🎄 Epílogo 🎄

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Pocas experiencias me habían cambiado la vida por completo: el abandono de mi papá, la muerte de mi mamá

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Pocas experiencias me habían cambiado la vida por completo: el abandono de mi papá, la muerte de mi mamá... Pero Expreso Navidad no solo la había cambiado: la mejoró. Y al ver a la mujer recostada de mi brazo mientras contemplábamos el encendido del árbol, cada uno con una taza de chocolate, avivó una llama que nunca se apagó, solo había perdido intensidad.

Eso, sin dudarlo, era satisfacción en su expresión más pura.

―Te ha quedado hermoso ―me dijo Klara―. Estoy segura de que tu madre está contenta.

―Imagino que casi tanto de vernos a todos fuera de la tormenta.

Klara se echó a reír. Haber pasado Nochebuena atrapados en el tren no había sido tan malo como parecía al principio. Los pasajeros y el personal, incluyendo a Klara y a mí, se habían encargado de que los vagones se parecieran a un hogar lo mejor posible. La cena no tenía nada que envidiarles a los grandes restaurantes, nunca faltó una bebida caliente ni música para alegrar el ambiente. La estábamos pasando tan bien que ni siquiera nos dimos cuenta cuando paró de nevar. Tal como lo habían dicho desde el puesto de mando, el equipo de emergencia vino a nuestro rescate y después de ayudar a limpiar la cabina y la vía, Klara pudo llevarnos a la estación.

―¡Ha sido una Navidad especial, señorita Klara! ―le dijo una de las pasajeras al bajar del tren―. ¡La veo el próximo año! ¡Felices Fiestas!

Para nuestra sorpresa, una gran parte de los pasajeros también aseguraron que tomarían el Expreso Navidad el diciembre próximo. Klara me miró con una expresión divertida.

―¿Tienes espacio en tu agenda de trabajo? Creo que tendré que contratarte otra vez.

―Oh, sí ―afirmé con convicción―. Por supuesto que sí.

Un hombre bajó del tren. Klara me explicó que era Wilhem, su primo.

―¿Vendrás a la cena familiar? ―le preguntó.

Klara se entristeció, pero poco después sacudió la cabeza mientras esbozaba una sonrisa ladeada.

―Todavía no estoy lista.

―Bien. ―Wilhem le regaló una sonrisa conciliadora―. Felices fiestas, querida prima. Nos vemos después de las vacaciones.

Klara lo despidió con la mano.

―Astrid, Hans y yo prepararemos una cena en casa. ―Le rodeé la cintura con el brazo. Klara entendió de inmediato el permiso que le estaba dando y me rodeó el cuello con los suyos―. ¿Quieres venir?

―Me encantaría.

Y aquí estábamos, cubiertos por el edredón rojo y bebiendo de una taza de chocolate mientras observábamos a Astrid y a Hans encender las últimas luces.

―La comida no debe tardar en estar ―dijo Astrid―. ¿Por qué no revisas si a la mesa no le falta nada?

La pregunta iba dirigida a mí, por lo que refunfuñé ante la posibilidad de abandonar la comodidad del sofá que compartía con Klara.

―Yo iré. ―Klara me dio un golpe en la pierna antes de levantarse. Cogió las dos tazas y se dirigió a la cocina.

Corto de opciones, me levanté del sofá y me acerqué al árbol. Astrid había cometido un par de infracciones a los principios básicos de decoración, pero no le dije nada. Había un valor sentimental en los adornos que era más importante que la estética.

Solo faltaba una cosa: la placa de madera en donde había pintado el rostro de mi mamá. La agarré de la caja y la puse con cuidado entremedio de otros adornos. Suspiré e intenté ignorar ese dolorcito en mi pecho. Otra Navidad sin ella... Pero, al menos, otra persona importante había vuelto a mi vida.

―Feliz Navidad, mamá ―susurré a su imagen sonriente. Como si aún estuviera aquí, me incliné hacia ella y le dije―: Gracias por traerme a Klara. ―Le guiñé un ojo y sonreí.

―¡Tomte! ―me llamó la susodicha―. Ya vamos a cortar el cordero.

―¡Ya voy!

Incliné la cabeza ante la imagen de mi mamá y me despedí de ella, aunque el recuerdo de su cariño nos acompañó hasta la mesa donde, una vez más después de tantos años, se volvieron a escuchar las risas.

Incliné la cabeza ante la imagen de mi mamá y me despedí de ella, aunque el recuerdo de su cariño nos acompañó hasta la mesa donde, una vez más después de tantos años, se volvieron a escuchar las risas

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