Tenías que ser tú. 「NoMin」

De scaretwoo_

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Eres lindo cuando despiertas, cuando bebes café por las mañanas y haces muecas disgustadas porque el agua sig... Mai multe

Inicio.
2.- Con uñas y dientes.
3.- Algo más.
4.- Buen padre.
5.- El mago.
6.- La cita (de juegos).
7.- Sentimientos equivocados.
8.- El chico misterioso.
9.- Sucesos inesperados.

1.- Pieza perdida.

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De scaretwoo_

Chenle todavía no quería despertar. No estaba acostumbrado a levantarse tan temprano. Había intentado durante la última semana habituarlo a un nuevo horario con la intención de hacer las cosas fáciles para ambos. A su hijo le gustaba quedarse hasta bien entrada la noche jugando con sus cubos de Lego en la sala, mientras Jeno estaba en el ordenador, preparando los contratos que debía enviar por correo a su jefe antes de medianoche.

   Reconocía que gran parte del desvelo de su hijo era por su culpa. A Chenle no le gustaba dormir solo y por ende lo esperaba, hasta que Jeno terminaba los odiosos reportes nocturnos y lo ayudaba a cepillarse los dientes para después contarle un cuento y acurrucados uno sobre otro, dormir hasta la mañana. 

   Ese año la rutina estaba por cambiar abruptamente. Chenle había cumplido los tres años y ya estaba listo para ir al Kínder. Jeno sufrió mucho respecto a que decisión tomar. No lo llevó a la guardería y por eso no estaba seguro de que su hijo estuviera listo para entrar a una institución. La directora, cuando fue a informarse sobre las inscripciones, le dijo con voz tranquilizadora que si quería, podía retrasarse un año. Pero Jeno, por mucho que le gustara la idea de seguir a lado de su hijo, no podía permitírselo. El dinero que ganaba trabajando a medio tiempo desde casa ya no le alcanzaba y cada día que pasaba Chenle crecía y necesitaba más cosas. Comida, ropa, calzado eran las más básicas, de las que no podía prescindir, pero también estaban el recibo de la luz, el agua y el gas, la gasolina del auto e incluso los juguetes que Chenle merecía por ser un niño. Jeno entonces no podía darse el lujo de no buscar otro trabajo. Además, si seguía reteniendo a su pequeño en casa probablemente después sería más difícil para él adaptarse a un nuevo ambiente.

   —Buenos días nubecita —Jeno le dio un tierno beso sobre la frente y esperó pacientemente a que su hijo comenzara a despertarse. Lo estaba levantando con anticipación para que no se les hiciera tarde. Asumía que por ser el primer día Chenle iba a necesitar de minutos extras para desperezar—. Hoy es tu primer día de escuela, ¿lo recuerdas?

   Chenle estiró lentamente las extremidades sobre su frazada de dinosaurios. Su enmarañada melena rubia se removió contra la almohada y Jeno presionó sus labios sobre la frente de su pequeño mientras éste se tallaba los ojos dormilones con sus puñitos.

   —Es hora de despertar, bebé.

   Poco a poco comenzó a abrir los ojos. Al ver a su padre despierto, con su ropa del trabajo y una sonrisa de oreja a oreja, hizo un puchero. No quería abandonar su cama, estaba calientita y él todavía tenía sueño.

   —No quiedo, papi.

   —Pero es tu primer día —Jeno le animó, acariciando una de sus mejillas rellenitas—. Te divertirás. Harás muchos amigos y jugarán juntos. Te recogeré a las tres e punto y después iremos a McDonald's a comernos una cajita feliz. ¿Qué dices, campeón? ¿Aceptas?

   El pequeño se lo pensó. Admitía que la idea de jugar con otros niños y después comer una hamburguesa con su papá le gustaba mucho. Cuando estaban en casa jugaban pero al marcharse el sol su padre se iba a la mesa de la sala y tecleaba un montón de cosas en su computadora. Chenle se aburría de estar solo con sus cochecitos. Quería jugar con alguien más. Así que sin mayor preámbulo terminó aceptando.

   Jeno lo hizo ir a la ducha a tomar un baño caliente que le quitara definitivamente el sueño. Chenle se peinó graciosamente mientras lo enjabonaba en la bañera y dejó que le pusiera bigote de espuma sobre la cara. Terminado el baño fueron a la habitación del pequeño y Jeno rebuscó en el armario su abrigo de panda favorito en conjunto con unos pantalones azules y sus botas de hule de patitos azules porque el cielo amenazaba con descargarse y Jeno no quería que su hijo se resfriara.

   Diez minutos más tarde ya estaban en la cocina, desayunado panqueques con fruta y jugo que había preparado previamente. Chenle casi se tiró el vaso encima pero por suerte Jeno se estaba haciendo un experto en los desastres de su hijo y le puso un babero (aunque a Chenle no le gustaba usarlos) que evitó quedara hecho sopa.

   En el auto, de camino hacia la guardería, el padre volvió a preguntarse si acaso estaba tomando la decisión acertada. El lugar en donde lo había inscrito se lo había recomendado Jaehyun, un compañero del trabajo. Él tenía a su hijo ahí y le dijo que cuidaban muy bien de los pequeños, además de que sus horarios eran muy flexibles. Jeno a decir verdad, no pretendía dejarlo tanto tiempo, solo el suficiente para completar el turno de la mañana en la oficina y continuar con el trabajo por la tarde. No se había separado de Chenle desde que nació y no era fácil dejarlo ir tan repentinamente.

   Suspiró y sostuvo con más fuerza el cuero del volante. Deseo profundamente no estarme equivocando, Yeri. Le habló entre pensamientos a su difunta esposa y esperó que en donde quiera que estuviera, lo escuchara y lo ayudara.

   El destino había sido injusto con ella. Diez minutos después de que trajo a Chenle al mundo, el tiempo suficiente para que cargara en brazos a su bebé, falleció. Su embarazo había sido complicado desde el principio pero Jeno siempre se mantuvo optimista para que se recuperara. Acudía con ella a sus chequeos mensuales, la hacía reposar en cama y cuidaba su alimentación para que estuviera saludable. Sin embargo, de nada sirvieron sus esfuerzos, pues de todas formas la vida se la arrebató.

   Y por eso ahora, a los treinta años, era padre soltero, con un precioso hijo que cada día crecía más y más. A Jeno la paternidad no lo asustaba, era algo que quería vivir a lado de la persona que más amaba en el mundo. Pero, cuando esa persona lo dejó el miedo constantemente lo visitaba y lo hacía sentirse solo y perdido. Cada día era más difícil hacerse a la idea de que Yeri ya no estaba, pero sabía que debía ser fuerte porque ahora no era solo él, también estaba su bebé que necesitaba de él.

   Condujo por las nubladas calles de la ciudad hasta el lugar que había visitado apenas unos cuantos días atrás para inscribir a Chenle. Este por su parte, ya estaba más animado, jugando con una muñeca que le había gustado del centro comercial y un peluche de felpa que Jeno le había regalado por navidad. Chenle en realidad nunca había jugado con muñecas, pero cuando fueron a hacer la despensa y le dijo; ¡mira papi! Esta muñeca es igual a mamá, que conocía por el retrato que tenía de ella en la sala, Jeno no pudo resistirse.

   Aparcó en el estacionamiento de la estancia y después de apagar el motor Jeno se giró a mirar a su hijo, que iba en su sillita especial y que tenía el cinturón de seguridad bien puesto.

   — ¿Estás listo campeón? ¿Trajiste todas tus cosas?

   Chenle dejó la muñeca en su regazo y asintió, tomando su mochila que llevaba entre los pies para enseñársela a su padre.

   —Sip, llevo todos mis juguetes, eche el cadito amarillo porque el adul no lo encontré. También llevo otdo peluche por si alguien quiede jugar conmigo.

   Su hijo hablaba muy fluido, más de lo que la mayoría a su edad lo hacía. Pero todavía le costaba pronunciar la "R" y eso a Jeno le daba demasiada ternura.

   —Muy bien cariño —Jeno sonrío. Le gustaba su actitud para querer hacer nuevos amigos—. ¿También llevas la libreta de emergencia?

   —Sipi, la puse en la bolsa de atdás —Chenle le mostró el pequeño compartimiento dentro de su mochila de Winnie Pooh y señaló la libreta con todos los números de emergencia que debía tener a la mano—. Aquí.

   —Ya veo, campeón. Gracias por traerla. 

   Jeno bajó del auto y se apresuró a quitarle el cinturón a su bebé. Lo tomó de la mano y juntos se echaron a andar hacia la entrada del instituto, donde los padres estaban dejando a sus hijos.

   Jeno se sintió nostálgico y pensó en Yeri viniendo a dejar también a su hijo a la escuela. Chenle se giró para mirarlo y se obligó a sonreír y alejar todo negativismo de su cara. No quería ponerlo nervioso. En ese momento debía demostrarle una sonrisa y convencerlo de que todo iba a estar bien.

   — ¿Te vas papi?

   —Sí, mi vida, pero te prometí regresar a las tres, y después ir a las hamburguesas, ¿recuerdas?

   Chenle se veía inseguro pero de todas formas asintió. Jeno aprovechó para ponerse en cuclillas y acomodarle el abrigo que por el camino se le había desajustado un poco.

   —No tienes nada que temer Lele, vas a pasarla muy bien y harás muchos amigos.

   Antes de que lo previera se lanzó a los brazos de su padre, dándole un fuerte abrazo.

   —Te quiedo papi.

—Y yo a ti, campeón.

   Jeno lo apretujó entre sus brazos por algunos segundos más. Finalmente, se puso de pie y aferrando su mano a la de su pequeño con fuerza, caminó hacia donde estaba la que debían ser las profesoras, dos mujeres que estaban sonriendo a cada niño que entraba cargando una pequeña mochila a su espalda.

   —Pero qué tenemos por aquí —una de ellas, la que usaba un vestido de leones color rosa, el cabello rubio y una sonrisa deslumbrante miró fijamente a Lele que estaba tembloroso debido a los nervios—, ¿cómo te llamas, cariño?

   —Che-Chenle —respondió con un titubeo, tiñendo sus mejillas de rojo, la sonrisa de la mujer era realmente linda—. Lee Chenle.

   —Mucho gusto Chenle, yo soy Wendy —ella sonrío nuevamente y le acarició con cariño el cabello—. Yo seré tu profesora. Vamos a divertirnos un montón juntos, ¿trajiste tus juguetes?

   —Sólo dos peluches, una muñeca y el coche amadillo podque no encontdé el azul.

   La profesora se alegró gratamente y Jeno se sintió muy orgulloso, su hijo solía ponerse nervioso al principio, pero en cuestión de segundos agarraba confianza. Era sociable por naturaleza y eso tranquilizaba mucho a Jeno, porque cuando él fue niño era muy tímido y callado. Le alegraba que en ese aspecto se pareciera más a su madre que a él.

   —Perfecto, el peluche lo aparto yo —ella rio y después se puso de pie, mirando a Jeno sin borrar la sonrisa—. Buenos días, me alegra que hayan llegado temprano a pesar de ser el primer día. Mi nombre es Son Seung-wan pero pueden decirme Wendy.

   Jeno se apresuró a quitarse el guante negro de cuero que se había puesto para no congelarse las manos y estrechó la pequeña mano de la mujer. Ella volvió a sonreírle y Jeno le regresó el gesto.

   —Mucho gusto profesora Wendy, mi nombre es Lee Jeno y este es mi pequeño Chenle.

   —Su hijo es una lindura, señor Lee —ella miró a Chenle y el niño sonrío, mostrándole los dientecitos—. En menos de lo que imaginan estarán de nuevo juntos. A las tres termina el turno de los de primero.

   — ¿Son muy puntales?

   —Sí, le recomiendo que llegue diez minutos antes, para que Chenle no se ponga tan ansioso —miró hacia abajo y después le guiñó un ojo—. Cuando se le haga tarde puede avisarnos. El número de la dirección debe estar entre los papeles que le dieron en la inscripción.

   Jeno se alegró de tener la carpeta en la guantera de su auto. En cuanto llegara iba a guardar el número en la agenda de su celular.

   —Perfecto, gracias por la información.

  —Un placer. Les daré un momento para que se despidan.

   Jeno asintió y la mujer continúo con su tarea de recibir a los pequeños que llegaban. Chenle miraba atentamente hacia su alrededor pero no soltaba la mano de su padre. La tenía tan bien agarrada que Jeno presintió se le iba a adormecer.

   — ¿Estás emocionado hijo?

   Chenle lo miró y se alegró de ver que su entusiasmo no había decaído.

   —Hay muchos niños, ¿voy a jugad con todos?

   —Claro que sí. Harás muchos amigos, campeón —Jeno sonrió—. No seas tímido y háblales a todos.

   Su pequeño asintió y para no hacer la despedida más larga y dolorosa, le dio un fuerte abrazo. Chenle no tenía intenciones de soltarlo, pero cuando la señorita Wendy lo tomo por la otra mano y le sonrió de esa manera tan bonita que tenía, entendió que podía confiar en ella.

   Jeno aguardó a que entrara y una vez que se despidió de él unas cinco veces antes de pasar por la puerta, desapareció dentro de la estancia, llevándose un pedazo de su corazón con él.

   Miró con anhelo la puerta y después suspiró. Ya estaba, lo había hecho. Era un pequeño paso, pero había sido capaz de darlo y eso lo hacía sentirse orgulloso de su hijo y también de sí mismo. Pensó que en cuanto lo viera entrar por aquellas puertas se echaría a llorar. Menos mal que no lo hizo.

   Giró sobre sus talones y comenzó a ponerse el guante que se había quitado. El frío era cruel y se alegraba de haber abrigado bien a Chenle, aunque dudaba que adentro sintiera tanto frío. Se escuchó la campanada que debía anunciar la entrada de los pequeños y se acercó hacia un modesto puesto callejero que vendía café porque le apetecía tomarse algo que le calentara el estómago.

   No tenía prisa, todavía le quedaba media hora antes de entrar al trabajo, que ciertamente no estaba muy lejos de ahí. Por eso había escogido ese kínder, porque estaba cerca y no iba a batallar ni retrasarse cuando viniera por Chenle. Durante los tres años que permaneció en casa, su jefe siguió dándole trabajo y ese día estaba listo para reincorporarse a su pequeña y acogedora oficina como agente de seguros para auto.

   Degustó con calma su café caliente y distinguió que las nubes cargadas en el cielo se volvían diáfanas, permitiendo que los rayos del sol se colaran entre ellas. Algunos niños comenzaron a correr hacia la puerta y sus padres se despidieron de ellos con besos y promesas de regresar más tarde. Jeno se enterneció por la escena y se alegró de no ser el único que estaba pasando por la misma situación.

   Le dio el último sorbo a su café, lo tiró en el bote de basura a lado del puesto y estaba a punto de irse para no sentir más tristeza, hasta que un pequeño disturbio en la entrada del instituto llamó su atención.

   No era el único que estaba mirando, varias madres de familia se habían girado para prestarle atención a la particular escena. Un chico con una camiseta blanca y jeans negros con cadenas decía a gritos el nombre de un pequeño que se negaba a mirarlo y corría deliberadamente por la entrada.

   —Jisung regresa ya, ¡te tengo que poner el abrigo porque si no te vas a resfriar!

   Pero el niño, de piel blanca como la porcelana y cabellos castaños, parecía reacio a querer escucharlo y el chico no desistía de querer acercarse hacia él. De esa forma, el pequeño que aparentemente llevaba por nombre Jisung, comenzó a correr en círculos, con tanta agilidad que el pobre chico no le mordía ni el polvo. Las madres a su alrededor comenzaron a murmurar y Jeno sonrió con compasión al ver que Jisung no obedecía.

   —Jisung hablo en serio, carajo tengo que irme ya, ¡ven acá!

   Intentó pescarlo cuando pasó al lado de él, pero los niños traviesos son como un cohete, un segundo lo ves aquí y al otro ya están en la luna. El niño no quería obedecer y el joven se estaba frustrando tanto que la cara comenzó a ponérsele roja del coraje.

   — ¡Jisung! ¡No estoy bromeando ven acá!

   Volvió a gritar pero fue en vano. Jeno, al ver que el pequeño pasó al lado del puesto de café, aprovechó para pescarlo por el brazo y detenerlo con suavidad, sonriéndole para que no se asustara.

   —Te tengo, pequeño, eres muy veloz como el correcaminos, ¿verdad?

   Los ojos del niño se abrieron en demasía al verse atrapado por un extraño. Protestó y comenzó a forcejear para zafarse de su agarre pero por suerte el chico gruñón llegó a su lado y lo tomó por el otro brazo, con la vergüenza bañando su expresión.

   —Gra-gracias.

   Fue todo lo que dijo entre tartamudeos, con voz ronca, mientras le daba una mirada debajo de las pestañas, que eran inusualmente largas. Sólo hasta ese momento Jeno notó que el chico tenía un piercing en el labio y en la ceja derecha. Detalló sus facciones y dedujo que la persona frente a él no debía rebasar los veinte años, se veía sumamente joven, seguramente era hermano del mini correcaminos.

   —De nada, el primer día siempre es difícil.

   El chico no esperaba una respuesta, puesto a que estaba a punto de irse. Sin embargo, al escucharlo, miró sobre su hombro y simplemente asintió, alzando en el proceso algo de su vistoso cabello azul. Posteriormente tiró con su mano enfundada por una guanteleta, del brazo del pequeño hacia la puerta y una vez cerca, se puso en cuclillas y le abotonó el descolorido abrigo color marrón que venía cargando sobre el hombro.

   Las madres dejaron de prestarle atención y Jisung terminó en la puerta. La señorita Wendy lo recibió con una sonrisa, al igual que a todos los demás. A manera de despedida el chico le revolvió los mechones castaños al pequeño desobediente y giró sobre sus talones, para caminar hacia la calle de enfrente, en donde una moto negra estaba esperándolo.

   Jeno se preguntó si acaso habían venido en ella y de ser así como fue que subió al niño. No pudo responder ninguna de sus preguntas por falta de pericia y mejor observó como el chico sacaba un cigarrillo de uno de los bolsillos de la moto y se lo puso entre los labios, antes de subirse y hacer sonar el motor.

   A Jeno la situación le causó desconcierto. Había algo en aquella expresión que a pesar de ser joven, detonaba cansancio y desesperación.

   Las puertas del instituto finalmente se cerraron y Jeno se obligó a dejar de pensar para marcharse a su trabajo. Dio el primer paso en dirección hacia el estacionamiento, pero sintió algo blando debajo de su zapato y miró hacia abajo, encontrándose con un guante negro que un principio pensó era de él.

   Pero no lo era. Porque recordó que él ya se había puesto el suyo. Lo tomó entre sus manos enfundadas y notó que en realidad era una guantaleta, pues no tenía cubiertos los dedos. Se preguntó de quien sería, mirando hacia los lados para buscar al dueño y al recordar casi de inmediato al chico de la moto se sintió tonto. Era obvio que se le había caído.

   Lo metió dentro del bolsillo de su abrigo y camino al estacionamiento, diciéndose a sí mismo que trataría de entregárselo a la salida, si es que tenía la suerte de encontrárselo otra vez.

Meper d0nan? Necesitaba algo tierno porque tanta tensión sexual en cmw me está condenando al infierno SKDBKDBF

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