➳ Capítulo 8.

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...

La pianista agarró sus cosas y las guardó de forma ordenada en una mochila, dispuesta a salir de la sala en la que se encontraba para ir hacia los pasillos grisáceos del edificio.

—¡Nozomi! —gritó una voz conocida acercándose a pasos agigantados, era Himari.

Nozomi se giró sollozando, pues estaba de espaldas, y cuando observó a su hermana no pudo evitar expulsar aún más lágrimas de sus brillantes ojos rebosantes de alegría, pero a la vez esbozar una enorme sonrisa llena de felicidad.
Cuando Himari llegó a su destino, que era su hermana, esta se hundió en los brazos de la más alta. El cálido y reconfortante abrazo repleto de cariño fraternal las envolvió; los recuerdos, el tiempo que había pasado desde que Nozomi no se sentaba en pleno escenario ante aquel instrumento a tocar para el mundo. Todo las golpeó de tal manera que los sentimientos traspasaron su fibra sensible.

—Himari... —apenas se entendían las palabras que Nozomi pronunciaba, pues su rostro estaba completamente pegado al pecho de su familiar.

Tras ellas, aparecieron sus amigos, que habían decidido dejar que la hermana de la protagonista del día se adelantara para tener un momento conservador, sin embargo, estaban ansiosos por felicitar a Nozomi. Junto a ellos iba Sunghoon, que, a pesar de haber entrado en la sala donde se encontraban los pianistas, había salido un poco antes de que terminara  la velada para no causar problemas.

—¡No llores más! —ordenó Himari, sonriendo ante la ternura del llanto de Nozomi. Se separó levemente de ella, ambas hermanas quedaron aún unidas a la otra pero observando sus rostros.
—No vale, tú también estás llorando...
—Ya no, mira. —secó las lágrimas restantes de su rostro, indicando que había dejado de llorar—. Es normal que llore, estabas tan preciosa, tu actuación... Creo que no hace falta que lo mencione. Todos ahí dentro hemos sentido mil cosas al verte.
—Tú eres la única que lo ha entendido todo.

Eso creí, que, a pesar de saber expresarse mediante aquel arte, nadie jamás comprendería lo que verdaderamente ocurría en su interior cada vez que tocaba.

—No creo. —sonrió—. Por dos razones, la primera, los fanáticos del piano saben de lo ocurrido, aunque es cierto que no sienten nada al respecto, y lo segundo, he sentido cierto amor en la interpretación...

Nozomi miró confundida a Himari, observó los ojos felinos de esta y la sonrisa hacia un lado, con un tono pícaro. Lentamente las pupilas de la menor se dilataron y sus mejillas adoptaron un tono rosado.

—¡No! —dijo inmediatamente, desviando sus ojos hacia detrás, hacia sus amigos—. No había nada de eso, te lo aseguro. Ni siquiera era una melodía tan alegre.
—Si tú lo dices... —rodó los ojos y alzó los hombros, se aproximó al oído de la menor para dejar un mensaje—. Me debo ir a trabajar, te dejo con tus amigos. Mamá estaría muy orgullosa de ti.

El corazón de Nozomi se aceleró por unos segundos y, cuando logró volver al mundo real, asintió con la cabeza, dejó un pequeño beso en la mejilla de su hermana y le permitió marcharse y que esta la dejara expuesta al soltar sus brazos.

Entonces fue cuando, tanto Yeojin, como el ejército de amigos que Nozomi había llevado, se aproximaron a ella. Muchos, por no decir todos, iban tan perplejos que apenas le dijeron algo cuando estuvieron completamente cerca. Tan solo Yeojin.

—Ha sido genial. —bastó con que se fundieran en un abrazo para que la japonesa se obligara a dejar de llorar.

Nozomi pasó su mano a modo de caricia por la cabeza de su amiga, ya que era bastante más alta que esta, correspondiendo el abrazo.

—Créeme que ella estaría orgullosa —le aseguró.
—Eso me gustaría.
—¡Chicos! —la más baja se alejó perpleja. Llamó la atención de todos los que observaban—. ¿No creéis que se merece, al menos, un saludo? —alzó una ceja, amenazante.
—¡Sí! —exclamó rápidamente Riki, parecía que había salido de su trance—. ¡Una actuación de diez!

𝐏𝐈𝐀𝐍𝐎 | Park Sunghoon | RESUBIENDOWhere stories live. Discover now