Oigo la voz estridente de mi madre que dice: "Gertrudis a comer".
Bajo al pequeño comedor con aquella mesa para nada ostentosa. Y debo comerme el plato de aquella comida que ni tiene buena pinta. Eso sí, le lancé una mirada de reproche y de asco a mi madre que creo que se quedó un poco helada.
Sí, ya sabes de que mirada hablo, de aquella mirada gélida como el hielo y a la vez abrasadora, porqué ya sabes lo que se dice, no jueges con fuego que te vas a quemar.
Con mi madre, tengo una relación más bien pasable, se podría mejorar pero bueno. Yo creo que no va del todo bien, porque le doy miedo y eso según ella, no le había pasado nunca, eso de tener miedo de una persona.
Me como aquel plato rápido para poder ir a la habitación para repasar el plan que quería llevar a cabo en el laboratorio. Esa tarde tocaba química, justo a última hora. Cuando parece que no hay nadie pero que está todo el colegio, te abraza ese silencio que muchos considerarían expectante e incómodo.
Que bien nos lo íbamos a pasar en el laboratorio, no todos cabe matizar, pero almenos podría implantar justicia con aquellos que la justicia no les ha sido premiada. Pues con la química, he encontrado mi mejor aliado, sobre todo porque todas las reacciones y formulaciones se deben igualar.
