Capítulo 1: Decisiones

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WILLIAM WRIGHT

Sucumbíamos al placer de nuestros besos, deseosos de sexo ardiente con caricias fogosas y miradas excitantes. Sentado en la cama y con la rubia sobre mi regazo, sentía que sus manos recorrían mi espalda al mismo tiempo que la arañaba con un roce muy placentero. Esa simple caricia de gata llenaba de fuego mi cuerpo ansioso por hacerla mía y sentirme complacido una vez más. Retenía mis gemidos. Sabía que se envalentonaba cada vez que conseguía arrancarme uno y todavía no pensaba darle la victoria. La recosté sobre la cama, pegando mi cuerpo al suyo, y dejé una aireada caricia por la curva de su cadera; a la vez que rozaba mi miembro con su intimidad, ya húmeda y preparada para nuestro momento de pasión desenfrenada. Me adentré en ella lentamente, escuchando su ronroneo en mi oído hasta estar por completo en su interior. Comencé a moverme lento hasta que me detuve. Ella sonreía, se movía y empujaba mi cadera contra la suya, pidiéndome a gritos silenciosos que no dejara de hacerlo. De nuevo, comencé a moverme; pero, esa vez, más rápido, como a ambos nos gustaba. Sus gritos placenteros solo fueron el comienzo de una magnífica noche.

La intensidad de las embestidas hacía que los gemidos y gritos histéricos se intensificasen, aumentando su placer y sus ganas de devorarme. Sus pupilas dilatadas y ardientes de pasión me observaban dispuestas a tomar el control. Así lo hizo, me dejé empujar y fui yo el recostado sobre la cama. Besó y lamió mi cuerpo hasta unirnos de nuevo. Debía admitir que me gustaba que me poseyera. Me permitía juguetear con sus pechos, los mismos que besaba y lamía hasta el punto de hacerla estremecer. Acompañé nuestros movimientos intensos y posé las manos sobre su culo respingón. Lo sobé hasta que la sonrisa burlona apareció en mi cara para cambiarnos de posición. La puse a cuatro patas y seguimos follando. Me gustaba hacerlo con ella. Era muy fogosa; el sexo duro y apasionado era lo que más le gustaba. Con la mano sobre su abdomen, la empujé para pegarla a mi pecho y, avivada, pedía más y más. No dudé en cumplir su deseo cuando mi mano recorrió lentamente su cuerpo hasta llegar a su clítoris. Lo acaricié de la manera que más le encantaba hasta llegar a un clímax más que merecido. Esos polvos eran un antiestrés; no había mejor forma de desahogarse después de un largo día de trabajo.

Nos dejamos caer en la cama, uno al lado del otro. Sabía que me miraba —siempre lo hacía— con cara de satisfacción. No podía obviar que el sexo con ella cada vez era más emocionante y placentero, aunque siempre se encargaba de fastidiar los momentos silenciosos y tranquilos del post-sexo. Se acercó sigilosa y, antes de que consiguiera aferrarse a mi cuerpo, me levanté. Ella sabía que ese tipo de muestras de afecto solo me producían rechazo.

—¿Por qué no te quedas a dormir? No muerdo... —Hizo un absurdo puchero que no provocó ningún efecto en mí.

—Porque no —respondí con sequedad.

—Pero ¿qué tiene de malo por una noche? —preguntó con tono infantil mientras agarraba mi brazo.

La ignoré y me aparté cuando quiso acariciarme coqueta. Se mordió el labio y se plantó delante de mí con rapidez para evitar que me cambiase. Aparté sus manos de mi cuerpo y seguí vistiéndome mientras ella intentaba convencerme de que pasáramos la noche juntos. Se ponía muy pesada. Así que, haciéndome el sordo, me acomodé bien la chaqueta antes de marcharme. Ni siquiera me despedí cuando salí de la habitación, dando un portazo que seguro le dio en todas las narices. No era necesario que fingiera que quería pasar la noche conmigo, cuando horas después, tendría a otro galán en su cama. No era difícil para ella encontrar a alguien con quién pasar un buen rato. Eso sí, debía ser rico.

Varias personas esperaban en el ascensor, así que decidí bajar por las escaleras y llegar a la planta baja antes que ellos. La recepcionista, nada más verme, preparó el datáfono y agarré las llaves del coche que sostenía en sus manos. Su sonrisa provocadora siempre pasaba desapercibida para mí. Por lo que sabía, su mayor atracción era la droga. Su alma de vida, según describían los consumidores de esa porquería. Ya tenía suficiente con aguantar a ineptos como para también acostarme con dopadas.

No me olvides [Publicado en Amazon]Where stories live. Discover now