Capítulo I

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You were always faster than me
I'll never catch up with you, with you
Oh I can feel them coming for me

Apagué el despertador de un golpe. ¿Cómo se me ocurriría poner "No One's Here To Sleep" como tono de alarma? Bueno, daba igual. O anyway, que diría mi prima. La que no sabe inglés. Me levanté de la cama, y fue hacia la cocina. En perspectiva, parecía un caminante de The Walking Dead. Aunque hasta que no me tomo el primer café del día, me siento también de esa forma. Puse una de las cápsulas en la cafetera, y mientras iba echando ese líquido amargo que tanto me gusta, fui buscando algo para acompañar. Unas galletas con chocolate. La cafetera terminó de hacer ruido, y retiré el vaso. Un poco de leche, y a desayunar.

Yo soy de los que les gusta desayunar con las noticias puestas. Pero no en la tele, que no me creo ni una palabra. Y la radio está igual de contaminada. Así que encendí el portátil, y tras elegir el sistema operativo, esperé a que cargara y abrí mi web favorita, un agregador de noticias. La política me ponía de los nervios. Pero pensar que las Oculus Rift, las ganas de realidad virtual, estaban muy cerca, me subía el ánimo. Sí, me va el rollo tecnológico y geek.

O "friki", que diría un tío mío. Menos mal que es de esos que sólo veo en navidades. Y cuando se le jode el ordenador. La última vez me llegó con el famoso "virus de la policía". Le dije que iba a ser mucho trabajo, pero me insistió tanto que lo terminé haciendo. Eso sí, os juro que se come muy bien en una marisquería cuando te invitan.

Al margen de la familia, voy a presentarme un poco, que es lo que se suele hacer. Por aquello de conocer al narrador si es un relato en primera persona. Rafael me llamo. Acabo de cumplir la veintena, y con la crisis que azota el país, he tenido la suerte de ponerme a currar a media jornada. Paso cuatro horas matutinas en una tienda, montando y reparando equipos informáticos. No es el mayor sueño de mi vida, pero hay que empezar por algo. Lo que me molaría sería ser administrador de sistemas. O sysadmin, que se lleva mucho esa palabra ahora. Llevo el pelo castaño, corto, una complexión decentilla, y (afortunadamente) barbilampiño.

Terminado el café, limpié el vaso y me preparé para irme. Con el trabajo me podía permitir vivir sólo. El alquiler no era excesivamente caro, y me permitía algún capricho, como el ADSL o el móvil. Aunque había una habitación extra (donde almacenaba TODO lo que me llevé de la casa de mis padres), el piso tampoco era la gran cosa. Los dos dormitorios, un comedor-cocina-salón muy íntimo (esto es, pequeño), y un baño con plato de postre ducha. Lo justo para poder vivir a mi bola, vaya.

Me puse mi sudadera favorita (una blanca, con un trébol, y el texto "No tengo suerte. Soy bueno" plasmado en ella), y por encima, la de "uniforme" de la tienda, una azul claro, con el nombre de "R-Para" a un lado y mi nombre en una chapa en otro. A veces me sentía que trabajaba para una cadena d erestaurantes de comida rápida cuando la llevaba puesta. Pero ¿qué sabré yo de moda? Un pantalón vaquero negro, y todo preparado para irme.

Bajé los peldaños de dos en dos. Cinco minutos andando a paso apretado y llegué a la parada del circular por los pelos. Tras diez minutos de trayecto, llegué a la tienda. No está mal situada. Cerca del centro de la ciudad, y en un tramo de acera donde no había aparcamiento. Así era más difícil que nos tapara de la vista alguna furgoneta. El jefe tiene olfato para estas cosas, desde luego. Por algo es el jefe.

Mi primera alegría aquella mañana fue que el jefe aún no había llegado. Eso me permitía abrir, y sobre todo, elegir el ambiente de la tienda. Me gusta más trabajar escuchando Extremoduro que Rihanna, la verdad. Pero ese hombre tiene la costumbre de trabajar escuchando música irritante. Si la radio le dice "Esta es la música que mola" de ahí no le bajes, que el va a escuchar "la música que mola". Así terminó votando a quien votó. El caso es que subí la puerta metálica y abrí. Encendí luces, preparé mi banco de trabajo, y eché un vistazo en el ordenador. El que venía por las tardes, un chaval que nunca he visto, pero que trabajaba bien, me había dejado anotado todo lo que no se terminó por la noche. De momento esas eran mis tareas (por norma, atendíamos siempre de lo más veterano a lo más novedoso).

Nueva vida, nuevos problemasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora