Cerca queda el Raval Nº2

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Nubes plomizas cercan de nuevo al reducido cielo raso que aun colea. Más al sur, la zona roja acentúa al rubí escarlata, banda grana cercana del puerto. Un soplo helado entra en la habitación, en forma de aviso. El cabello rubio de Marta corre en círculos, levantado caprichosamente, al rezumar del salitre calado entre el aire. Solo con mirarse, las hermanas deducen los pensamientos, sin la falta de códigos encadenados. ¡Es Michel, si, Michel! Suena el timbre a tres golpes seguidos, marca de que es el. Carmen corre hacia la puerta, danza sutil exhalada a brisa suave, compás frágil, mezcla de aromas, golpe perspicaz, al ritmo del viento marino. <> El fondo del marco de la puerta se llena esbozando la sombra gigantesca del colosal y bondadoso, tío Michel. Un abrazo tenso a la vez que silencioso se funde con miles de palabras que jamás se escapan a la corriente. Momento que llena por si solo al ambiente. Melodía de encuentro deseado, vagando entre la pena. Desde un torrente anclado por el susurro: << ¡Nada de llantos! ¡Valla, tanto desconsuelo! Ya, ya, tranquilas, tranquilas, aquí esta Michel. Mis Ángeles eternos. ¿Verdad que si mis niñas? Todo ira pasando lentamente. Lo superaremos a medida que lo vallamos admitiendo, por mucho que nos cueste ahora. ¿De acuerdo mis querubines?>> En cada palma de sus manos cabe el perfil de las dos. Las acaricia, las besa en sus frentes. Sus murmullos les hacen olvidar de la angustia.

Eduard sale a su encuentro, con la cara aun húmeda, pedacitos de espuma aun bañan su rostro, no le ha dado tiempo, las emociones han bloqueado los actos más elementales, avisando a la  confusión, cegando por segundos a la razón. Se acerca a sus hijas y se une al abrazo de su cuñado Michel. Chocan sin llegar a tocarse sus frentes, sin mirarse, no pueden. Forman un corro entrelazado, fusión de calor humano que se evapora como el éter. Llenando al firmamento efusivo, lazos eternos de familia. << ¡Su último viaje! ¿Verdad mi querido Eduard? >>

Las gabardinas se van calando lenta y pausadamente, a medida que va descendiendo el féretro. El camposanto esta lleno, no cabe un alfiler, cientos de paraguas desde lo más alto se agolpan entre la muchedumbre. El silencio parece eterno. Solo el lento golpear de la lluvia lo rompe en secreto. La última travesía del adiós. Las obras de los operarios comienzan, nadie se mueve entre la niebla. Michel mantiene entre sus brazos a Marta, la más emocionada. Carmen sujeta en pie a su padre, Eduard no puede mantener el equilibrio. << Seamos fuertes mi niña, si “La Merche” nos viera, nos regañaría, ya sabes como era. Seguro que desde donde este nos llamaría la atención>> << A mi me pondría derecha la corbata y a ti las trenzas y eso que te cambiaste de falda. ¡Que locos comenzaron los ochenta, mi niña! >> Miró su cara acurrucada, encajada a su pecho con dulzura, una leve sonrisa cómplice se escapaba desde lo alto. Un sinuoso estallido del viento resonó con forma de trueno. La tempestad había llegado y tocado fondo en El Raval de Barcelona.

Mientras seguían allí petrificados, sus ojos quedaron perdidos en la nada. Michel volvía a tener once años. Jugaban con estampas de cartón, inmortalizaban grabados insertados en viñetas cuadradas. Alineaciones del Barsa en el año 1935.  Eduard hacia trampas sin acierto ni cautela a Merche. Por entonces ya flirteaban, tanteos inocuos de la adolescencia. Agachados en uno más de los múltiples soportales del Raval.

-         Eduard, no sigas haciendo trampas que me enfado, ya esta bien. ¿Crees que no me doy por enterada?

-         Niña que no las hago. Será desconfiada la niña boba. Ha ver si espabilas que tienes ya nueve añazos.

-         Eduard no te pases de aprovechado, y dale a Escola, que te lo ha ganado legalmente.

-         Si y te daré a cambio a Iriondo, que también esta bien, no pierdes tanto.

-         ¡Oye Merche! Los del Espanyol te los quedas tu, espabilada. Si no te gusta y no sabes de que va, ponte a jugar a las muñecas, que esto es de chicos.

-         De lista nada Eduard, y ya se lo estas cogiendo. Que te vi. Al igual que ella, como escondías en la manga la que te hacia perder.

-         Vale que remedio. Michel si no estas jugando. ¿Ah, que te metes tanto?

-         Es mi hermana, recuerdas...

-         Si no llegas a ser mayor que yo...

-         ¿Que? No es tanto, un año nada más te saco, tontainas...

Sonó el claxon de un camión enorme, haciendo esquina entre la calle peatonal a la que se encontraban. Una voz ronca, similar al gruñido de oso exclamaba a lo lejos:

-         ¡Vamos niños, venid que nos vamos a la masía!

-         ¡Ya vamos! Venga Merche que papa nos llama.

-         Y tu también Eduard. Esta semana estaremos todos allí. Tu padre y yo tenemos mucho trabajo por hacer.

-         ¿Papa podemos ir atrás con los sacos?

-         Si Merche, pero cuidado con los de semillas. No os sentéis sobre ellos, que me los aplastáis y agarraros al barrote lateral, donde la barra de hierro. ¿Me habéis oído? Michel te hago responsable, eres el mayor.

-         Si papa.

-         Si señor Xavier.

Sin dejar del todo a los recuerdos, abstraído entre aquel maravilloso momento, Michel fue saludando de manera mecánica, alientos llenos de condolencias. Se iban dosificando en pequeños grupos, familiares, amigos y desconocidos. Estrechado las manos, entre expresiones de duelo. Marta seguía acogida por sus valerosos brazos, protegida, resguardada de la tormenta. Siempre al auxilio de su preferida, su tío apretaba afable su menudo cuerpo.

Ante lo reiterativo de las palabras, en un acto involuntario a sus respuestas, perdió poco a poco la percepción del momento. Muy pausadamente fue articulando casi en un susurro dormido, algo sin sentido para los que a el se acercaban: << Nogues, Zabalo, Arana, Pedrol, Berkessy, Franco, Ventolra, Raich, Escola, Morera, Cabanes>> Mientras los recitaba lentamente, se le iban cayendo las lágrimas, una a una al compás de cada nombre...

Cerca queda el RavalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora