta del por qué. Él tenía el mismo apellido que yo. Nuestros padres eran hermanos y ambos heredamos el apellido. Ahora tenía que dejar mis recuerdos de mi padre a un lado para apoyar a mi primo. Le hice un gesto para que se sentara a mi lado y de inmediato me obedeció. Como ya había dicho anteriormente era como si fuera mi hermano pequeño así que le trataba como tal.

-¿Estas bien?- le pregunté despues de varios minutos de un silencio bastante incómodo.

Cerró su puño y se lo puso en la boca. Era la señal de que se estaba aguantando las ganas de llorar, pero no lo hizo. Por una parte me alegré de que cada vez fuese más fuerte y llorara menos por la falta de sus padres. Había derramado muchas lágrimas y la gran mayoría a escondidas y yo siempre le pillaba. Pasó otros varios minutos en otro silencio incómodo y poco a poco se fue relajando y el puño de su mano se abrió y bajó la mano. Estaba madurando y me sentía orgullo. Entonces me di cuenta de que ya no era el niño de dieciseis años que lloraba por las esquinas, ahora era un tío de diecisiete maduro y responsable y aunque solo haya un año de diferencia entre estas edades, en todo ese año había madurado rápidamente.

Nos levantamos y entramos en casa. Comimos juntos, algo poco habitual. Yo prefería comer en el salón mientras que él prefería comer en la cocina. Me estuvo contando su día, para que ambos olvidaramos el encontronazo con la Barbi y su Ken. Como hoy la "mona", Carla, no iba a venir para estudiar decidimos pasar la tarde viendo programas basura la televisión. Aun que no suena muy divertido que digamos, lo hacía junto a Leo y eso se agradecía.

Y aquí otro capítulo de esta historia. Ya se empizan a odiar... jeje que monos, ¿no? xD.

Bueno dedico este capítulo a @EimyDiaz que fue la primera en comentar esta historia y que me ha apoyado a que siga y que es muy maja. Muchisimas gracias.

Bueno aquí os dejo a Sofi. Opinad que os parece.

Ya sabeis comentad y votad. Votad si os gusta (que espero que os haya gustado)

Un beso enorme. :)

Mi Romeo con acnéDonde viven las historias. Descúbrelo ahora