4 - CUELLO -

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— Quiero un dulce.

—Vamos.

—Yo... uh, si, bueno. —Shoto se removió un poco tratando de demostrar su punto, pero sólo consiguió que los brazos del alfa lo apresaron más fuerte de los hombros desde atras. —Es difícil caminar así.

Bakugo negó mientras se daba la vuelta para tener a Shoto frente a él. El omega iba a empezar a caminar pero fue levantado del suelo con facilidad y por instinto se sujeto del cuello del otro para no caer mientras el otro sujetaba sus piernas en sus caderas dispuesto a caminar.

—¿Qué estas haciendo?

—Querías un dulce, vamos a la cafetería.

—Bajame.

Bakugo junto sus cejas, molesto y confundido.

—No, la gente te mira.

—Van a mirar más si vamos así. —Se balanceo un poco y el alfa terminó bajandolo al piso, se le quedó mirando unos segundos. —¿Qué pasa?

—Nada. Vamos.














Por supuesto que pasaba algo y toda la clase se daba cuenta.

En la cafetería mientras pedía algo estaba Bakugo con su rostro apoyado en hombro y olisqueando su cuello con insistencia.

En la sala común simplemente sentaba a Shoto en sus piernas, o él se sentaba en las del omega y empezaba a lamer su cuello mientras lo bañaba en sus feromonas. Obviamente, ni los maestros y mucho menos los estudiantes podían interferir en un alfa limpiando de olores ajenos a su omega.

En el salón de clases no se despegaba de ese lugar tampoco, a veces le daba un beso que hacía reír al otro porque le causaba cosquillas.













Dos toques en la puerta y Shoto ya sabía quién era. Si Aizawa los descubría si estarían en problemas porque ya pasaba del toque de queda.

—Soy yo.

El omega se rio antes de abrir la puerta y se dejó cargar por Bakugo hasta su futon. Cada vez el espacio se le hacia más pequeño ya su cuarto más incómodo, por lo que cada día que Bakugo aparecía en su puerta se tenía que inventar algo para que se quede más y su aroma quede un poquito más por ahí.

—¿Cómo duermes aquí? Que pequeño.

—Tu duermes como una estrella de mar.

—Porque yo tengo un nido normal. —Bakugo paso su nariz por su cuello y no pudo evitar la mueva al oler el jabón en su cuerpo. —Bueno, te voy a limpiar.

—Si.

Eran casi un enredo de manos y piernas en lo que el alfa acomodaba al otro entre sus piernas y le hacía darle la espalda mientras empezaba a lamer su cuello lentamente.

Era algo tan antiguo y primitivo que le hacía a Shoto sonrojarse porque significaba que le estaba tomando en serio y a veces creía que él no hacía nada por el alfa.

—Quítate la camisa.

—No. Esta bien hasta ahí.

—Pero no hueles a mi-ugh, no importa. —Bakugo se quito su remera de tirantes ante la atenta mirada de dos colores. —Pontela.

El alfa hubiera gritado al ver al otro desvertirse pero sólo iba a hacer que los demás se den cuenta que está aquí.

Lo dejo abrigado y listo para dormir, luego se fue rápido hacia su habitación porque estaba medio desnudo y si el viejo Aizawa lo encontraba iba a ganarse limpiar la sala común otra semana. Cuando iba bajando se encontró con Shinso que venía de algún lado y ambos prefirieron ignorarse y pasar de largo no sin antes gruñir se y casi ladrarse el uno al otro.















31Donde viven las historias. Descúbrelo ahora