Capítulo cuatro

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CAPÍTULO CUATRO

El despertador sonó a las siete y media de la mañana, pero yo ya estaba despierta. Después de esa horrible pesadilla me fue imposible volverme a dormir. Hasta que no empezó a amanecer no fui capaz de moverme ni un milímetro de la cama por miedo a poder verla. Tenía claro que esa chica intentaba decirme algo, que quería que la ayudara. «Pero, ¿ayudarle a qué?», pensaba. ¿A cruzar al otro lado? No tenía ni idea de quién era, nunca antes la había visto, y era tan horrible la idea de estar cerca de ella que estaba segura de que sería incapaz de ayudarla.

Con la llegada de los primeros rayos de luz me sentí con fuerzas de levantarme. Me consolaba la idea de pensar que quizás de día no pasara nada.

Tenía el estómago cerrado, fui incapaz de probar bocado. Me metí bajo la ducha un buen rato intentando despejarme.

Cuando llegué a casa de Nora ella aún no había bajado. Me apoyé en el muro de su casa y miré al azul cielo de esa mañana. Lo que no entendía y me tenía bastante ofuscada era el hecho de que cada vez que pensaba en la pobre chica muerta, el rostro de Gabriel aparecía y no sabía por qué.

—Pareces pensativa. ¿Te pasa algo?

Nora apareció detrás de la puerta, puso los brazos en jarra y esperó una respuesta.

—He tenido una mala noche.

Nora me observó sopesando mi respuesta y pareció convencida.

Era mi mejor amiga, supuse que entendería que algo malo me había pasado pero no preguntó y no lo hizo porque me conocía. Si yo no quería contárselo, ya lo haría cuando estuviera lista.

Durante el trayecto hasta el instituto, Nora me habló sobre su cita con Jonás. Estaba muy emocionada y hablaba tan rápido que no me daba tiempo a contestar.

Jonás al parecer se había portado como un caballero. La fue a recoger a casa, la invitó al cine y luego a cenar, y cuando se despidieron la besó fugazmente en los labios.

—Fue como esas películas que tanto me gustan. — Nora suspiró—. Creo que me he enamorado.

—No te precipites que luego te pasa lo de siempre.

Nora apretó la boca enfadada, sabía que tenía razón.

Era una chica muy enamoradiza. Siempre se hacía ilusiones, lo entregaba todo y luego o bien ella reconocía que se había precipitado, o el chico la acababa dejando tirada. No había tenido mucha suerte en el amor.

—Pero esta vez es diferente. Nunca antes nadie se había comportado así conmigo... Me encanta... —Miró al cielo y sonrió. Estaba esplendida.

—Yo ayer quedé con Alex —lo dije como si nada.

Nora me cogió del brazo y me obligó a frenar, me miró a los ojos con la cabeza un poco cabizbaja.

—Siento no haberte llamado... —dije como si fuera una niña pequeña y acabara de hacer una trastada—. Estaba cansada y ya te he dicho que he pasado una mala noche...

—Pues cuéntamelo ahora todo. Todo — remarcó.

Y no tuve otra opción. Le relaté todo paso por paso, sin dejar detalle alguno y, aun así, Nora era incapaz de creer que Alex no me hubiera besado.

—Pero si ya os liasteis en la discoteca.

Movía los brazos de un lado a otro sin dar crédito a lo que oía.

—No lo entiendo.

—Bueno, no tienes que entenderlo —dije harta de explicárselo—. Y ahora calla que vamos a entrar a clase y no quiero que nos escuche.

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⏰ Última actualización: Nov 09, 2015 ⏰

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