Ojos vidriosos sin vida.
Sangre fresca.
Lágrimas surcando su pálida cara.
Oscuridad invadiendo su ser sin piedad.
Un minuto antes y pudiera haberlo salvado.
O al menos decirle mi eterno amor.
Un humano diría que murió a causa de un derrame cerebral, de hipotermia y de graves heridas quizá ocasionadas por algún grave accidente.
Pero no entienden lo que no son capaces de ver.
Un demonio celeste dijo que tenía heridas externas como un ligamento roto y tímpanos destruidos a causa de ataques que sólo fríos seres pudieron hacer. Y dijo que la Oscuridad se había llevado la completa existencia del castaño con el consentimiento del último.
Y eso era lo que tenía que saber para llegar a una bizarra realidad.
El sacrificio era Dipper.
Y he de estar agradecido porque gracias a eso, paró el apocalipsis a tiempo.
Pero me es imposible.
¿Cómo osaría hacerlo al ya no tenerlo?
Sintiéndome tan vació que sería fácil compararme con un cascarón, me hice del universo entero para mí con extrema facilidad y rapidez.
Sin embargo, aún teniendo literalmente todo para mí, no puedo sentir más que odio al destino y tentación por tirarlo todo a la borda.
Con la desesperación como eterna compañera, me he mantenido agachado hasta quizá la eternidad.
¿Y cómo no he de hacerlo, si ya no está a mi lado?
Un reinado solitario y triste, con dos tronos.
Uno ocupado por el dolor.
Uno vacío.
¿Cómo he de sobrevivir?
Y le tengo envidia a quien cargaba en su vientre la única esencia de mi castaño.
Y no porque ella tuviera un recordatorio de cómo era.
Sino porque ella pudo irse como él lo hizo. Pudo morir con facilidad llevándose a la única prueba viviente de aquel joven al que tanto anhelo.
Y fue noble de su parte intentar dar a luz a su hijo.
Pero la pena y el dolor de la partida del castaño había ganado para ellos dos.
Y también para mí, desde hace mucho.
Las llamas y el frío manto de la muerte cosquillearían en mi lastimada alma de no ser por los malditos hilos que me sostienen.
Esos hilos son los demonios y humanos a los que tanto aprecio, a la vez que desprecio.
Son quienes han logrado mantener en pie a este peso muerto del que presumo ser desde que el cuerpo de mi hermoso niño fue consumido por las llamas.
Porque no quería que mi Pino fuera cubierto de gusanos y tierra.
Y todo termina en cenizas y oscuridad al final.
Una hermosa urna guardó lo que quedaba del ser al que tanto amé hasta que me sentí egoísta a morir. ¿Qué tan cruel he de ser como para mantenerlo encerrado?
Y lo dejé volar en el viento del pueblo en el que nos conocimos.
Mientras mi cuerpo temblaba y mi boca soltaba inaudibles sollozos, vi como sus cenizas se esparcían con gracia y desaparecían finalmente de mi vista.
Con pena, vi por ultima vez a Dipper.
Seré un vil mentiroso si dijera que no he llorado en mi existencia, porque lo he hecho. Y no sería fácil mentir sobre eso.
La primera vez fue cuando sostuve su inerte cadáver.
Pensé que de lluvia se trataba, hasta que observé el cielo y me di cuenta que estaba libre de nubes.
No las limpié,sin embargo. Sólo escondí mi rostro en el frío cuello de Dipper y dejé las lagrimas escurrir libremente.
Dipper se jactaría al saber que él ha sido el primero en hacerme caer tan bajo a tal grado de llorar. Y me hubiese encantado verlo sonreír con burla y que después limpiase mis lagrimas mientras que se dejara besar por mí.
Pero es un sueño de muchos que he tenido a lo largo de estos cansados años.
Y tengo por seguro que así será mi vida de ahora hasta la eternidad.
Fría.
Melancólica.
Dolorosa.
Solitaria.
Sentado en el trono de la derecha, mientras que el de la izquierda aguarda a que sea ocupado.
He de morir esperando...