prólogo | madre e hija

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La intrusión de cada una ocurrió en el momento que seguían en el útero

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La intrusión de cada una ocurrió en el momento que seguían en el útero.

Su abuela, que dormía junto a su esposo en una noche de otoño, en la madrugada donde el viento helado crispaba los árboles y los búhos con su ulular eran los reyes.

A la mañana siguiente la mujer no sentiría nada más que la ligera inquietud de ser observada. El recuerdo del sueño que tuvo se borraría entre la niebla de su mente, poco a poco.

Para ella no habría despertar, ni tampoco para su esposo. Pero sí para la bebé que albergaba en su vientre.

La bebé que, algún día, también se convertiría en madre.

Una sombra se irguió en el umbral de la ventana, silenciosa, vigorosa como la cazadora que era durante el día.

Y ninguna sintió nada.

Aquella sombra que la visitaba no perturbó su sueño. La intrusión no rasgó la piel ni violó célula alguna de la niña o la madre. Así pues, el proceso duró mucho menos de un minuto.

Luego, la sombra se deformó.

Abrió sus alas y soltó un llamado de alerta mientras desaparecía en la oscuridad de la noche, en la lejanía, y el ulular de los búhos dejó de ser el sonido predominante.

«Kak, Kak, Kak. Kiak». No habría despertar para los mayores, más que el del día siguiente. Un nuevo día, una nueva rutina.

Para la bebé sería distinto; la intrusa que la sombra había dejado estaba descansando ahora en su interior, esperando a que el pequeño ser humano fuera concebido y la mujer que algún día se convertiría en abuela olvidara por completo el sueño de aquella noche fría y otoñal, para emerger años después como una nueva conciencia.

La bebé que se convertiría en madre. En su despertar, ésta tendría poco más de una década de vida. Sabría entonces lo que descansaba en el umbral del abismo para la humanidad, la antigüedad de todos los planes creados y cuáles se llevarían a cabo. Sabría lo que era necesario para poder cumplir con su propósito. Y cuando llegara a la madurez, conocería su siguiente paso.

Le daría las gracias a su progenitora, la humana de la cuál su cuerpo, también humano, había nacido. Era parecida a ella, pero no era igual a ella.

Ni tampoco lo sería una de sus hijas.

Desde temprana edad, sabía que conocería al ser humano perfecto con el que tendría su familia, el hombre que se convertiría en su marido. Su primera hija, que sería idéntica a él con un carácter que tendería a debilitarse con los años. Otros dos con los que no tendría mucha compasión, una pequeña que no conocería lo suficiente... Y la candidata perfecta.

Entonces, la misma sombra volvería otra noche con otro intrusa.

La historia tendría que repetirse de nuevo.

Esta vez, ella estaba en el lugar de su madre. Y en su lugar, en su vientre, estaría la nueva intrusa. Sería como mirar desde arriba el despertar de una nueva era, y lo que vería sería hermoso y poético. Y trágico, muy trágico. El despertar de alguien a quien quisiera llamar hija. O alguien a quien poder manejar.

El amor no era más que un instinto para proteger su futuro genético. Un futuro perfecto.

Así, la sombra retornaría entre aleteos y graznidos. ¡Kak, Kak, Kak. Kiak! Compartirían el mismo propósito, compartirían aquella sombra y aquel obsequio. Como en el día, que le llamaban Halcón, el pájaro las convertiría en la tuerca de un mismo engranaje.

Aunque ella lo recordaría todo, siempre lo sabría y siempre estaría vigilando a su descendencia hasta que llegase el momento de irse.

Todo saldría maravilloso. La candidata perfecta para el mayor plan de toda su raza tendría su despertar con más de un empujón y tropiezos. No podría equivocarse con ella, porque todos los de su especie habían conocido los riesgos de vivir bajo la piel de un ser humano.

Ellas dos más que ningún otro.

No tendría por qué haber margen de error. Aquella candidata había dado su palabra: cumplir el propósito para el que fue creada.

En el momento que llegase la nave, en el momento que aquel punto en el cielo marcase el final de la historia humana y la de Ellos se comenzase a escribir en su nuevo hogar.

Una historia escrita con tinta en las estrellas. Cuando la última de ellas apague su luz, y una nueva naciese en el centro del universo.

 Cuando la última de ellas apague su luz, y una nueva naciese en el centro del universo

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THE BRIGHTEST STAR, the 5th waveWhere stories live. Discover now