¿Este Es Nuestro Final? [MHYY...

Autorstwa Stephany2004

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ATENCIÓN: Segunda temporada de "Mis Hermanos y Yo" Tienes que leer esa para entender ésta. ... Więcej

Sinopsis
Prólogo
1.¿Regresar?
2.¿Scott?
3.Varias cosas han cambiado ¿No?
4.Vamos a la playa
5.Los Evans...
6.Carter menor [Especial, Scott POV]
7.¿También tú?
8.Un recorrido
9.¿Ludy White?
10.¿Dónde está?
11.Regresaron
12.¿Quedan más?
13.Pesadillas
14.Muertes
15.Tercer miembro
16.Marcas de balas
17.¿Confianza perdida?
18.¿Él es D.A.? [Especial, Scott POV]
19.Desaparecido
No es un cap (Pero podría haber maratón)
Spam new, y pregunta
20.Jack...
21.Sospechoso número uno [Especial, Scott POV]
22.¿Qué puede ser peor?
23.Muertes silenciosas
¿Problemas con el capítulo 23?
24. Gorros...
¿Hacer un Preguntas y Respuestas?
25. Inútil [Especial, Max POV]
26.Un pequeño esfuerzo
27.Felices
28.Un nuevo comienzo
Aviso importante
29.Tal vez sea momento de volver a enamorarme [Especial, Leo POV]
30.Traumas de mi pasado, miedos de mi presente [Especial, Axel POV]
31.¡Feliz cumpleaños!
32.Complicaciones
33.Un simple reemplazo [Especial, Ludy POV]
34.Nueva oportunidad [Especial, Scott POV]
Maratón :D
35.La verdad
36.El mayor enemigo es uno mismo
38.Feliz navidad
39.Una mejor elección
40.Cuando el cristal se rompe

37.Labios carmesí [Especial, Axel POV]

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Autorstwa Stephany2004

Maratón 3/5.

Axel POV

Estoy atrapado, el miedo me carcome de una forma inimaginable, el terror corre por mis venas y mi sien palpita desesperadamente. Quiero gritar, pero no puedo, estoy afónico, paralizado. Mi cerebro le grita órdenes a mi cuerpo, pero mi cuerpo se siente rebelde y las ignora, no hace nada, sólo se queda ahí, quieto, indiferente.

Las lágrimas están de paseo, toman un largo recorrido de mis ojos a mis mejillas hasta que el camino se acaba y terminan en caída libre para impactar sobre las hojas de mi cuaderno. La humedad choca con la tinta, poniendo de una forma difusa las letras que tenían en orden mis pensamientos.

Tal vez así era todo realmente, sentimientos difusos a causa de las lágrimas que crean los pensamientos incomprendidos. Así estaba yo, extraviado en mis emociones sin sentido, perdido en un bosque de tormento, con sensaciones parecidas a unos audífonos que guardas en el bolsillo; enredados, casi imposibles de hacerlos regresar a su lugar inicial.

Pero en medio de esa tormenta de perdición, entre ese cuarto lleno de iluminación que parecía más bien una profunda oscuridad, su risa se hace presente. Es una melodía que llega a mis oídos y me hace sentir seguro, salvado.

Entonces, todo lo malo desaparece. Mis lágrimas toman su camino de regreso, escapan de mi cuaderno y regresan a mis mejillas hasta adentrarse a mis ojos. La tinta ya no es difusa, es legible, en ella se leen 3 palabras exactas, correctas:

Ella es perfecta.

Ya no me siento atrapado, ya no me siento perdido, ya no tengo miedo. Al contrario, de repente soy libre y parece que he encontrado mi lugar en la tierra, soy feliz, estoy cómodo con su presencia. Mi sien ya no palpita, ahora mi corazón late con prisa al ver esa hermosa sonrisa.

Cuando alguien menciona el infierno, normalmente las personas piensan en un lugar rojo con llamas de fuego. Pero ella, con su pelo rojo anaranjado y sus labios carmesí, ella es mi cielo, mi paraíso... Así que, si ella es el infierno, quiero confesar a gritos: ¡Oh, Dios, he pecado! Acepto mi condena, con tal de estar con ella.

Porque, ¿Para qué negarlo? Si alguien va a jugar conmigo, quiero que ella tenga las reglas del juego. Si alguien va a romper mi corazón, quiero que sea ella quien tenga el martillo. Si alguien va a hacerme pedazos, entonces deseo que ella tenga las tijeras. Porque si alguien va a herirme, no quiero que sea nadie más que no sea ella.

Porque lo vale.

Porque prefiero estar lastimado, cojeando y sangrando a su lado que estar sano pero lejos de ella. Porque prefiero jugar con fuego y quemarme a quedarme en el frío donde no puedo abrazarla. Me entrego en cuerpo y alma, que sea ella quien tenga control sobre mí, no me importa.

Y sí, es masoquista, lo sé. Pero a fin de cuentas, todos somos adictos a algo que nos hace daño. Hay personas adictas a la droga, personas adictas al alcohol y personas adictas al cigarrillo.

Entonces, ¿Cuál es el problema con mi adicción? Si ella es perfecta, es sumamente perfecta.

Con su pelo ardiendo como una llama de fuego, con sus ojos azules que me llevan al cielo, con su piel pálida como la nieve que me hace pensar en la ironía de su cabello ardiente. Y sus pecas, esas hermosas pecas que adornan su nariz y la parte superior de sus mejillas, parecen agujeros de gusano, sin darte cuenta te llevan a otra galaxia en otro tiempo, un viaje osado y peligroso, pero por el cual compraría el boleto con tal de adentrarme en su universo.

Y sus labios, oh, sus labios de color carmesí. Me gustaría besarlos, que su labial manche mi boca y que deje una huella sobre mí. Porque cada vez que junto sus labios con los míos, es como si selláramos un trato, como si firmáramos un contrato de confidencialidad. Porque sé que puedo confiar en ella y ella sabe que puede confiar en mí. Porque no es necesario tener "relaciones más íntimas" para hacerse uno con el otro. Con tal de juntar nuestros labios, es más que suficiente.

Y entonces, cuando recupero la voz que había perdido, puedo ver la felicidad en sus ojos mientras me sonríe, y aprecio el momento, porque es de los más hermosos que he presenciado. Así que, sin pelos en la lengua y con orgullo, digo en voz alta:

—Te amo, mi chica de labios carmesí.

Labios carmesí.
~Axel Carter.

Tras dar una última leída a uno de mis relatos, cierro el cuaderno. Escribí eso hace dos meses, cuando descubrí mis sentimientos por Kennedy.

Por supuesto, ella no tiene ni idea de que ese relato existe. Realmente, hasta ahora nunca le he dicho lo que realmente siento por ella. No tiene ni idea de cómo me hace sentir, no sabe que me ayuda a sobrellevar mi trauma en este lugar lleno de tormentos.

Miro por la ventana de mi cuarto. La nieve está apoderándose del lugar.

Desde hace un mes (o más) que tenemos guardaespaldas, pero hoy es el día libre bien merecido que tienen. A fin de cuentas, ¡Es Navidad! Bueno, noche buena. Vamos, que todos merecen pasar estos días con sus familiares y amigos ¿No?

—Extraño a mamá —oigo la voz de Gabriela sobre mi cama. Hago una fina línea con mis labios. Se suponía que Gabs se iría a Nicaragua por Navidad, pero debido a la nieve, los vuelos están temporalmente cancelados—. Le prometí que iría en Navidad, yo... Necesitaba ir.

—Te comprendo, Gabs, en serio —volteo a verla, está recostada mientras observa fijamente un cuadro, era una foto de Adam junto a mí. En ese entonces apenas éramos unos adolescentes hormonales, Adam tenía 14 años y yo tenía 15. Recuerdo que Aaron fue quien tomó la foto, algo rencoroso de haberlo excluido—. Me gustaría ayudarte, pero no sé cómo hacerlo. Según el pronóstico, aún estás a tiempo de regresar para año nuevo. Sólo no te acomplejes, intenta disfrutar la Navidad, aunque no sea como esperas.

—Tú no lo comprendes, vas a pasar la Navidad con tu familia. Eres un suertudo.

—Gabriela, he pasado cuatro Navidades seguidas lejos de mi familia. Dos secuestrado y dos en Italia mientras recibía terapia —alzo ambas cejas, Gabs cierra sus ojos con fuerza al saber que no utilizó las palabras correctas. Realmente su comentario no me afecta, sólo quiero que comprenda que no debe mortificarse—. Mi última Navidad con la familia fue cuando tenía 16 años, y sigo aquí. Créeme, aunque duela, tendrás la oportunidad de pasar otro día con ellos, no te sientas mal. Mejor consigue un chico lindo al que puedas colocar bajo el muérdago, la soltería te está destrozando, amiga mía.

—Quien lo dice, el señor que aún no le pide noviazgo a Kennedy.

—Esto es diferente, lo sabes.

—Voy a fingir que lo es.

—Que denigrante. —me quejo, pero sé que tiene razón. Ya es tiempo, Kennedy y yo tenemos algo hermoso, pero realmente no tenemos nada. Han sido meses de sentimientos extraños, amor, compañía y besos repentinos. Algo hermoso, pero sin un lazo que lo confirme.

Entonces, ¿Cómo puedo saber que se siente igual que yo? ¿Cómo saber que ella me quiere a mí, y sólo a mí, cuando ni siquiera se lo he preguntado? En cualquier momento puede aburrirse, alejarse, sentir que esto es sólo un juego y que ella va a terminar herida, puede dejarme sin siquiera decirlo porque no está obligada a nada, ni siquiera está comprometida a algo en exactitud. No somos novios, no somos amigos, entonces... ¿Qué somos? Debería saberlo, debería estar claro, pero no lo está.

Nada lo está. Ni para mí, ni para ella. Eso no es justo.

—Despierta, chico, volviste a caer en un trance —las palabras de Gabs me traen de nuevo a la tierra. Está de pie frente a mí observándome con una ceja alzada, sus brazos están cruzados mientras una sonrisa divertida se asoma en sus labios—. No me digas, pensando en Kennedy.

—De hecho —lo confirmo, eso sólo engrandece su sonrisa—. Debo irme.

—¿A dónde?

—A invitar a Kennedy a salir.

Me levanto de donde estoy, dispuesto a irme de allí. Cuando estoy por salir, la escucho gritar:

—¡Andas sin camisa, Romeo! —y una camiseta cayendo justo en mi cabeza.

—Gracias, señora de los gatos. —me burlo, colocándome la camiseta mientras salgo de mi cuarto. No oigo su respuesta, pero seguro fue una grosería.

Camino por el pasillo en dirección al cuarto de Kennedy, siento la confianza recorrer mi sistema nervioso.

Su puerta está entreabierta, desde afuera se oye la discusión que mantiene con Scott. Decido esperar, es muy común ese tipo de discusiones cada día, así que no pienso entrometerme. Me cruzo de brazos y espero pacientemente la salida del menor, tras gritarle algo acerca de que no era su jefa, Scott sale disparado de ahí, ignorando mi presencia.

—¡Tú tampoco eres el mío, ten eso en cuenta! —grita Kennedy, entonces su mirada cae en mí, alzo una ceja buscando su permiso para entrar, ella hace un ademán con su mano permitiéndome el paso.

—¿Ahora por qué fue la discusión? —cuestiono. Cierro la puerta mientras la observo, está sin maquillaje y con su pelo desordenado en una coleta. Está usando una camiseta bastante grande como si fuera una bata, el estampado de lobo me hace saber que me pertenece. Sonrío, ni siquiera sé cuándo lo habrá tomado.

—Solo estaba intentando darle un consejo a Scott. Pero sorpresa, sorpresa; no me hace caso.

—¿Segura de que eres su niñera?

—Vuelves a hacer esa pregunta y te golpeo —rueda los ojos, aún con ese gesto me parece tierna—. Y no, no estoy segura. Parezco más la tipa que le agrada y recibo una paga mensual por soportarlo. Cambiando de tema, ¿Qué haces aquí?

—Ah, cierto. Quería invitarte a salir.

Kennedy ladea la cabeza algo confundida, la entiendo, muy pocas veces le he pedido que salga conmigo. Normalmente siempre pasamos el rato en casa o si salimos es por pura casualidad, no porque uno invite al otro.

—Claro, ¿Cuándo? —responde al fin. Yo sonrío inocente— ¿Hoy?

—Sí. Y no puede ser en la noche, en la noche estaremos aquí. Así que... ¿Qué te parece en media hora?

—¿Estás loco?

Sí, por ti.

—Demasiado, tal vez.

—¿A qué lugar iríamos?

—A ese restaurante italiano que tanto te encanta.

Sus ojos azules me observan con una pizca de gracia, como si en verdad estuviera demente, pero aun así le gustara.

—¡Bien! Voy a cambiarme, largo.

—Te estaré esperando. —le guiño un ojo, Kennedy arruga su nariz para intentar pasar desapercibido el sonrojo que surge en su rostro.

***

—No te pases, ¿Lo dices en serio? ¡¿Y te quejas de nosotros?! —exclamo. Kennedy ríe mientras escucha mi reacción, parece burlarse de mi incredulidad.

—¡Oye, cada familia tiene su lado extraño!

—Sí, pero la tuya hizo que tú y tu prima se hicieran pasar por lesbianas, que tú le pudieras matrimonio a Daria y ella te dijera que sí... ¡¿Y todo eso para tener postre gratis?! ¿Dónde quedó el truco del cumpleaños? —sonrío, Kennedy niega con la cabeza algo divertida— Me niego, no me cabe en la cabeza el sólo hecho de que eso les haya funcionado.

—Siempre funciona, deberías probarlo —sugiere mientras come de su pasta, la sonrisa que aparece en mis labios parece revelar mis planes—. Oh no, no lo decía en serio...

—Préstame tu anillo. —le pido, ella frunce el ceño pero obedece, algo avergonzada al tener una idea concreta de lo que pasaría.

Sí, definitivamente estoy loco.

—¡Kennedy Marie McCrury Ivanov! —exclamo en voz alta, llamando la atención de los presentes. Kennedy se golpea la frente con la palma de su mano, a sabiendas de que ya no hay escapatoria.

—¿En serio lo vas a hacer?

—Hemos salido por un largo tiempo, tú has sido una gran parte de mí y viceversa —empiezo mientras me levanto—. No sé cómo expresar lo que siento por ti, no sé cómo hacer para que mis pensamientos se pongan en orden, realmente no lo logro. Desde que te conocí sólo he querido estar contigo, he querido ser algo más significativo para ti. Pasar el resto de mis días contigo, despertar a tu lado, que tus sonrisas alegren mis días y tus risas sean la melodía que haga palpitar mi corazón. Te quiero a ti, y sólo a ti —entonces lo hago, me arrodillo justo frente a ella con la mirada de todos puesta en nosotros. Sin más palabras, extiendo el anillo mientras tomo su mano—. Fresita... ¿Te casarías conmigo?

Actúa como si estuviera paralizada, como si realmente le acabase de pedir matrimonio a pesar de que ella sabe muy bien que no es así. Una sonrisa de felicidad y de gratitud adorna su rostro; es cuando esa sonrisa se me contagia.

—Sí. —es todo lo que dice para completar la broma, los aplausos no se hicieron esperar. Estoy a punto de decirle a Kennedy que nos vayamos, que nuestro trabajo ya estaba hecho, pero entonces uno de los meseros se acerca a nosotros con rapidez.

—¡Postre para los novios! La casa invita.

La mirada burlesca de Kennedy me hace entender que ha ganado, tenía razón respecto a que el tal truco sí funcionaba.

El tiempo pasa con rapidez, el postre fue algo que disfrutamos en medio de bromas respecto al espectáculo montado. Cuando pagué la cuenta salimos casi corriendo de allí antes de empezar a reír como desquiciados.

Se suponía que teníamos que entrar a mi auto e irnos directo a casa, pero por alguna razón, empezamos a caminar por las aceras viendo la nieve caer. Debíamos darnos prisa antes de que las calles se llenaran de nieve, pero a Kennedy le gustaba el paisaje, así que no la iba a apresurar.

—¿Cuál es tu estación favorita del año? —pregunta, los copos de nieve chocaban con su pelo rojizo. Este entorno la hacía destacar de una manera tan hermosa que la admiraba— La mía es otoño, aunque el invierno también es muy bonito.

—Verano, odio las épocas frías, no me gustan.

Kennedy sigue hablando acerca de algo a lo que realmente no le presto atención, me siento algo decaído por la pregunta que me hizo anteriormente. Hace cuatro años, antes de ser secuestrado, mi estación favorita era el invierno, yo amaba el frío con locura gracias a la magia de los abrigos y el chocolate caliente (A diferencia del calor, que era un lío poder deshacerme de él en verano). No obstante, cuando me secuestraron eso cambió.

Fueron dos años, dos años en los que ya no tenía un hogar, no tenía como abrigarme o escapar del frío. Durante el invierno, los Austin disfrutaban sacarme sin camisa a la calle. Me dejaban ahí, sin zapatos, con sólo el pantalón cubriéndome y no podía escapar; me tenían esposado a una de las paredes exteriores. Y ahí pasaba largo tiempo, temblando por el frío mientras mi piel se tornaba de otros colores, me dejaban al punto de casi sufrir hipotermia. Amaban eso, amaban torturarme de formas extrañas.

—¿Axel? ¿Estás bien? —sacudo mi cabeza al oír su voz, no me había dado cuenta de que mis ojos se habían cristalizado. Parpadeo rápidamente para alejar las lágrimas que querían salir ante el recuerdo.

—Sí, yo... Estoy bien, ya estoy bien.

Kennedy suspira, para nada convencida de mis palabras. Antes de que pueda insistir, me abraza, se apega a mí y con eso es más que suficiente para sentirme bien, para olvidar mis problemas. Ella es mi cura.

Ella merece saber la verdad, merece saber lo que siento por ella.

—Rojita... —murmuro, ella tarda unos segundos en reaccionar, pero se separa de mi para que continúe— Me gustaría que leyeras algo. Algo que escribí.

—Por supuesto, ¿Qué cosa?

Muerdo mi labio inferior mientras meto mi mano a un bolsillo interno de mi abrigo, siempre guardaba ahí mi cuaderno por si la inspiración atacaba de repente. Lo sacó y busco la página con el relato de Labios carmesí, al encontrarlo se lo extiendo y espero pacientemente a que lo lea.

A medida que los segundos pasan, parece ir captando que el relato se basa en ella, sus ojos se cristalizan y sus mejillas toman un lindo tono rosado. Sus labios se entreabren sorprendidos y una lágrima cae por una de sus hermosas mejillas, sé que ha terminado de leer cuando me mira a los ojos. Está atónita, afónica.

—Te amo, Kennedy —digo en voz alta, por primera vez desde que la conozco, doy un paso hacia ella, quedando a escasos centímetros de ella. Agacho la cabeza, a tal punto de que su respiración choca con la mía y nuestras nariz se tocan, era cuestión de tiempo para que todo lo demás ocurriera—. Te amo, tenía miedo de decírtelo, pero es así, tú me completas. Tú me ayudas a ser auténtico, a no tener miedo. Y me preguntaba...

Nuestros labios se rozan, ella no se aleja, no pide que me detenga.

—¿Quieres ser mi novia?

No escuché un Sí.

Tampoco escuché un No.

Su respuesta no necesitó palabras, fue algo absoluto.

Ella me tomó del rostro y con fuerza impactó sus labios con los míos, uniéndonos en un beso, uno de los más apasionados.

Y así, firmamos el trato.

Kennedy en multimedia.

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