Capítulo 51

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Neith

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Neith

—Deja que me explique, Neith —murmuró la brujita que tras varios minutos pero aún entada en el suelo, recuperó el aliento.

Me giré despacio, atónito aún con aquella imagen que se había inmortalizado en mi mente. Pero con la certeza y la capacidad de recordar que seguía muy molesto.

—¿Explicar el qué? ¿Que estas putas runas estén por mi cuello? —pregunté irritado.

—Bueno, a parte de eso, todo. —comentó ella mientras se ponía de pie. 

Al menos tuvo la decencia de no bajar su mirada ante mi torso. 

—Entiendo que estés enfadado pero si hubieses estado en mi lugar, hubieses hecho lo mismo. 

—Ni muerto mentiría a los míos —gruñí contradiciéndola y cortándole.

Ella suspiró intentando permanecer calmada pero la bruja no tenía ningún derecho a estar molesta, ni siquiera por haberla estrangulado.

—Si, soy la heredera de la Corona Roja y también es cierto que soy el fruto de una relación prohibida entre una bruja y un humano. —se sinceró ella, a medida que intentaba acercarse a mi con cautela.

Ni me sorprendí, no me fiaba de ella en absoluto.

—¿Y entonces, la Bruja Roja qué es de ti? —pregunté borde.

—Mi abuela, quién mató a su propia hija por hereje. —confesó la bruja, dejándome un poco sorprendido pero mi rostro emanaba tanta ira que ni se vislumbró. 

Bufé con maldad. 

—¿Y qué haces con vida? 

Fue la cosa más frívola que pregunté en mi vida. En esa pregunta había odio, si y también, algo de desagrado. Me importaba una mierda ella, tan solo quería que me contara la maldita verdad

—Necesitaba una heredera con su sangre, a pesar de estar manchada con la humana. —ella también habló con sequedad.

Parecía ser algo de lo que no le gustase hablar en absoluto. Pero hoy se iba a hartar contándomelo todo, porque no la iba a dejar marcharse hasta que supiese que decía la verdad.

—Por eso quieres traicionarla, porque quieres venganza —sentencié yo mirándola a través del espejo. 

—No quiero traicionarla. 

—¿Y porqué te acostaste conmigo? 

Ella se quedó boquiabierta ante aquella repentina pregunta pero era la verdad, si a su madre la habían matado por haber tenido un bebe con un humano, ¿porqué ella repetía los mismos pasos que su madre? 

—Ya te lo dije, quería experimentar lo mismo que mi madre. 

—¿Es que acaso los humanos, hacemos el amor de otra forma o qué? —pregunté con repugnancia. 

La Leyenda ÁureaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora