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Después del nacimiento de Elizabeth, fue como si la vida de Courtney hubiera comenzado otra vez. Olvidó los errores cometidos en preparatoria, olvidó sus aventuras en la universidad y los malos tratos en el trabajo; intentó dejar ir los momentos de tristeza y se concentró en guardar todos aquellos en los que reía, en los que sentía que la vida era asombrosa y aquellos en los que Lucas viviría para siempre. Intentó dejar espacio para nuevos momentos que la llenaran de alegría. 

Incluso las cosas con James lucían muchísimo mejor que antes. 

Los primeros días en los que Elizabeth estuvo con ellos en el departamento, lo notó temeroso y distante. Sabía que le asustaba la fragilidad del pequeño ser humano que dormía a su lado, pero no ignoraba que también le asustaba que la pequeña no fuera producto de él. Ella era más que consiente que James aún no borraba el recuerdo de los sospechosos mensajes de Matthew, aquellos que sobre guardaban un doble sentido. No lo culpaba de nada, porque incluso ella recordaba lo mucho que tardó para olvidar aquella ocasión en que él guardó el secreto sobre la salida que había tenido con Carlee. Incluso se había ido lejos de todo para sobrellevar el dolor, razón por la cual  jamás sintió derecho de decir algo.

Aunque era un hecho el que no podía evitar sentir un poco de amargura al ver como James se podía quedar horas mirando a Elizabeth dormir  mientras que de su mete salía humo por pensar y pensar cosas que Courtney jamás sabría. No fue un tormento  para ella el intentar ignorar aquello, porque el departamento estuvo lleno de conocidos que querían conocer a la nueva integrante de la familia. El tener que sonreír y atenderlos siempre mantenía su mente ocupada, obligándola a poner su mejor cara.

La familia de Courtney estaba encantada con que la pequeña tuviera el mismo color de cabello que ella, sin embargo, la madre de James había notado cierto detalle aún más encantador: el color de ojos.  Los doctores habían mencionado que lo más probable era que los ojos de Elizabeth fueran del tono miel que tenía Courtney, ya que siempre era muy baja la probabilidad de tener ojos de color. Y aunque hicieron hincapié en que el tono de sus ojos podría estar en constante cambio hasta el primer año de edad, la madre de James notó ese peculiar tono azulado en los ojos de la pequeña de dos meses. 

James le repitió a su madre lo que los doctores habían mencionado, sin embargo, su madre lo calló con un simple:

—Es el mismo tono que tu tenías a su edad—sonrío—. Recuerdo que cuando abriste los ojos tenías ese color azul y ese toque de manchas grises. Eras la envidia entre la familia de tu padre, el único nieto con la suerte de la genética. 

Courtney tenía grabado en su mente el momento en el que James había quedado en shock en el quirófano al ver por primera vez a Elizabeth, por eso le resultó tan familiar la mueca en su rostro y la carcajada que soltó al mirar nuevamente a su hija después de aquel comentario. Lo que sí le resultó nuevo fue la mirada que le lanzó;  una mueca lastimera cargada de mucha culpa. Ella no supo que hacer más que sonreír y borrar otra docena de recuerdos dolorosos, pero él sólo suspiró y se encerró en la habitación hasta que su madre se fue y Elizabeth se durmió. 

Cuando regresó a la habitación y notó que el seguro ya no estaba puesto, abrió la puerta con total tranquilidad. Notó a James sentado en la orilla de la cama, quien al notarla cerca corrió a abrazarla con fuerza. Esa noche nadie dijo nada más. Se conformaron con estar cerca el uno del otro, transmitiéndose tranquilidad y jurándose amor en voz baja. 

Courtney terminó agregando recuerdo tras recuerdo a su cabeza. Como la boda de Amy y el hecho de que aún no podían creer que ella y James habían tenido una hija; el primer aniversario de la muerte de Lucas, el día que la mamá de James por fin la aceptó en la familia, el primer cumpleaños del hijo de Cristina; el día que encontró a Carlee en el supermercado o incluso aquella vez que James le llevó flores sólo porque sí. Pero, había tres ocasiones que recordaba con sumo cuidado:

1.  La primera palabra de Elizabeth.

2. El momento en el que descubrió que estaba embarazada por segunda vez.

3. Cuando James le propuso matrimonio por segunda ocasión. 

El primero era un recuerdo que le ponía de buenas en menos de un segundo, pero el segundo y el tercero, eran recuerdos que le hacían darse cuenta de cómo la vida avanzaba y no se detenía por nada del mundo. 

No recordaba con exactitud la hora en que aquel día había llegado a casa, pero recordaba regresar del trabajo y  tener un poco de hambre. Elizabeth ya tenía un poco más de dos años  y balbuceaba una que otra palabra. Le pareció gracioso estar sentada en el retrete esperando que la prueba de embarazo diera resultado mientras que la pequeña en el piso decía incoherencias mientras agitaba con vehemencias algunos juguetes. Pero lo que más le había parecido asombroso, fue saltar de felicidad junto a James por todo el departamento; no sabía cómo describir el sentimiento de felicidad que se asentó en su corazón. Sin embargo, su tercer recuerdo más feliz le hacían creer que la vida sí que podía tener piedad.

Aquel día era soleado provocando bastante calor en la ciudad. El vestido amarillo que llevaba Courtney provocaba que su estómago abultado sobresaliera un poco más y que las mejillas de Elizabeth estuvieran un poco más sonrosadas. James caminaba como si estuviera desconectado de la realidad y se mordía los labios constantemente, cosa que no pasó inadvertida para la castaña. Tenía la vista puesta en las ramas ondeantes de los arboles y le pareció ver como sus manos temblaban, pero intentaba ocultarlo cargando a Elizabeth entre sus brazos. 

Lo curioso de todo, fue que Courtney jamás sospechó lo que pasaría, pues había cosas que ya había aprendido a soltar. Después de unos minutos jugando en el parque, su corazón se detuvo al ver como James se ponía sobre su rodilla izquierda. Los ojos color miel de ella revolotearon de emoción y los ojos azules de James se movían ansiosos por todo el rostro de Courtney mientras hacía la pregunta que tanto temía:

—¿Te casarías conmigo?



Enamorada de tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora