Capítulo 3.

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Capítulo 3

Incluso los mejores cuadernos tienen tachones

Shawn se encontraba sobre un puente que se sujetaba precariamente entre dos enormes y afiladas rocas con un río debajo, gruñendo cuando el agua chocaba contra los peñascos. El chico estaba en el centro, sujetando las cuerdas tan fuerte como le era posible, y aguantando el dolor que subía desde sus manos. Sobre su peso, la madera crujía peligrosamente, haciéndole temblar del miedo.

―¡¿Qué tengo que hacer para que me bajes de aquí?! ―gritaba al vacío, donde las aguas correspondían a su voz con un sonoro eco.

La piel de sus manos comenzó a despellejarse, y el muchacho supo que no aguantaría mucho más. Por si fuera poco, la tabla que pisaban sus pies estaba cada vez más cerca de caer al atronador río.

Y Shawn, probablemente, caería tras ella.

En ese momento, un crujido le puso la piel de gallina al chico, y, agarrándose aún más fuerte a la soga, su cuerpo se vino abajo. Tuvo que hacer un importante esfuerzo para quedarse sujeto y no caer, cosa que le costaba más y más conforme pasaban los segundos.

Con un gran impulso y mucha fuerza de voluntad, consiguió auparse de nuevo al puente ―o lo que quedaba de él―, manteniendo el equilibrio sobre las astillas de madera que restaban.

―Pasa al otro lado y sobrevive. Déjate caer y muere ―le dijo una voz, grave y regia.

Shawn, entonces, se paró, muy quieto. Se enfrentaba a una situación que suponía un dilema en su cabeza, una situación que no le había dejado dormir por las noches.

¿Vivir o morir? Muchos lo tendrían claro al instante, pero… ¿él? ¿Cuántas veces habría pensado en reunirse con sus padres?

Aquel accidente había dejado una cicatriz que nunca le sanaría, sin importar lo que hiciese. Se mordió el labio, haciendo todo lo posible para contener las lágrimas que amenazaban con inundar sus ojos.

Una voz surgió, más suave, y llegó hasta sus oídos.

―No importa lo que hagas, no importa lo que pienses, la vida merece la pena solo por ser vida. El mundo es bonito; no todo está perdido. Tienes miles de oportunidades volando a tu alrededor, solo te falta alargar el brazo y coger una, porque en aquel accidente no moriste tú. Murieron tus padres. Y ellos habrían dado la vida mil y una veces para que tú aprovecharas la tuya.

En ese momento, Shawn abrió los ojos súbitamente, girando la cabeza en busca del puente y el agua, sin encontrarlos. Miró sus manos, pero entre la penumbra era difícil vislumbrar el más mínimo detalle.

Respiraba con dificultad, quizá debido a la pesadilla que había tenido, y el sudor llenaba su frente. Pensó un rato sobre su sueño, tratando de encontrarle el más mínimo sentido.

Instintivamente, ladeó la cabeza hacia la izquierda, encontrando a Miguel, quien también estaba despierto. Los dos chicos se miraron significativamente, la luz del sol naciente reflejándose en los ojos azul marino de Shawn. El chico supo, en seguida, que su compañero tampoco había tenido una buena noche, y que el español era consciente de su mal sueño.

―Tenía ocho años ―dijo Miguel de pronto.

Shawn le miró con el rostro impávido, aguardando a que su amigo continuara hablando.

―Las peleas eran constantes en casa, y, aunque yo siempre intentaba evitarlas, aquel día no pude aguantarme ―hizo una pausa, quizá recordando lo sucedido, quizá obligándose a sí mismo a decirlo en voz alta―. Mi padre estaba gritando a mi madre. Otra vez. Iba borracho, por supuesto, y llevaba una botella de Bourbon en la mano. Mi madre lloraba, abrazando a mi hermano, que también lloraba, pero mi padre no se daba cuenta de ello. Solo tenía en mente una cosa: gritar y gritar y gritar, y echarle en cara a mi madre cosas que no eran su culpa. Ella lo había aguantado demasiado tiempo, así que se derrumbó, y mi padre se enfadó. No tardó ni dos segundos en levantar la mano.

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⏰ Son güncelleme: Feb 17, 2015 ⏰

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