—¿Desde cuando sabes leer en braille? —preguntó el mexicano con una coqueta sonrisa.
—Tuve que aprender para enseñarle a Miguel. —en ningún momento Víctor apartó su mirada de aquel libro, a decir verdad, cualquier literatura seria más entretenida que hablar con aquel molesto e metiche mexicano.
Manuel alzó una ceja con notoria confusión —¿Apoco tú le enseñaste? —observó como el peruano asentía -¿no tenía a alguien más? —preguntó con curiosidad.
Víctor no sabía cómo contestar aquello, seguramente por la vergüenza que sentía en su interior y que el contrario desconocía —Ayudarlo a leer el braille es lo menos que puedo hacer, él me ayudó a aprender a leer. —se percató de la confusa expresión ajena —Miguel no siempre ha sido ciego. —frunció levemente su ceño y volvió su vista al libro, tocando con sus dedos las hojas de aquel objeto.
El mexicano realizó un mil de expresiones ante la revelación, ahora más que nunca sacaría su lado chismoso para que el peruano le contara de pies a cabeza aquella situación.
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Ya había pasado un rato desde aquella pequeña revelación de Víctor, pero este se negaba a contestarle sus preguntas, a la final se rindió y no le interrogó más.
Manuel se recostó sobre el hombro del más bajo, queriendo molesta —¿Al menos me enseñarías leer el braille? —preguntó, ahora su plan era acercarse al venezolano y preguntarle, quien sabe, tal vez esté si se digne a responder sus preguntas.
—¿Por qué quieres aprender braille? —ignoró su libro por esta vez y observó al moreno, viendo que este ponía un rostro coqueto, frunció el ceño ante aquello y volvió a observar su lectura.
—No sé, se me antojó aprender para el veneco.
—Ummm. —apretó sus labios, aquel apodo le molestaba, y eso que no era dirigido hacía él.
—Tal vez le mande cartas de amor hechas en braille. —rió con levedad ante su propio comentario.
A Víctor no le habían gustado aquellas palabras.
Con fuerzas (y ambas manos) cerró su libro, ocasionando cierto eco en aquella sala; movió su mirada y observó con disgusto al mexicano, indicándole que tenía más que prohibido hacer aquello.
Manuel sonrió nervioso —O tal vez sólo le mande frases del principito, ja.
