Mitologías griega y romana

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La religión de la Grecia Clásica nació como fruto del choque entre las creencias de los indígenas helénicos, que adoraban a la Madre Tierra, y las que importaron los invasores indoeuropeos, de corte más marcial y patriarcal. Y la mitología romana es heredera directa de los dioses griegos, aunque en algunos casos (una minoría) haya adaptado la tradición helénica a los gustos de su propia civilización. Pero los relatos sobre los dioses siguieron siendo idénticos.

El mito que representa el mencionado tránsito en Grecia ha sido identificado por los eruditos actuales como el llamado <<paso del mito al logo>>. Se trata del mito del omphalos, el ombligo del mundo, que se sitúa en Delfos, en el Peloponeso. Según la leyenda, Crono depositó allí la piedra que comió pensando que era su hijo Zeus, el que habría de derrotarle, como símbolo para los mortales. Según otro relato, los dioses habrían soltado a dos palomas, una en cada extremo del mundo: se encontraron en Delfos, que era el punto central del Universo. En cualquier caso, en Delfos se situó a la serpiente Pitón para que defendiera el omphalos. Pitón representa los cultos ancestrales, telúricos y basados en la adoración a la Madre Tierra de los primitivos habitantes del Peloponeso. Tras la revolución de los Olímpicos, Apolo llegó a Delfos y, con sus flechas de oro, mató a la serpiente Pitón. Este acto es considerado la victoria de la razón y de la filosofía sobre las creencias folclóricas y la superstición. Apolo situó en Delfos un oráculo, y a su sacerdotisa la llamó Pitonisa en honor a la serpiente Pitón que había custodiado ese lugar.

Los dioses griegos eran idénticos a los seres humanos, aunque con características físicas perfectas y poderes sobrenaturales. Las distintas divinidades nacían en un momento concreto y crecían hasta alcanzar una determinada edad, a partir de la cual no crecían más: así, Apolo era un eterno joven, mientras que Zeus se representaba como un hombre maduro. Los hombres debían respeto y adoración a los dioses, a cambio de lo cual estos les proporcionaban su favor. Los antiguos griegos consideraban que la historia había vivido diversas etapas. La primera de ellas era la edad de los dioses, que se remonta a la creación del mundo por parte de los dioses originarios y se extiende hasta la aparición de la Humanidad, cuando las relaciones entre dioses y hombres eran mucho más estrechas. A continuación, entramos en la edad de los héroes, en la cual abundan historias como la de Heracles o Perseo. La edad de los hombres sería la época actual, en la que los dioses, retirados en su morada en el monte Olimpo, no intervienen más que indirectamente en el mundo. Los dioses griegos pertenecen a distintas generaciones. En primer lugar, nos encontramos con las divinidades primordiales, que forman parte únicamente de la mitología, y no de la religión. Tienen una importancia solo cosmogónica, por lo que no actúan como elementos protectores o vengativos en lo que respecta a los hombres. Gea y Eros son una excepción y se veneraban como símbolos de fecundidad. A continuación, encontramos los Titanes, hijos de Gea y Urano y regentes del Universo durante un lapso indeterminado de tiempo. Estos fueron derrotados por los Olímpicos, hijos de Crono. Finalmente, existe todo un panteón de dioses menores, hijos de descendientes de una u otra de las divinidades anteriores.

Por su parte, la mitología romana está tomada de las leyendas de la Grecia clásica: se procedió sencillamente a cambiar los nombres de algunos dioses, como Hera por Juno, o Afrodita por Venus. Las historias permanecieron idénticas. Sin embargo, existían algunas divinidades genuinamente romanas, como la Bona Dea o los gemelos Rómulo y Remo, además de los dioses de las naciones conquistadas, que fueron incorporados paulatinamente a su panteón.

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⏰ Last updated: Aug 10, 2017 ⏰

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