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En la actualidad

Las notas se sucedían en una dulce melodía, demasiado suave y demasiado sutil para ser oída por un ser humano.

―¡Joel está en casa! ―exclamó, con una sonrisa, al despertar.

Natasha se quedó acostada en la cama hasta que la música dejó de sonar. Entonces se levantó. Él siempre le traía cosas como esa cuando regresaba, luego de una larga ausencia. Ni siquiera su abuela Ruth sabía a dónde iba o cuándo volvería. Su trabajo era un gran misterio que, a veces, la incitaba a ir más allá de los límites de su imaginación. ¿Qué era lo que hacía? ¿Por qué siempre cambiaba de tema cuando alguien preguntaba? Y, aun más importante, ¿por qué lo mantenía en secreto?

Esta vez, el regalo era una caja de música. La había dejado sobre la mesa del comedor. Junto a ella, una nota:

"Tasha: Volveré pronto esta vez. Lo prometo. J."

¡No! Se había ido otra vez y sin despedirse. ¿Por cuánto tiempo? ¿Un par de días? ¿Un par de semanas, quizás? Ella esperaba que no fuera más que eso. O ya no podría reconocer el rostro de su hermano cuando lo viera.

Su hermano Joel. El furtivo. ¿Estaría huyendo de la policía? No, nada de eso. Él nunca haría algo fuera de la ley. Era demasiado correcto.

―Voy a tener que pensar en otra cosa ―murmuró Natasha, entrando a la cocina para prepararse el desayuno.

Se encontró con una pila de tostadas y el café recién hecho.

―Maldito seas. ¿Tanto te costaba decirme hola antes de escabullirte como una vil rata? ―protestó, pensando que su hermano siempre estaba demasiado apurado como para detenerse a hablar con ella. Ni que fuera el conejo blanco de Alicia en el país de las maravillas.

Encendió el televisor para sentirse un poco acompañada. Por lo general, cuando su hermano se iba, su abuela pasaba por ahí para hacerle compañía. Solían ver el canal de cocina por las mañanas, para sacar ideas geniales. Pero Ruth no estaba en casa hoy. Se había ido a pasar unos días a lo de su amiga Betty.

―Pobre mujer ―suspiró mientras masticaba, percatándose del sobre cerrado que había en la mesa. Claro, con el hambre que tenía no lo había visto.

Joel le había vuelto a dejar dinero.

Siempre era lo mismo. Él se ausentaba por unos días, y luego volvía para dejar un fajo de billetes; después, se iba de nuevo y así sucesivamente, hasta que un día aparecía todo maltrecho. Entonces permanecía en casa por un mes o dos. ¿En serio no era un criminal? Su comportamiento era bastante sospechoso. ¿Asaltabancos, tal vez?

―¡No! ¡Ya dije que él no haría eso! ―bramó, golpeando la mesa con el puño cerrado. Joel era demasiado buen tipo para dedicarse al crimen. Aunque eso explicaría muchas cosas, como por qué tenía un arma en el cajón de la mesa de luz.

Sonó el teléfono. Natasha salió disparada de la silla, en espera de que fuera ese desconsiderado. Tenía unas cuantas cositas qué decirle.

―¿Joel? ―preguntó aceleradamente.

―¿Nat? ―dijo una voz masculina del otro lado de la línea.

―Ah. Hola, Lucas.

Se desinfló como un globo pinchado. No es que no le agradara escuchar la voz de su novio de vez en cuando, pero ella tenía la esperanza de que fuese alguien más. ¿Acaso era demasiado pedir? ¿Se le iban a caer los dedos por marcar el número? ¡Hacía más de un mes que no hablaba con él!

Dhampyr: el clan de los cazadores (dhampyr #1)Where stories live. Discover now