Valentía.- RELATO IV

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Mi perro me despertó a las seis de la mañana como acostumbra a hacer en verano. Viendo que no me iba a poder dormir de nuevo cogí el libro que estaba leyendo y proseguí con la lectura. A las ocho, ya cansada de leer, decidí subir a preparar el desayuno y abrir la terraza. Las pesadas puertas de metal se movieron con un chirrido. Una vez que el sol entró por los grandes ventanales, coloqué la vajilla en la mesa y calenté un vaso de leche. Tras beberme un zumo, el vaso de leche y comer algunos cereales bajé a mi habitación. Hice la cama y me vestí con mi bikini, encima me puse unos shorts con rotos. Abrí la puerta y salí a la zona de columpios que hay en casa de mi tía. Me senté en el columpio a esperar a que el resto se despertase. Me puse los auriculares y comencé a balancearme en el columpio. Media hora más tarde, allí estaba él, mi vecino Gerard.

Tan pronto como le vi aparecer por la puerta de su casa subí a la terraza para tener una mejor visión de la superficie de su casa. Llevaba una camiseta azul y un bañador blanco. Llevaba el pelo castaño revuelto. Sus ojos marrones se posaron en las escaleras de su porche. Se sentó en ellas, dirigió la mirada hacia mí, pero al ver que yo se la devolvía, la apartó. Sacó su guitarra de la funda y comenzó a tocar una canción. Esa canción me hizo recordar el verano en el cual le conocí.

Yo tenía 12 años, era Julio, iba a cumplir mis 13 en octubre. Yo estaba con mi primo y con Gerard en mi habitación, estábamos esperando a que fuesen las cinco para poder bañarnos en la piscina de mi tía. Tras pasar dos horas jugando y riendo en el agua, subimos a comer un bocadillo de chocolate y  un Cacaolat. Al acabar de merendar salimos a los columpios. Estuvimos columpiándonos y jugando al escondite hasta que Gerard tuvo que irse a su casa a cenar. Mientras cenábamos, tonta de mí, le dije a mi primo que me estaba empezando a gustar Gerard, no sabía la razón, pero así era. Mi inteligente primo decidió que era una gran idea contárselo, y así lo hizo. Al llegar hasta la valla que divide las dos parcelas me los encontré hablando del tema. Gerard me miró e hizo un gesto con la cabeza a modo de negación. Se tuvo que ir al paseo marítimo con sus padres, así que yo me quedé con mi primo, al cual le guardaba cierto rencor, jugando a la DS.

Y tras ese día no volví a hablarle por miedo. Y así, observándolo desde la terraza, comencé a darme cuenta de mi error. El año anterior le había ignorado totalmente. Él me sonreía y me tocaba la guitarra, pero yo simplemente le miraba. Pero este año había decidido hablarle, él me miraba todos los días sonriendo, pero cada vez que yo trataba de sonreírle de vuelta o saludarle, él apartaba la vista con las mejillas enrojecidas. Así pasaron las dos últimas semanas de un mes aislada del resto del mundo en Calafell. El día que me iba a ir me acerqué a las flores de la valla para sacarles foto, ya que me gusta la fotografía. Él se acercó por su lado de la valla y me despidió con un suave “Adèu”. Le miré y yo le devolví la palabra con una débil sonrisa. Media hora más tarde, cuando ya estábamos en la autopista me puse a llorar en el coche. Lloré por no haber tenido la valentía de comenzar a hablarle, ya que ya no lo iba a volver a ver. Este año no vamos a ir las dos últimas semanas de Julio. Todas las esperanzas que tenía se disolvieron en cuanto salí de la casa de mi tía. Siempre me quedará el recuerdo, porque su casa estará allí, vacía, pero permanecerá a la espera de que él vaya a pasar su verano ahí.

-.Andrea.-

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⏰ Last updated: Mar 14, 2013 ⏰

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Sangre por tinta.Where stories live. Discover now