Parte 1. En trance.

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Brenn me miró con inseguridad mientras golpeaba la aguja con sus uñas. Acarició mi brazo hasta llegar a la benda que me apretaba las venas haciendo que pareciese una culturista y fijó sus ojos en los míos. Podía oler la sustancia que calcinaba sobre la cuchara. De repente sentí el frío de la aguja apoyarse sobre mi antebrazo. Me miró y yo cerré los ojos.
-Adelante- dije en voz baja.
Brenn besó mi frente y presionó la aguja sobre mi brazo. Sentí cómo éste la acogía como dándole un abrazo. Poco más tarde, comencé a sentir como mi brazo se hinchaba, llenándome de una sustancia fría que parecía helarme todo lo que alcanzaba dentro de mí.
Me mareé y empecé a no ver las cosas con claridad, sentí que me faltaba la respiración y me tumbé en la cama.
Brenn se tumbó a mi lado y me besó en el cuello. En el momento en que mi piel y la de Brenn se tocaron, sentí que todo se hundía. Me sentí como si la cama se apoderase de mí, ahogándome dentro de ella, pero Brenn estaba conmigo. Tenía ganas de dejarme absorber por la cama, con él, y quedarme ahí para siempre. Mi mente se inventó una música que no asociaba con ninguna canción que conociese, pero era lenta y tenía algo de erótica.
Cuando quise darme cuenta Brenn seguía besándome el cuello. Siguió acariciando y besando mis hombros mientras me levantaba la blusa. Normalmente le habría parado, solía pararle, pero mientras estuviese en ese paraíso de sentidos imaginarios, lo último que quería era hacer un esfuerzo.
Al cabo de un rato sintiendo, viendo, oliendo y escuchando cosas que nunca habría sentido sin estar colocada, me dormí. Tanto Brenn como yo estábamos totalmente desnudos, pero demasiado cansados tanto como para aprovechar la situación como para vestirnos de nuevo.
Cuando me desperté, Brenn seguía en la misma posición que antes, pero con los ojos abiertos, observándome.
-Buenos días
Habríamos dormido unas dos horas, pero se habían hecho eternas.
Brenn me agarró de la cintura y me colocó tumbada boca abajo sobre él. Me acarició la espalda. Aún quedaban secuelas de nuestro pequeño viaje al paraíso así que todo parecía ir a cámara lenta, en imágenes sueltas.
Brenn me empujó hacia delante, dejándome sentada sobre su cintura y acariciando mis costillas con su nariz. Nos movimos enredándonos como dos cuerdas en un nudo marinero. Me miraba con esa mirada que me hacía sentir ganas de tener un orgasmo solo para igualar el erotismo que conllevaba esa mirada. Sentí dentro de mí la calidez de sus manos y el frío de su lengua, sus besos por todo mi torso y sus caricias por mis piernas.
Todo acababa y a las dos horas todo parecería un cuento, porque cuando estás en el paraíso de esa forma, eres mucho más que consciente de tus hechos, pero todo parece una buena idea.

Detalles del paraíso y del sexoWhere stories live. Discover now