Vagabundos sin el viento...

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Así lo hizo. Corrió de primera intención y enseguida un remolino giró en su dirección con intención de engullirle. Pero Ezra se cubrió los ojos nuevamente, y éste al instante se disipó milagrosamente permitiéndole avanzar. El roble estaba ya a unos quinientos metros de donde estaba, el hombre pertinaz y firme continuó derecho sin detenerse, oyendo todo tipo de ruidos terroríficos que hubieran hecho que cualquiera sumido en el pánico se paralizara sin remedio.

A punto de llegar escuchó las voces lastimeras de sus hijos, que ateridos yacían atrapados entre las raíces del infernal árbol que le sirviera de tumba a la familia Matters. En ese momento Ezra se quitó la camisa y como una ola gigante todo el viento que destruía los rincones se levantó para aplastarlo. Una nube negra a la cabeza de aquel monstruo invisible dibujó el horrendo semblante de Gregoria Matters.

Ezra se mordió la mano arrancándose un trozo y salpicando de sangre el árbol, mientras el viento le invadió desmembrándolo hasta los huesos. Su último gesto fue suficiente. el viento cesó apagándose por completo y enseguida empezó a anochecer. Una luna llena se colgó del cielo del pueblo, y tres cuervos se posaron graznando insistentemente en la rama antes rota del roble, que había vuelto a brotar por efecto de la sangre salpicada.

Al amanecer los niños aprisionados despertaron, y liberándose de las raíces se encontraron con un paisaje devastado lleno de cenizas. La fuerza del viento lo había destrozado todo y no había dejado piedra sobre piedra. Vagaron llorando desconsolados sin poder encontrar a nadie con vida, hasta que exhaustos se sentaron sobre las ruinas donde antes se levantaba su casa.

A unos metros debajo de ellos Amanda enloquecida, había terminado por matar a las otras dos mujeres que se refugiaron con ella con un hacha, que su marido guardaba allí en caso de necesitar leña. Desde niña le fascinaba el gesto de aspirar el viento cuando éste ululaba feroz. Esa idea en cautiverio enseguida puso en contra de ella a las mujeres que estando aterrorizadas a su lado buscaron inmovilizarle, encontrando la muerte.

Amanda de un tajo cercenó las cabezas de las mujeres muertas, desprendiéndolas de sus cuerpos en un sanguinolento ejercicio que le enardecía y excitaba. Abrió un compartimento escondido tras un armario de herramientas, y las colocó perfectamente alineadas, tras la cabeza cuidadosamente disecada del Señor Matters.

El Cuervo, La Luna y el CieloWhere stories live. Discover now