Capítulo 1: El tren de estrellas

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   Aquella noche no era como cualquier otra noche. Había nacido la secuencia de ilusiones que cautivaban a la niña de cabello rojizo ensortijado. 

     La niña tenía cuatro años y su nombre era Asivic. Era el  nombre compuesto de Asidia Victoria, una tía abuela , predilecta hermana del abuelo de la tierna historia.

     Asivic tenia seis hermanos más , todos mayores que ella. No obstante, el abuelo solía pasear con ella todos los días, asidos de las manos tomaban  largas caminatas alrededor del pueblo.

     No había muchos habitantes en el pueblo. Apenas sesenta y tres personas, por lo que cada una se conocía muy bien. 

-Abuelito , vayamos donde Esteban el carpintero- sugirió Asivic.

El abuelo no resistía una solicitud de Asivic, por lo que estaba dispuesto a complacerla.

-A ver mi niña hermosa, ¿por qué quieres ir donde Esteban hoy?-

- Soñé que andaba sobre un caballito de madera y quiero que él me construya uno- enfatizó Asivic, con una enorme e irresistible sonrisa.

-Claro, vayamos donde Esteban pues- asintió el abuelo complaciente.

     Después de caminar por cerca de media hora cuesta abajo, llegaron al taller de Esteban con barro hasta los tobillos pues había llovido durante todo el día y pronto Asivic desdibujo su gran sonrisa. El abuelo le leyó una nota que había en la puerta: Hoy no hay servicio, culpe a la lluvia.

     El abuelo levantó a Asivic hasta su regazo. No permitió el brote de una lágrima y le propuso a Asivic que ambos hicieran el caballo.

-Si, si abuelo- exclamó de inmediato y asimismo con gran sorpresa preguntó:

-Abuelo, ¿pero tú sabes hacer un caballo de madera?

- Claro que si- respondió el abuelo y luego agregó:

-Bueno ... podríamos intentarlo, verás necesito una ayudante- y comenzó a mirar por encima de sus hombros y en toda dirección.

   De inmediato a  Asivic le volvió la alegría al rostro y comenzó a gritar:

-Hey, hey- tratando de atraer la atención del abuelo que aún seguía mirando en lontananza.

-Aquí está tu ayudante abuelo- dijo enfáticamente  Asivic.

-Claro, por supuesto, aquí está mi ayudante.

   Asivic insistió sin palabras bajarse del regazo del abuelo y una vez pies en tierra, ordenó:

-Señor abuelo, su ayudante le pide que vayamos por los materiales.

-Mi reina Asivic- dijo el abuelo con alegría y disposición- bajemos colina izquierda donde hay excelentes maderos para la acción.

     Ambos, abuelo y nieta emprendieron la nueva caminata con la nueva ilusión. Asivic se adelantó corriendo cargada de alegría. Poco le importaron los charcos que por doquier encontraba. En otras circunstancias habría mojado una y otra vez sus zapatos de charol domingueros.

     Llegaron a una zona aunque despejada lucía con arbustos rociados por la lluvia y muchas ramas caídas aldedor. 

- A ver Asivic- sugirió el abuelo- toma unas cuantas ramas.

     Asivic se puso de los más contenta y empezó a contar mientras tomaba pequeñas ramas.

-Abuelo, aquí tienes cuatro , cinco , sete, ocho.

-Sete, no Asivic, siete, ya te lo he dicho, siete- corrigió el abuelo.

-Siiii, sete- sonrió Asivic corrigiendo de inmediato, -siete!

     El abuelo evaluó cada una de las ocho ramas y escogió la más fuerte de todas. Sacó un cuchillo de su cinto y procedió  a darle forma de cilindro más acabada. Le pidió a Asivic uno de sus lazos que sostenían su rizado cabello de oro y con éste  unió otro rama más corta en un de los extremos de la rama larga.

- Ves Asivic, aquí tienes tu caballito de madero- dijo sonriendo el abuelo.

-Abuelito pero no tiene crin! dijo Asivic con dejo de tristeza. Mas de inmediato alertó.

- Ya sé abuelo, átale unas ramas frescas de cayena, toma mi otro lazo.

     El abuelo hizo lo propio y ambos emprendieron la vuelta a casa. Asivic sobre la rama, cabalgaba su "caballo" de lo más contenta. Fue cayendo la noche y Asivic observó que no había estrellas en el cielo como de costumbre. 

   Entretanto se aproximaban a la vía del ferrocarril y a lo lejos se anunciaba la proximidad del tren, por su peculiar sonido de Chu chu chu...

-Abuelo que pasó con las estrellas esta noche- preguntó Asivic al abuelo.

   El abuelo se quedó callado y prefirió ocultar la verdad. El cielo encapotado había cubierto todas las estrellas que relumbraban noche tras noche el pueblo.

     Justamente en ese instante pasó el tren a toda velocidad el cual en medio de la oscuridad de la noche, con su rechinar en los rieles desprendía interminables ráfagas de chispas encendidas y se le ocurrió una gran idea. Mientras le mostró a Asivic tales chispas le dijo:

-Asivic,  mira los rieles, ahí están todas las estrellas del cielo! Esta noche han bajado para alumbrarte el camino para que no tropieces tu caballito de madero.-

-Si!, corre caballito, corre que el abuelo no nos alcance- Así pasó la noche hasta llegar a casa, feliz y rendida.

   Asivic le pareció tan divertida esa explicación que en el fondo de su corazón guardó con amor tan peculiar información y que luego al pasar el tiempo, ya con el abuelo más entrado en años, ahora ella  le contaba  historias que ella misma inventaba y que aderezaba con lecturas de cuentos y fábulas que tanto le gustaban.  








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⏰ Last updated: Jan 05, 2016 ⏰

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Cuando Vemos Con El CorazónWhere stories live. Discover now