Capítulo 18: La invitación

44.3K 2.3K 1K
                                    

Alec

Los humanos somos animales, dispuestos a hacer lo que sea necesario para sobrevivir... y eso nos hace de los depredadores más mezquinos en la cadena alimenticia.

Cuando conseguimos lo que queremos, llenamos nuestros frágiles egos para seguir con nuestras vidas, demostrando así que lo que nos sucede no es más que un mero capricho, pero si al recibir la primera probada nos termina gustando, nos convertimos en seres viles, oscuros y obsesionados con tener más hasta hartarnos.

Algo más o menos así me pasaba con Brianna, con la diferencia de que me había convertido lentamente en un adicto y seguro que mi adicción en poco tiempo no iba a ver un fin.

La noche anterior, seguro que me había corrido como un maldito mocoso en su cara, y a pesar de que era bueno cumpliendo mis promesas, iba a darle a Bri un voto de confianza para que hiciera lo que mejor quisiera, pero en la primera oportunidad que tuviera de ver la señal contraria, no iba a dudar en retractarme.

Una cosa era lo que dijera su boca y otra muy diferente su manera de actuar, lo que me gritaba su postura y lenguaje corporal cada vez que estaba cerca y como su cuerpo respondía al mío como imágenes, no era lo que siempre exclamaba como rechazo absoluto

Estábamos unidos por un hilo invisible que nos amarraba el uno al otro de forma directa y que por más que tiráramos de él para romperlo, solo se hacía más fuerte y grueso.

La piel me ardía de solo recordar como se había sentido contra mi cuerpo, menuda y estrecha; de rodillas, con los labios envueltos alrededor de mi polla, como si hubiera hecho aquello antes, a pesar de ambos saber que ni siquiera un pensamiento sucio había pasado antes por su cabeza. Diseñada por los cielos para ser mi condena y tortura, y eso me agobia.

Porque estaba viviendo en un modo automático en el que, cuando la tenía cerca, estaba demasiado enojado o demasiado caliente y ninguna de esas dos características me dejaban pensar con claridad.

Me molestaba su mojigatería y la poca convicción que tenía de sí misma para decir en voz alta lo que quería o lo que pensaba y en realidad quería con creces cambiar eso.

En una última instancia, durante la madrugada, la había acompañado lo más cerca posible de su edificio y me había quedado un rato mirando a lo lejos hasta que hubiese tenido la seguridad de que había entrado al lugar sin meterse en más problemas.

Debía barajar las posibilidades, ya que en la mente de Brianna el —dejarla en paz—, seguro tenía más peso y se construía de más cosas que no volverle a mencionar el tema de la mamada, pero según mis normas, no se trataba de que pagara su deuda y ya, ahí terminaba nuestra conexión.

Tenía que ver más en como reaccionaba ante sus estúpidos principios y en la forma en la que se rompía. Como bajaba sus muros altos, impuestos por unas cuantas lavadas de cerebro de la educación estricta, que no solo había recibido en su hogar, también en el internado.

Por eso, cuando me la encontré esa mañana, saltándose las clases, las cosas habían tenido menos sentido.

Había chocado contra mi pecho al caminar de forma descuidada hacia el edificio principal y gracias a la memoria muscular que tanto me molestaba a veces de mi cuerpo, mis brazos de forma automática la habían recibido para estrecharla contra mí.

—Si supieras la cara que pones cuando te desafían y vas contra tus prejuicios, tal vez pudieras comprenderlo. —Fue lo que contesté, luego de que abruptamente y con una calma que me sorprendió, confesara que me tenía algo llamado miedo.

Su rostro se alzó para verme, al mismo tiempo que la tomé con más fuerza de la cintura. Su cabello, normalmente impecable y sin un mechón rebelde fuera de lugar, se encontraba suelto y despeinado, haciendo que alguno de ellos le cayeran por la frente y que yo tuviera la necesidad de tomarlos con la mano que tenía libre.

Psicosis: bajos instintosWhere stories live. Discover now