02 Acontecimientos en el distrito Troto

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El entrenamiento en el ejército duró casi cuatro años. De todos los reclutas, solo unos pocos trabajaban duro, el resto (entre los que me incluyo) nos lo tomábamos con más calma, mucho menos en serio, ya que, al fin y al cabo, para vivir lejos de los giganteses, dentro de los muros, no necesitábamos entrenar tanto.

Aprendimos a usar el equipo de cuerdas, que son como dos cajas metálicas que se colocan en la cintura, gracias a unos cinturones, y sirven para moverse a lo Spiderman por las ciudades y los bosques. Con el equipo de cuerdas no solo puedes moverte más rápido y volar, además son para luchar contra los giganteses, porque permiten llegar hasta su cuello para cortarlo (según el manga original, la nuca es el único punto débil de los giganteses).

Yo no entrené en combate cuerpo a cuerpo porque ni me gustaba pelear entonces ni me gusta pelear hoy día, es algo agotador e inútil, total, los giganteses nunca se acaban, por muchos que mates siempre salen más. Yo, antes de pegar puñetazos o de dar patadas, prefiero insultar, que no mata, pero como dijo un sabio una vez, por lo menos desmoraliza, y si desmoralizas mucho a alguien puedes conseguir que se quite la vida, así que es mucho más eficaz. Con este truco de desmoralizar puedes derrotar a un hombre de dos metros, a una rusa de aspecto amenazante o a la niña del exorcista aunque ella se aliase con la de The Ring (película que no he visto porque Edem se coló en el cine a verla y no se le pasó por la cabeza llamarme).

 Con este truco de desmoralizar puedes derrotar a un hombre de dos metros, a una rusa de aspecto amenazante o a la niña del exorcista aunque ella se aliase con la de The Ring (película que no he visto porque Edem se coló en el cine a verla y no se...

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Por fin íbamos a ser soldados Edem, Vivienda, Rizo, Berhold, Annity (esta es la rusa), Pasha, un tal CPU, Doraemon, Depo, Finn el humano, Jake el perro y yo. Había más reclutas, pero no recuerdo sus nombres, así que para mí es como si no existieran. La mayoría de nosotros teníamos quince años (si no la mayoría, por lo menos yo sí), así que todo esto nos sucedió el año pasado. Ahora tengo dieciséis.

Nuestro instructor era un calvo cuyas enormes cejas le servían para proteger sus ojos del sol. Como yo casi no tengo cejas pues me da todo el sol en la cara y no veo nada. Tengo los ojos azules (sí, lo sé, soy hermoso) y sin gafas de sol no puedo estar, pero, como no dejan llevar en el ejército, tengo que aguantarme. Bueno, continúo con la historia, que me despisto. El instructor se levantó animado esa mañana y en cuanto nos tuvo a todos en fila haciendo el saludo al rey (Sí, soy republicano y hago el saludo al rey, yo también me odio) nos dijo:

-¡Muy bien, reclutas! ¡He llegado a la conclusión de que si a estas alturas no estás preparados para luchar contra los giganteses y proteger los muros entonces no lo estaréis nunca. Es por ello que desde hoy todos seréis soldados. Salvo tú -en ese momento señaló a Doraemon-. Tú has suspendido y por tanto quedas expulsado del ejercito para siempre. Vete y llévate todos esos inventos inútiles a otra parte.

Se marchó corriendo y fue la última vez que vimos al pobre Doraemon. Dicen que después de eso se subió a una montaña y tuvo un accidente con su gorrocóptero. Lo más probable es que no sobreviviera a aquella caída de 40 metros.

El instructor nos dio una carta a cada uno. Dependiendo de la que te tocase eras asignado a una tropa u otra. Se podría decir que me lo estaba jugando todo a una sola carta. A Edem y Vivienda les tocó la tropa exterior. No debí reírme de ellos porque justo después me tocó a mí coger carta. El destino quiso fastidiarme y me tocó estar en exterior junto a ellos. Todas mis esperanzas y sueños de vivir seguro y tranquilo sin tener que hacer nada se fueron al garete en un abrir y cerrar de ojos.

Ataque a los GigantesesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora