Confesión

14 1 0
                                    




De pronto un silencio fúnebre se apoderó de la habitación, solo para ser roto por el eco de un gimoteo suave seguido de unas frases quebradizas.


-A...quí, a...quí... recitaba la extraña voz que claramente emergía desde el interior del antiguo armario.


Una de las policías se encuclilló y alargó sus brazos hacia el interior, llamando al niño a salir por sus propios medios, pero no hubo respuesta.

-Sal de ahí, no tengas miedo, nadie te hará daño, yo te protegeré. Puedes salir.


Luego de unos instantes tanteando en la oscuridad sin éxito al interior del armario, su rostro palideció repentinamente al hallar algo oculto entre un montón de ropa enmarañada.


Se trataba del cuerpo frío e inerte de un pequeño niño, en avanzado estado de descomposición.


En el instante mismo en que lo tomaba en sus brazos para colocarlo fuera del armario la monstruosa mujer comenzaba a dar alaridos teñidos del más profundo terror y desesperación.


-¡¡Está bien yo lo hice, yo lo hice!!... ¡¡¡Por favor sáquenme de aquí!!!

¡Aléjenme de él, se los ruego, por favor aléjenme de ese maldito niño!


La mujer con los ojos desorbitados y enfocando la nada, forcejeaba con todas sus fuerzas mientras balbuceaba,


-Es que no...no...no dejaba de llorar, no...no... paraba de molestar...

Siempre que le daba una golpiza se quedaba en silencio... pero esta vez...esta vez no funcionó.

¡NO FUNCIONÓ!

¡Cállenlo, cállenlo por el amor de dios, cállenlo!

Él continua... continua llorando y gimiendo sin control...

¡Me está enloqueciendo! ¡Deténgalo por favor! ¡Me está volviendo loca!

Está bien...está bien... me desesperé, se me fue de las manos...y bueno...

¡Yo lo maté!

Pero lo maté hace seis meses y aún...aún...no deja de llorar...

¡Por favor llévenme con ustedes, se los ruego por favor, tengan piedad! 

¡Por favor llévenme con ustedes!

¡Él me encerró y no me dejó huir de este maldito apartamento en meses!

¡Se los ruego oficiales, por favor llévenme de aquí!

Por favor... Se los suplico...




Un silencio lúgubre inundó la habitación, mientras los rostros de los presentes parecían no solo demudarse ante la grotesca y vil revelación que hacía la mujer, sino también ante la mórbida a insólita situación de la que habían sido testigos.


El GritoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora