Se siente muy lejos desde la última vez que pude deleitarme en tu voz, tranquila pero al mismo tiempo agresiva.
La extraño como una abeja necesita el néctar de una flor.
Siempre decías con pena y una sonrisa avergonzada que cuando eras pequeño soñabas con ser un vaquero, luego un príncipe, ¡y luego un príncipe vaquero! Eras tan tonto, mi lindo tonto.
Estoy segura que hubieras sido el vaquero más guapo y valeroso de todo el oeste.
Pero, ¿lo otro? Lo otro lo viví, porque te convertiste en mi príncipe.
No puedo encontrar otra manera de describirlo.
Siempre sonriente, siempre intrépido y bien parecido. El chico más adorable y hermoso que nunca conocí. Fuerte y con tantos miedos, pero tantas ganas de seguir adelante por más que las heridas de tus batallas te dolieran tanto.
Me escribiste una carta disculpándote, asegurándome que tu intención nunca fue lastimarme y que deseabas nada más que lo mejor para mi mientras te despedías y avanzabas contra un nuevo reto en el horizonte, la aventura más dura hasta ahora me parece.
Extraño tu voz.
No respondí a tu carta, porque, ¿Cómo podría? si fui yo quien te lastimó y te forzó todo el tiempo a algo que no sentías...
Eras un príncipe, sí, pero uno libre. Y yo era la malvada bruja que quería acapararte para ella sola. Aún cuando fuiste siempre tan gentil y caballeroso, aún cuando te tomaste el tiempo para enseñarme las maravillas de las historias y me enseñaste paso a paso a tomar un lápiz y a dejar mi imaginación fluir. Aún cuando tus manos, tan grande en comparación de las mías, me sostuvieron con cuidado y afecto. Aún cuando vi las cicatrices cubriendo tu cuerpo y tu mente, tuve las agallas de lastimarte y asustarte.
Te grité, te usé, puse mis manos sobre ti con tal de dañarte.
Porque mientras yo me perdía en ataques de ira y celos, tu solo bajabas la cabeza y aceptabas aquel dolor. Nunca levantando la voz, nunca lastimándome. Tan fuerte que podías levantarme del suelo sin problema alguno, tan enérgico que podías correr por horas sin cansarte, tu voz era tan grave y autoritaria, y aún así nunca te atreviste a defenderte de mi.
¿Cómo puedes disculparte? Si yo soy quien debería de sentirlo, mi valiente y lastimado chico.
Tus resoluciones y valores me hicieron cambiar sin embargo. Cuando te perdí por mis propias acciones. No una bruja ya, una princesa atrapada en la maldad, ahora encontrada en la realidad. La realidad de tu existencia, de tu tacto y tu calor.
Pero la realidad sin ti también era áspera y triste, como cuando no te tenía.
Extraño todo de ti.
Tus sueños, tus platicas, la manera en que te detenías a acariciar a cada animalito que veías por las calles, la suavidad de tus labios y el recuerdo maravilloso de la primera vez que te bese, tus motivaciones y la forma en que tus ojos brillaban como la luz más importante del mundo.
Me convencías, tu sola voluntad parecía a mi vista que podría arreglar hasta el más mínimo problema, tu amabilidad era inexplicable e inalcanzable. No había nadie que se comparase contigo.
Creí que me había dado por vencida, pero no se acabo.
Fue corto, fue intenso, fue...inexplicable, pero te amo como no he amado a nadie porque, ¿eres tan fácil de amar y tan difícil de olvidar? Mi corazón late como un loco por ti y lo único que quiero es abrazarte y apoyarte en cada batalla.
Mi valiente caballero.
El hombre del que me enamoré.
Avanzaré por ti de la misma forma que tu avanzas por la esperanza de un mejor mañana.
Y dedicaré cada una de mis palabras a ti, de la misma manera en que me enseñaste a mejorar y a dar lo mejor de mi.
Sincera y amorosamente;
-Una nueva princesa esperando a tu regreso.