Parte 8: Obediencia

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—Santa María, protégeme de este demonio —pidió Hilda, conteniendo el temblor de sus piernas; sostuvo la espada corta y apuntó con una guardia alta hacia su enemigo. Un hilo rojo de sangre recorrió el fino y anguloso rostro de Elondir como si fuera una larga lágrima; la sangre llegó al borde de su mandíbula y goteó, oscureciendo su túnica; las gotas se perdieron en el color verde profundo, como las hojas del bosque. Hilda pidió mentalmente un milagro para volver a tener una oportunidad de defenderse.

El viento sopló nuevamente entre ambos, levantando las hojas secas. Elondir tiró su capa a un lado del camino y empuñó lentamente su espada, con la mirada fija en Hilda; la luz que se filtraba entre los árboles se reflejaba en el metal, que tenía un ligero brillo azulado, el filo parecía casi líquido bajo esa luz.

—No volverás a tener una oportunidad, deberías arrastrarte y suplicar en el barro como toda tu especie —dijo Elondir mientras cambiaba su espada a la mano izquierda y luego vio su rostro en detalle en el reflejo de la hoja. —Ven, atácame; te daré ventaja —dijo, invitando a Hilda sin siquiera mirarla. Luna relinchó nerviosa y se paró en dos patas, amenazando a Elondir; este se dirigió a la yegua y susurró un nuevo encantamiento, bajando su guardia. Hilda sintió cómo rechinaban sus dientes; el bronco más grande y más fuerte embistió a Luna, apartándola y luego la golpeó en el suelo con los cascos, manteniéndola lejos del enfrentamiento.

Elondir no acabó de recitar el encantamiento cuando Hilda ejecutó un avance rápido, apuntando directamente a su garganta. El elfo apenas pudo responder con un desvío lateral, girando su cuerpo hacia la derecha y utilizó la hoja de su espada para desviar la estocada hacia el lado, fuera de su cuerpo. Las aves alzaron el vuelo ante la violencia del ataque.

Hilda había aprovechado la oportunidad que le dio Luna al distraer al elfo con su ataque. Aprovechando el desequilibrio momentáneo de la mujer, Elondir realizó un corte diagonal ascendente desde la izquierda hacia la derecha, apuntando al hombro de Hilda.

El golpe del acero resonó en todo el bosque, mezclado con el relinche de los caballos y la grava arrastrada bajo los rápidos movimientos de pies y cascos de los animales que se enfrentaban

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El golpe del acero resonó en todo el bosque, mezclado con el relinche de los caballos y la grava arrastrada bajo los rápidos movimientos de pies y cascos de los animales que se enfrentaban. Hilda recuperó rápidamente su postura y levantó su espada en un ángulo para bloquear el corte, desviando la hoja hacia arriba; el demonio tenía menos fuerza que los ladrones que solía enfrentar en el camino cuando cumplía las órdenes del rey.

Hilda, ganando confianza en su fuerza, aprovechó la apertura creada por el bloqueo para realizar una rápida estocada baja, apuntando a la pierna de su oponente. Sin embargo, la joven no anticipó la velocidad sobrenatural de Elondir, quien giró sobre sí mismo, esquivando el corte con una elegancia casi etérea. El elfo, aprovechando el momento, lanzó una serie de estocadas rápidas; Hilda sintió la muerte en cada destello bajo la luz del crepúsculo que se filtraba entre los árboles; los movimientos del demonio eran una danza mortal diseñada para desorientar y abrir la guardia de su oponente; en medio de los cortes que le causaba, el demonio sonreía.

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⏰ Last updated: Apr 29 ⏰

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