Recetas y Otras Pociones. [En curso]

Capítulo 1: Vías de tren.

— ¿Segura que llevas todo? — pregunta mi tía Aurora por tercera vez desde que llegamos a la estación del tren deteniéndose a mitad de la multitud que la observa enojada. Los italianos tienden a ser demasiado temperamentales, sobre todo si se trata de alguien interponiéndose entre sus asuntos y su tiempo.

Mi tío Francesco voltea los ojos ante la insistencia de su hermana y la insta a seguir caminando con una mano en su espalda baja, empujándola, mientras seguimos arrastrando las maletas donde he metido mitad de mi vida la noche anterior. Francesco lleva una maleta en una mano, Aurora otra y yo llevo dos más, una en cada mano. Pienso en el cuaderno forrado de cuero marrón que ahora se encuentra oculto en el bolsillo interno de mi chaqueta mientras un escalofrío me recorre entera, y trago grueso ante la sensación de miedo de comenzar una nueva vida en Pollenzo, el lugar donde me enamoré de la cocina, gracias a mi madre.

Mi madre, Aysel Giordano.

Me hace falta.

Los altavoces de La stazione di Verona Porta Nuova, suenan por todos lados anunciando que el tren número Y99 con destino a Pollenzo está a diez minutos de ponerse en marcha. El protocolo de los viajes en tren al momento de comprar los boletos en linea siempre aconsejan llegar treinta o hasta una hora antes a la estación para no tener problemas en encontrar la puerta correspondiente a tu destino, pero, como siempre, mi familia, los De Luca en combinación con los genes Giordano, éramos experto en ser impuntuales en todos los sentidos. No podíamos evitarlo, y aunque las circunstancias nos ayudarán por mucho a ser puntuales, de alguna manera teníamos la capacidad de liarlo todo para llegar tarde.

Y esta no sería la excepción.

Aceleró el paso arrastrando las maletas empujando al resto de los pasajeros que estaban dispuestos a abordar por las puertas del tren correspondiente a su viaje. Me gano varios insultos obscenos pero actuó de oídos sordos mientras sigo avanzando abriendo paso entre la multitud. Por alguna razón, hoy es martes, pero hay tanta gente como si se tratara de un día festivo en Verona. Cuando veo en una de las columnas una pequeña pantalla con el numero de mi puerta, el corazón me late rapido y sin pensarlo dos veces me echo a correr arrastrando conmigo las maletas que a pesar de que pesan terriblemente, intentó imaginar qué son tan livianas como plumas para poder llegar al vagón.

Los altavoces de la estación hacen un último llamado a los pasajeros con destino a Pollenzo, y con suerte, logro escucharlo frente a frente con el encargado de marcar los boletos para abordar. Le sonrió al hombre con cara de pocos amigos, y cuando enarca una ceja con los labios fruncidos, me percato de que soy la última pasajera que falta por subir al tren. Suelto una risa nerviosa, cuando Francesco se acerca al hombre para preguntar si puede subir las maletas por mi al área correspondiente, y de mala gana, el hombre acepta plasmando un gesto aburrido y de frustración a la vez en su rostro.

Francesco me da un beso en la mejilla y se las arregla para tomar las cuatro maletas en sus manos para luego adentrarse dentro del tren.

Me doy la vuelta ignorando los insultos y quejas del hombre, para poder ver a mi tía Aurora quien parece estar reteniendo las ganas de largarse a llorar. Sus ojos están irritados y hace un mohín con los labios tan dulce que no soy capaz de ser yo quien controle el llanto. Abre los brazos, y me lanzo hacia adelante para poder abrazarla y sentir su olor dulzón que la caracteriza. Me acaricia el cabello cuando suelto un sollozo al mismo tiempo que deja un beso sobre mi coronilla.