CAPÍTULO 49

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FRANKIE

Cierro los ojos y me dejo llevar por la música. Los bajos hacen vibrar el suelo bajo mis botas mientras muevo mis caderas siguiendo el ritmo.

La noche está yendo mejor de lo que me esperaba. Los amigos de Brett han intentado meterse conmigo un par de veces, pero tras la falta de colaboración de "su líder" han acabado desistiendo.

Con ganas de estar un rato sola y de desconectar de todo, me encaminado hacia la pista de baile donde me contoneo entre los cuerpos sudorosos de los extraños que me rodean.

Me encanta la música y más aún bailar. No es la primera vez que bailo sola en una discoteca, aunque quizás sí que es la primera que lo hago sin cantar la letra de la canción a todo pulmón. Por desgracia he estado muerta durante cuatro largos años y el panorama de la música actual no para de sacar canciones nuevas, así que no me sé ni una sola de las melodías reggaetoneras que atronan a través de los altavoces.

Estoy en mi auge, pasándomelo en grande yo sola mientras de vez en cuando mando a tomar viento a algún que otro baboso que intenta pegarse a mí, cuando de repente los pelillos de mi nuca se erizan y la inquietante sensación de que alguien me está observando me inunda.

Al principio, trató de convencerme de que es solo mi imaginación, pero el sentimiento cada vez es más intenso y me veo obligada a dejar de bailar. Bajo los brazos y abro bien los ojos para escanear a las personas que me rodean. Entonces, hago un giro de 180 grados y la respiración se me queda atorada en el pecho cuando descubro a un hombre parado a tan solo un metro de distancia de mí. Un hombre que me observa con fijeza y absoluta fascinación en sus ojos de color café.

— ¿Rem? — murmuro estupefacta al reconocerlo.

Las comisuras de sus labios se elevan formando una suave sonrisa.

— Reconocería tu aura en cualquier parte — murmura él dando un paso hacia delante y borrando el espacio que existe entre nosotros —. Me alegra descubrir que los rumores sobre tu muerte han sido exagerados, Silver.

Mis labios se separan ligeramente por la sorpresa.

— ¿Cómo...

— ¿Cómo sé que eres tú? — completa él por mí cuando me quedo sin palabras. Entonces, su mano asciende para apartar un mechón de mi cabello azabache adherido a la piel sudorosa de mi mejilla. Remmes se toma su tiempo para colocarlo tras mi oreja mientras me estudia —. Eres la única persona sobre la faz de la tierra que emite un resplandor plateado, mi amor.

Lo había olvidado.

Había olvidado su habilidad especial para ver el aura de la gente. No leer mentes o ver el futuro como dicen las habladurías. Remmes no puede hacer ninguna de esas cosas absurdas e imposibles. No. Su poder es mucho más sencillo e inofensivo que todo eso.

Conocer este dato. Que mi aura es plateada fue lo que me inspiró hace cientos de años a adoptar el pseudónimo de Silver. Necesitaba un nombre que me hiciera sentir poderosa, que solo con escucharlo me infundiera esa seguridad en mí misma que durante mi primera vida humana no tuve. Parece una tontería, pero me ayudó. Fue uno de los elementos clave que me ayudaron a convertirme en quién soy hoy en día.

— Te reconocería en cualquier parte o, como en este caso, en cualquier cuerpo.

Tras esa declaración, Rem elimina los treinta centímetros restantes que nos separan y presiona sus húmedos labios contra los míos. Aún sorprendida por tenerlo delante de mí y porque me haya reconocido, me quedo inmóvil.

Quizás debería detenerlo, pero cuando Rem profundiza el beso separando mis labios con un hábil movimiento de los suyos e introduce su lengua en mi boca me afianzo a su camisa de lino y le devuelvo el beso. Porque esto es lo que siempre hacemos cuando nos encontramos, sin importar el paso de los años ni las circunstancias en las que ambos nos encontramos. Nos besamos como dos amantes apasionados, aunque realmente no mantenemos ese tipo de relación. Su familiaridad me inunda y por un momento olvido todo lo que ha ocurrido en la última mitad de década.

Devoradora de almas | EN PAUSA |Where stories live. Discover now