Sonrío por lo bajo mientras mi canción favorita comienza a sonar en mis oídos. Continúo repasando mis apuntes de matemáticas, sin prestar atención a mis amigas, sentadas a mi lado, que parlotean sobre el nuevo peinado de quién sabe qué chico famoso.
No me interesa, en lo absoluto, sobre lo que están conversando. No porque el famoso no me interese, pero no me gusta el tono de admiración que usan cuando hablan de ellos. Digo, son personas, de carne y hueso. Y ya.
Tampoco me interesan los apuntes de español que me he olvidado de repasar antes de la prueba que tengo en dos días y que seguramente reprobaré porque mi cabeza no sirve para las letras. Malditas sean las humanas. Son como monstruos peludos que desean comerte si no sabes el sujeto de una oración.
Llevo una de mis manos a rascar su cuero cabelludo con suavidad, recordando con algo de melancolía cuando mi madre hacía lo mismo por las noches antes de que yo me quedara dormida, y luego, apartando esos pensamientos de mi mente, cierro la carpeta que sostengo sobre mis muslos al escuchar el timbre que indica el final del recreo.
No me detengo a observar las fotografías que decoran el exterior, aunque normalmente lo haría porque son preciosas, mientras tomo mi mochila color lila con flores y la pongo sobre mi hombro.
Me pongo de pie, ignorando a mis amigas, que me gritan que las espere, y, excusándome con que debo buscar el material de historia, me escapo hasta mi casillero, subiendo el volumen al máximo mientras tarareo la letra de la canción.
Cierro los ojos fugazmente, cuando un cuerpo se interpone entre mi camino y yo, tomándome desprevenida.
Mi cuerpo retrocede de forma brusca y la carpeta que llevaba en los brazos cae al suelo. Doy gracias a Dios, Buda, el hada de los deseos o quien sea que esté vigilándome justo ahora porque la carpeta no se haya abierto y el contenido no se haya derramado por los suelos sucios del pasillo.
Parpadeo asombrada cuando la carpeta aparece frente a mí nuevamente y alzo los ojos para encontrarme con los castaños de Collin, el chico pelirrojo con el que comparto clases de música y tal vez puedo considerar mi amigo
Sonrío tímidamente, intentando parecer amable, y tomo la carpeta, asegurándola contra mi pecho.
— Gracias, lamento haber chocado contigo, no estaba prestando atención.
Él sonríe. Su sonrisa es demasiado linda.
— Está bien. Solo quería preguntarte si querías almorzar conmigo y mis amigos hoy.
Abro los ojos, sumamente sorprendida. ¿Yo? ¿Junto a SUS amigos? Vaya, esto es nuevo.
— Yo... eh... ¿por qué me preguntas esto?
Collin sonríe y se encoge de hombros de forma despreocupada.
— Me caes bien y creo que les caes bien a ellos. Te considero una amiga y quiero conocerte más, igual que ellos quieren conocerte más también.
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Un café muy dulce
RomanceElla usa un esmalte de uñas diferente todos los días, tiene las puntas del cabello desteñidas, pertenece a un extraño grupo y parece sumamente fría, aunque no es así. Él es popular, sus ojos y su sonrisa brillan cada vez que ríe y todas mueren por é...