WINTER ART • Bucky Barnes.

Bởi Monicatmiau

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❝ Ellos son desconocidos, pero tienen un pasado juntos ❞. |Mi peor pesadilla fue olvidarte| 08.06.2016 → Todo... Xem Thêm

SOUNDTRACK
WINTER ART
CAST
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Prólogo
Capítulo 1: ¿Robocop? ¿Eres tú?
Capítulo 2: La extraña de María Hill.
Capítulo 3: Bombas no. Anya feliz.
Capítulo 4: Cambio y fuera.
Capítulo 5: No soy tu compañero.
Capítulo 6: Corchita Recórcholis.
Capítulo 6.5: Pesadillas.
Capítulo 7: ¡Bucky, eres un pésimo cuatrero!
Capítulo 8: Carpe diem, idiota. Carpe diem.
Capítulo 9: Capipaleta, es tiempo de tu frase.
Capítulo 10: Bucky. Civiles. Misión. ¿No te suena a desastre?
Capítulo 10.5: Mi pie.
Capítulo 11: ¡Me confundes, Anya!
Capítulo 11.5: ¿Dónde están Bucky y Anya?
Capítulo 12: ¡Natasha, préstame la Capa de Invisibilidad!
Capítulo 13: ¡El de Shrek, por favor!
Capítulo 14: Más macho que tú y tu bigote juntos.
Capítulo 15: Cosas «tan Bucky».
Capítulo 16: Uy, mira, galletitas.
Capítulo 16.5: El daño ya está hecho.
Capítulo 17: Anya aúlla como los ángeles.
Capítulo 19: ¡Mi carta de Hogwarts!
Capítulo 19.5: ¡Adiós, Triple B!
Capítulo 20: ¡Es para hoy!
Capítulo 20.5: Iba a decir miércoles.
Capítulo 21: Odín-calcetín.
Capítulo 22: ¿Apuestas, cap?
Capítulo 23: Pesas, maldito gordo.
30 curiosidades de Anya
Capítulo 23.5: Lo encontraremos.
Capítulo 24: Soy Antonieta Fake
Corre tras tus sueños, sino los alcanzas, al menos adelgazas...
Capítulo 25: La sucia Betty.
Capítulo 25.5: Refuerzos.
Capítulo 26: La Reina de los Zánganos Asesinos.
Capítulo 26.5: Sam tiene más que ofrecer.
Capítulo 27: Anyazilla.
Capítulo 28: ¡Somos el equipo insecto!
Capítulo 28.5: Confié en ti.
Capítulo 29: Te has enamorado de Rowling.
Capítulo 30: Volví.
Capítulo 31: ¿Quién entró a Chewbacca?
Capítulo 32: Jaque mate.
Capítulo 33: ¡Bucky! ¡Mascota! ¡Entren!
Capítulo 34: Natasha es una chismosa.
Capítulo 35: ¿Algo más?
Capítulo 36: Un auto -robado- más tarde.
Capítulo 37: ¿A qué Bucky me dirijo ahora?
Capítulo 37.5: Y me gustó.
Capítulo 38: dime, Bucky, ¿me recuerdas?
Capítulo 39: ¡Híjole! Y no me avisaron.
Capítulo 39.5: Teseracto.
Capítulo 40: Soy solo tuyo.
Capítulo 41: Siento que no te merezco.
Capítulo 42: ¡Aleluya!
Capítulo 43: Trato hecho, sargento.
Capítulo 44: Solo una cosa.
Capítulo 45: Lo más lindo que me han dicho en toda mi vida.
Capítulo 46: Soy... libre.
Capítulo 47. Caminas raro, Anya.
Capítulo 48: ¿Dónde está Bucky?
Capítulo 49: William quería lo que era suyo.
Capítulo 49.5: Mujer cruel.
Capítulo 50: Finalmente.
Epílogo.
WINTER RUSH

Capítulo 18: Fuerza mental. Fuerza corpórea. Fuerza destructiva.

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Bởi Monicatmiau

18. Fuerza mental. Fuerza corpórea. Fuerza destructiva.


No te muevas —la advertencia de Tony iba directamente a ella—. Sólo estate quieta y te dejaremos ir tan pronto como terminemos. Te daré una paleta si gustas.

¿Paleta? Merecía un Moo-llennium Crunch* por todo lo que le estaban haciendo.

Recostada en una camilla, inmovilizada, sólo pudo obedecer sus mandatos, así que no se molestó en enumerar la lista de alimentos que Tony podía agregar a las compras semanales de suministros para la base. Anya bajó la mano, bufando. Sólo iba a rascarse la nariz. Tenía comezón desde que la amarraron y ninguno de ellos parecía querer atender su necesidad pica-pica.

—¿Le has sacado alguna prueba de sangre?

Vanessa tenía sus gafas científicas puestas, mirando directamente un tubo de ensayo cubierto por una rara sustancia. Traía su bata blanca, guantes de látex, una mascarilla y su cabello negro, corto y rizado, estaba atado en una coleta en lo bajo de su cabeza. O eso intentaba. Los rizos aún se desbordaban por sus costados y ella fracasaba en su intento de tirarlos tras su oreja. Era difícil creer que tuviera dieciocho años, parecía más joven. Sin la máscara sobre su rostro, obviamente.

—Sí —respondió Vanessa—, tuve que sedarla para hacerlo. No quería ver una aguja, así que permitió que la durmiera por un tiempo para sacar las muestras necesarias.

Tony le regaló una mirada de superioridad.

—¿Y por qué no la sedaste ahora?

Anya le sacó la lengua.

—Quería saber qué pasaba con ella durante la prueba.

—Así mantenerte vigilado. Si me tocas te haré comerte tu propia mano.

Ellos continuaron con su lenguaje alienígeno de núcleos y átomos y Anya no tuvo otra cosa que hacer que suspirar y contar hasta cien. En el momento en que Vanessa comenzó a explicar su pesadilla, dejó de roncar y se concentró en ella, agudizando su oído.

—Esta es una radiografía que tomé de todo su cuerpo. Lo volví un holograma para que lo viera mejor, señor Stark. Puede ver como de aquí... hasta aquí, todo va normal. ¿Le parece?

—Uh, sí. No veo nada fuera de lo común. Un cuerpo. Con grandes pechos.

Resopló desde la camilla.

—Aún no he activado sus poderes.

Se escuchó el pitido de una máquina y luego una luz extraña envolvió el cuadro. Anya torció la cabeza y vio su cuerpo, pero azul, envuelto en una cosa negra. Vanessa apagó el proyecto y le indicó a Tony que se acercara a la camilla. Allí tomó la cabeza de Anya y la señaló.

—¿Ve? —le preguntó Vanessa a Tony—. Su pesadilla proviene del centro de su mente. Ésta ataca los pulmones de quien la respire, sirve como un potente ácido. Más fuerte incluso que el ácido fluoroantimónico o que la tiocetona —Tony parecía atontado—. Lo peor viene después, no se sorprenda aún. Todo esto depende de cuánto tiempo se ha estado expuesto a su pesadilla. Su poder fácilmente podría podrir los órganos internos de alguien si ella lo quisiera, pero si no fuera así, Anya tan solo debe de mantenerlo fluyendo a través de un cuarto cerrado para que las cosas pasen. Es cuestión de tiempo.

—Descompensación —comentó Anya de repente, recordando lo que le comentaba List de su poder al prepotente de Strucker—. Descompenso los órganos de quien aspire el humo. Funciona como el humo que suelta un volcán, pero más bonito y divino.

—Uhm. Interesante. Asesino, pero interesante.

—Más que interesante —la muchacha se quitó los lentes y corrió por sus gafas redondas, sonriendo enormemente—. Son mucho más increíble sus células. Venga a verlas. Por esta razón se cura tan aprisa, es como si ellas trabajaran el triple que las células humanas normales. Es magnífico.

Cuando ella se llevó a Tony del otro lado del cuarto, se estremeció.

—¡Oigan, vine por voluntad propia, ¿por qué estoy atada?! ¡No hay ninguna prueba hoy!

—Oh —comentó Tony a lo lejos—, es que no quería que rompieras nada.

Puto.

—Ya, suéltenme.

—Lo siento, pero necesito hacerte unas muestras de rayos X enseguida, Anya. Sé que no te gustan, pero así el señor Stark puede verlas de inmediato y no se va con ninguna duda.

—Bien, pero acaba rápido.



Vanessa apagó la máquina de rayos X. Ésta hizo un sonido grave y refulgente. Usando su fuerza, la quitó de encima del cuerpo de Anya. Tuvo que tener sumo cuidado cuando movió la máquina lejos, alzándola por sobre su cabeza. Luego empujó suavemente la camilla para alejar a Anya de allí y dejarla en un lugar más cálido. La chica había caído dormida en medio de la prueba, cuando Tony le dijo que no se moviera ni hablara sino tendrían que empezar de nuevo.

Ahora tenía una expresión serena que le hizo sonreír. Nunca la había visto tan quieta. Casi parecía angelical, como un bebé.

El señor Stark apareció a su lado, con los brazos tras su espalda, silbando la canción de la película de El Jorobado de Notre Dame. Él también miró a Anya.

—Lo has hecho bien, niña. Me sorprendes —señaló con su barbilla a la búlgara plácidamente dormida en la camilla—. Cuando intenté estudiarla por poco no me muerde, es más, creo que intentó hacerlo. No es alguien muy fácil de dominar. Estoy sorprendido de que la hayas convencido.

Se sonrojó por el cumplido, sintiéndose completamente nerviosa.

—Tuve un poco de ayuda por parte de la señorita Romanoff. Ella me ayudó a persuadirla.

—Claro. Natasha convence a cualquiera.

Sintió de pronto que la incomodidad bañó el laboratorio. Era muy vergonzosa como para atreverse a hablarle a quien le ha dado la oportunidad más grande de su vida. Debía demostrarle que podía estar aquí, que quería estarlo y que era la persona ideal para trabajar junto a Selvig y la doctora Cho. Vanessa podía trabajar aquí.

—Señor...

—¿Mmmhm?

—¿Recuerda que dijo que los propulsores del nuevo quinjet estaban forjados con una pequeña energía que usted pudo guardar del cetro? —no quiso echarse para atrás ahora—. ¿Aquella mínima energía que podía darle sustento a la base entera y la que decidió guardar para un bien mejor?

Tony lo pensó.

—Uhm, sí. Lo recuerdo. ¿Qué hay con eso?

—¿Qué pasaría si, tal vez, expusiéramos a los tres sujetos; a los gemelos y Anya, los modificados por la misma fuente de energía, ante más de lo mismo? Sólo una pequeña cantidad —se apresuró a decir cuando notó que Tony se negaría—. ¿Si le damos una probada más de poder, una pizca más, tan solo una pizca?

Stark se tensó y deshilachó sus brazos, ahora cruzándolos por sobre su pecho. Pasó un largo momento sin que dijera nada. Tony aprovechó para refregarse el rostro con su mano, revolverse el cabello, suspirar y considerar su propuesta, mirando a Anya detenidamente. Vanessa supo la guerra interna que el señor Stark estaba teniendo. Sabía que él veneraba la decisión de otros, siempre veía la seguridad de quienes entraban a su laboratorio, pero también, amaba experimentar, probar nuevas teorías, ser el creador de nuevas cosas. Nuevos proyectos.

Sí. Debía de estar luchando contra sí mismo.

Vanessa recuerda cuando él les enseñó el quinjet a los científicos de la base. Ella estaba entre ellos, demasiado tímida, escondiéndose detrás de Helen Cho. Todos habían quedado encantados con el nuevo juguete del señor Stark, más aun sabiendo de dónde había sacado la energía para darle poder.

Del mismo artefacto que le dio los poderes a los sokovianos y a Anya. El mismo que ahora tenía Visión en su frente.

—Piénselo, señor. Sólo sería un poco. Sé que le pido mucho, pero siento que tanto Anya como Wanda no están dando todo lo que tienen. Estudié las anamnesis de cada una, todas decían que algunas pruebas daban negativo.

—Vanessa, es arriesgado y si bien amo lo arriesgado, no pondré en peligro a tres niños.

—Lo entiendo totalmente, pero... he estado pensando en ello, incluso la cantidad que debería incluirse en ellos. Créame que también pienso en su seguridad, pero quiero demostrarle que soy capaz de más. Mi mente alcanza más allá que solo exámenes y enfermería.

—Eh, yo lo sé, pero la cuestión aquí es otra. No tienes permitido jugar con el ADN de nadie.

—¿Y si pruebo que puedo hacerlo?

No dudó en responder.

—Ahí veremos entonces.

—Bien —ella caminó rápidamente a una de las gavetas de los muebles y sacó una carpeta, caminó de vuelta al señor Stark y se la tendió—, porque ya hice la investigación. Sólo necesitamos un mínimo de 30 miliamperios para hacerlo.

—Eso mataría a un humano.

—No son humanos. Al menos, no totalmente.

Tony leyó la carpeta, suspirando. De repente la miraba de reojo, como si no creyera que todo lo que había ahí lo había hecho ella. Vanessa en serio creía posible que los tres sujetos podían llegar más allá. Quizá, quién sabe, romper con el mito del 10% activo del cerebro humano.

—¿Y bien?

Suspiró por millonésima vez.

—Tienes todo planeado —cambió de página rápidamente—, desde las medidas de atención, los kilovoltios que lo afectarían... incluso calibraste la homeostasis térmica mejorada del chico Maximoff. Asombroso. Ajá. Todo en orden.

—¿Y?

—Muy bien. Entro —de la nada sacó su teléfono holográfico y se lo aventó—. Llámalos.

Vanessa, algo atontada, tomó el teléfono entre sus manos, aferrándolo a su pecho para que no se caiga.

—¿Qué? ¿Ahora?

—Ahora.

Media hora después, tanto Wanda como Pietro y una aún adormilada Anya, estaban metidos en tres cubículos diferentes. Pietro estaba entremedio de ambas mujeres, con Wanda a su derecha y Anya a su izquierda.

Todo el equipo estaba ahí, incluyendo a la doctora Cho y al loco de Selvig. Él comía una paleta mientras hablaba con Fury y Steve, quien reía. Vanessa los había reunido por si algo se salía de control. Selvig era experto en actuar mediante presión. Natasha y Sam estaban conversando, mirando detenidamente cada uno de los cubículos. Stark, por alguna razón, intentaba hablarle a Bucky Barnes, pero sin resultados. Visión miraba la interacción de estos últimos con una media sonrisa.

Y Vanessa... ella intentó no ponerse nerviosa.

Éste, sin duda, era el día que más presión sentía. Aún mayor que el día en que Stark fue a su casa y le preguntó sobre su habilidad con las artes científicas.

—Oye, Nessie —habló Pietro. Anya le había dicho su apodo. Grandioso. Ahora siempre la recordarían como el Monstruo del lago Ness—. Llegué aquí por mera arte del destino. Un arte que me alegra llamar Natasha Romanoff, pero esa persona no fue tan amable de explicarme nada, sólo me acarreó aquí, amenazando a mi mini-Pietro. Así que... ¿esto qué nos hará exactamente?

—Probará que sus poderes tienen más que ofrecer.

—Suena algo retorcido —murmuró Wanda, incómoda—. ¿Cuánto durará?

—Sólo unos minutos, tranquilos. No dolerá.

Anya estaba tirada en el suelo del cubículo, con una pierna sobre la pared de cristal, su pie golpeaba rítmicamente la superficie mientras ella movía sus dedos como vaquetas. Con lo dicho, dejó de moverse y señaló a Vanessa con acusación.

—Te crecerá la nariz por mentirosa.

—No miento. Les prometo que no dolerá.

La pelirroja se puso de pie de inmediato, mirándola fríamente.

—Todo lo relacionado al cetro que entre por nuestros cuerpo duele —se cruzó de brazos—. Sé de lo que te hablo. ¿Diez años sufriendo de lo mismo te parece poco?

No permitas sentirte culpable ahora. Lo haces para su bien. Sabes que algo más grande se aproxima, el mundo los necesitaba. Necesitamos de los modificados.

—¡Bien! —gritó Tony cuando se dio cuenta de que Bucky no le seguiría la animada conversación—. ¡Empecemos con los Juegos del Ha...! Ah, mierda, me equivoqué de lugar.

—Lenguaje. —bramó el cap.

—Los invito a todos a ponerse aquí, por favor, más cerca de los cubículos.

No le sorprendió que todos se acercaran con velocidad. Quizá sentían la misma curiosidad o solo quizá querían salir de aquí. No obstante, pudo notar como todos elegían de qué modificado querían estar más cerca. Natasha y Sam se acercaron entre Pietro y Anya, sin elegir bando. Steve, Visión y Cho –puesto que ella era quién se encargaba de los estudios a la sokoviana– se fueron donde Wanda. Fury y Bucky se movieron al lado de Anya. Selvig y ella con Pietro. Todos se esparcieron para tener mejor vista.

—De acuerdo, ¿a alguien le gustaría ser el primero?

Anya, amorosamente, elevó su dedo corazón y lo presionó contra el cristal. Su rostro mostraba lo inconforme que estaba.

Tony se echó a reír.

—Supongo que ese es un «yo».

—Es un «no me gusta esto».

—Vamos —la animó Pietro, aunque todos pudieron notar la tensión en su postura y voz—. Será como en los viejos tiempos —un temblor lo delató. Tampoco quería esto, aunque se lo tragó y le sonrió amablemente a Anya—. No te pasará nada, Ann.

—Sácala de ahí —habló Bucky—. A todos. Después de todo lo que sufrieron, no lo merecen.

—Tú cállate —gruñó Anya—. No sabes lo que pasamos.

—Oh, créeme que lo sé —se movió más cerca de su cubículo, su mirada clavada en ella por poco no extractaba fuego—. Yo estuve ahí cuando te suministraban tus dosis. Fui yo quien te vio retorcerte de dolor. Fui yo quien te vio cubierta por líquido alienígena. Yo fui quien escuchó tus putos gritos de agonía, maldición.

Eso llamó la atención de Vanessa.

—¿Sabías la cantidad?

La miró de reojo, enfadado.

—Una jeringa de 60ml. No las soportaba, su cuerpo tardaba mucho en procesar la energía.

—¿Cuánto tiempo?

—Tomaba un día entero —ahora la miró solamente a ella. Vanessa no supo cómo tomar su atención, así que abrió la boca para instarlo a seguir con la información—. Suéltalos ahora. Sé de lo que te hablo. No lo soportarán.

Se dio cuenta de que ellos no entendían, no comprendían la gravedad del asunto. Vanessa por poco no les suelta la verdadera razón por la cual necesitaba convertir a Wanda en un lectora de mentes altamente capacitada, con el don de encontrar cualquier mente en el mundo. Tampoco podía decir la razón por la que quería aumentar el metabolismo de Pietro hasta el punto de hacerlo correr más de veinticuatro millones de millas por segundo, quizá hasta pueda llegar a más. Y Anya... no podía decir por qué quería aumentar sus poderes hasta hacerla más explosiva que un volcán, sería un arma.

Así se complementaban los tres.

Fuerza mental. Fuerza corpórea. Fuerza destructiva.

Podría finalmente destruir a quienes la lastimaron con ellos tres.

Eran los únicos seres que conocía capaces de destruir el mundo.



Wanda, al ver la indecisión y la cara larga de Vanessa, decidió entrar en su mente, pero al momento de deslizar su mente a la suya, el cubículo se lo impidió. El choque fue pequeño, como si un dedo le hubiera impedido avanzar tocando su frente. Frustrada, sólo se limitó a suspirar con conformismo. Aunque no pudo evitar sentirse intrigada por lo que la menuda mujer estaría pensando, tenía la impresión que no era nada bueno.

Aquí dentro ya todos estaban listos para verlos haciendo algo más. ¿Qué perdían con ello?

Consciente de que posiblemente recuerde su tiempo en HYDRA, trató de mantenerse serena. Las personas que estaban aquí, en esta habitación, no eran las mismas que entonces la rodeaban. No habían rostros codiciosos o malévolos, sino rostros preocupados y... y luego estaba Visión.

Él la miró y sonrió, como si no hubiera nada qué temer. Y eso la consoló.

—Yo iré primero. —dijo valientemente, apartando la mirada de Visión.

Pietro y Anya la miraron al mismo tiempo, ambos con una expresión de horror, como si no hubieran esperado eso.

—No —intervino su hermano de inmediato—. En ese caso voy yo primero. No dejaré que seas la primera en aguantar el dolor, no lo dejaré. Te diré qué tan fuerte es y si deberías no atravesarlo. Deberían. También va para ti, Anya —en eso gritó—. ¡Soy voluntario!

Tony de nuevo se rió y Pietro sonrió a medias.

—Eh, lo siento. Siempre quise decir eso.

—Si te soy sincero —dijo Steve, divertido—, diría que lo esperaba más de Anya que de ti.

—Me la robó —se quejó la susodicha—. Ahora no podré decir eso hasta que todos se hayan olvidado de que lo dijo. Apesta ser original.

—Yo iré primero —se entrometió Wanda de nuevo—. No dejaré que siempre me protejas, Piet. Soy alguien adulto que puede tomar sus propias decisiones, así como tomar su propio dolor. Seré la primera y yo les diré qué tal. No me discutas. Ahora, Vanessa, empieza.

Era solo una prueba, ¿qué podía salir mal?

Podía salir muy, muy mal. Wanda vio como Vanessa caminaba hacia un tablero con hologramas y presionaba y cambiaba formas, encendiendo el cubículo. La energía comenzó a subir, pudo sentir como sus venas se ponían azules producto del poder oculto del cetro. Es decir, la energía del a Gema. Alzó la mirada hacia Visión y notó como la Gema en su frente comenzaba a brillar fuertemente.

Fue la única panorámica que tuvo antes de que un dolor la atravesara. No duró mucho, se fue tan rápido como llegó, ni siquiera pudo emitir un sonido. El ambiente a su alrededor se cerró, todo se desvaneció y lo único que fue capaz de ver fue la luz blanca. De pronto Wanda estaba en un lugar totalmente blanco, no sabía si había paredes o piso, el color blanco teñía todo el sitio, como si no hubiera nada.

Ella parpadeó por la fuerte iluminación, pero se movió. Comenzó a caminar por el sitio, mirando, por si lograba vislumbrar algo, cualquier cosa.

No fue hasta que una pequeña luz, una ínfima cosilla se aproximó en el horizonte, que ella empezó a correr. Era verde y brillaba con tanta fuerza que quemaba. Pero qué... poder.

Wanda se detuvo a una distancia prudente y absorbió el poder, lo sintió, lo anticipó.

—¡La Gema del Tiempo! —alguien gritó a sus espaldas, pero cuando ella volteó, no había nadie.

—¿Qué diablos...?

La piedra entonces brilló y ella volvió a teletransportarse. Ahora estaba en algún desierto, lejos, rodeada de arena y solamente arena. El cielo despejado... y un Thor confundido.

—¿Lady Wanda?

—¿Thor?

De improvisto, la tierra comenzó a temblar, separándose. Un terremoto, pensó. Thor, al notar que se separarían, se adelantó a ella y la tomó de los hombros, dejando caer el martillo. Él fijó su mirada azulina en la suya, preocupado.

—Iré a ayudarlos, lo prometo.

Y Thor desapareció.

Luego Wanda fue expuesta a una visión que por poco no le arranca el corazón. Guerra. Destrucción. Devastación. Muerte. Vio morir mujeres, niños, bebés... Vio como el mundo caía, sucumbía en la oscuridad. Violaciones, maltrato, asesinato. Dolor. Wanda sólo pudo llorar. Le parecieron horas las que estuvo mirando, le pareció haber visto todo tan lento, haber vivido todo.

El mundo sería destruido.



Para cuando Wanda volvió de su «recarga», como la llamaba Anya, vio que lloraba desconsoladamente.

La luz del poder de la Gema bañaba todo el cubículo en una cortina imposible de traspasar, así que tanto ella como el resto, no pudieron ser capaces de ver qué ocurría con Wanda ahí dentro durante la alteración. Lloraba, era lo único que podía decir. Su cuerpo pequeño estaba en una esquina, temblando, encogido con miedo, mirando algún punto fijo delante de ella.

Pietro trató de salir para ver a su pequeña hermana, preocupado hasta el tuétano, pero el cubículo estaba cerrado, impidiéndole salir.

—¡Oh, vamos! —gritó, golpeándolo con ambas manos.

Steve se acercó al cristal de la sokoviana y golpeó, llamando la atención de la castaña. Wanda, al notar que todo había terminado, se levantó de un salto que sorprendió a Anya –¡eso fue levantarse con estilo!–, limpió su rostro y sonrió. O lo intentó. Más bien hizo una mueca.

—¿Estás bien? —preguntó su hermano, golpeando el cristal para llamar su atención—. ¿Wanda? ¿Te duele...? Háblame, por favor.

—Sí —susurró, pero al tener parlantes, el cubículo lo reprodujo con fuerza—, lo estoy. Estoy bien. No duele. Es sólo que... vi cosas. Cosas malas.

—¿Qué viste? —preguntó Vanessa, alzando un cuaderno para anotar.

Anya no pudo evitar hacer un mohín. Aún le parecía una mala idea, hecha o no la prueba, ser expuestos a más energía era totalmente inapropiado y peligroso. No solo para ellos tres, sino para los presentes en la sala.

Mirando de reojo a Bucky se dio cuenta de que no estaba asustada por ella –quizá solo un poquitín– sino más bien por dañar a quién quería. No es como que no encontrara genial tener más poder, nunca venía mal algo de fuerza adicional y era lo suficientemente vanidosa como para creerse la reina del mundo con tanta jurisdicción, pero en todo esto había algo malo, algo retorcido, algo... que no se sentía bien.

Y su intuición generalmente nunca fallaba.

Generalmente.

—Pasó... pasó como con Ultrón —murmuró Wanda, mirando a su hermano—. Vi tanta muerte. Tanta destrucción. Acababa con el mundo.

El mundo guardó silencio por lo que parecieron horas.

Anya de pronto cuadró sus pensamientos; si Wanda tuvo una visión altamente mortal, siendo que ella rara vez tenía acercamientos del futuro, es más, Wanda infería y calculaba probabilidades, pero no podía ver el futuro a menos que tocara algo o su mente estuviera en trance.

Eso la hizo pensar –sí, era posible que ella pensara– que de verdad este ejercicio aumentaba sus poderes.

Ella tenía el don de la precognición, ¿qué vería entonces?

—Sigo yo. —dijo, sin pensar, como siempre.

Fury se palmeó la frente con una mano.

—¿Qué te dije en la oficina sobre ser demasiado impulsiva?

—¿Eh? —cuando se hizo la desentendida, la miró mal—. Oh, lo siento. No te oí. Tiendo a... oh, la Gema de Visión está brillando.

Como si nada, Bucky se giró a Fury y murmuró.

—Tiene déficit atencional.

—Como si no lo supiera.

—¡Te oí!

—No, pero en serio, la Gema de Visión está brillando —comentó Tony, caminando hasta el androide para tocar su frente—. Mmmhm, esto me gusta y a la vez no me gusta. Vis, te fuiste a la mierda con el dicho: «se me prendió el foco».

—La siento un poco caliente —comentó Visión—. Está generando poder.

—Quizá siente la fuga de energía —dijo Selvig—. Las Gemas se buscan entre sí, se anhelan, la energía se atrae. Anteriormente, hace milenios, las seis Gemas eran una sola. Debe de ser una reacción totalmente normal.

—¿Entonces no explotará?

—Aún no.

—Eso es un consuelo. —murmuró Pietro.

Vanessa se acercó al tablero del cubículo de Anya y lo encendió, sin siquiera preguntarle si estaba lista o no. Tensó su cuerpo, apretando sus manos en puños, preparada con lo que venía.

No tengo miedo. No tengo miedo. No tengo miedo.

La luz la cegó y ella se vio a sí misma en la misma habitación blanca que vio en su visión la otra noche en Las Vegas. Como esperó, se asustó, pero no se permitió ir hacia abajo. Patearía traseros, no era tiempo de temer. Aunque tuviera la respiración agitada y un nudo en la boca del estómago, avanzaría.

Bueno, ya estoy aquí. ¿Ahora qué?

En eso, la luz se apaga, pero vuelve de inmediato, como un parpadeo involuntario. La Gema del Tiempo apareció de repente ahí, como su última visión. Sin embargo, esta vez, vio a alguien a su lado. El hombre tenía la piel purpura, no como Visión, sino... violeta, agrietada y seca. Su cuerpo era enorme, gigantesco, no era un cuerpo humano normal; tenía una contextura similar a la de una mole. La impresionó, jamás había visto a un alienígena. Y sabía que era uno, no tenía otra explicación.

Él miraba detenidamente la Gema, con un gesto burlón. Nunca la miró, nunca reparó en ella, pero su voz resonó por todo el cuarto, causándole escalofríos.

—Ustedes creen que podrán ocultarla de mí, pero soy más listos que los humanos.

Anya sólo fue capaz de tragar saliva.

—¿Quién eres?

—Cuando acabe con todos los que se interponen en mi camino, vendré por ella. Es tu oportunidad, Pesadillas. Tú y los otros humanos superiores, la Bruja Escarlata y Quicksilver deben unirse a mí. Los humanos inferiores no merecen ser salvados. Acompáñame.

Como si lo fuera a seguir. Si no le ofrecía Redbull y pie de limón, podía irse al infierno.

—Muérete.

—Eso hago.

Y la imagen del hombre desapareció. Es decir, no estaba segura si era un hombre, pero sí que era una cosa. Algo extraño que le causó temblores. En la habitación, la voz que escuchó en su primera visión, la misma que le dijo que era la piedra frente a ella, se escuchó, agitada:

—Thanos la busca, matará a quién sea que la tenga. Buscará todas las Gemas y destruirá el universo. Él quiere destruirlo todo.

Y solo entonces, la guerra explotó a su alrededor.



Se está tardando, pensaba Bucky, cruzado de brazos, mirando detenidamente el cubículo donde estaba Anya. Le sudaban y cosquilleaban las manos por querer de romper el cristal si esto se alargaba por mucho más tiempo. Tenía el impulso de entrar allí y sacar a la niña. Recuerda haberle dicho que la protegería, ahora y antes, siempre dijo que sería su protector –aunque no lo necesitara– y planeaba cumplir con su promesa.

—¿Cuánto queda? —preguntó Fury, dirigiéndose a la muchacha de gafas—. Se está tardando un poco más que Wanda. ¿Es normal?

Bucky no quiso pensar lo peor.

—Sí, sólo quedan unos segundos —respondió la loca de las ciencias—. Tiene que absorber bien la energía. Anya tiene un poder más destructivo, cualquier equivocación podría ser fatal... para nosotros.

—¿Acaso la gente últimamente está diciendo todo para consolarnos? Porque lo hacen del asco.

La luz parpadeó y se esfumó, tan rápido como llegó y colisionó contra el cubículo, desapareció. El corazón de Bucky se saltó un latido, creyendo que tendría a Anya lloriqueando, histérica.

Pues se equivocó. A diferencia de Wanda, la niña estaba de pie en medio del cubículo, abrazando su cintura con fuerza, con la mirada totalmente desenfocada, como si lo que acabara de ver fuera lo más horrible que ha visto nunca. Su boca se abría y se cerraba, pero optó por cerrarla por completo al notar que había vuelto a la base. Pasó la mirada de Helen Cho hasta Bucky, de Bucky hasta Helen Cho. Recorrió a todos con la mirada más de dos veces, hasta que habló.

—Guau —suspiró—, eso fue intenso. Peor que la droga del autoservicio a las afuera de Toronto.

—¿Estás bien? —preguntó Steve, adelantándose.

—Sí, claro. Perfectamente bien. —no le gustó su tono. Fingía.

—¿Tú viste algo también? —esa fue Cho.

Recordó que Anya tenía el don de la precognición artística, dibujaba el futuro cuando tenía una visión. Los dibujos que tenía cobraron más sentido cuando recordó aquel recado. Ampliar los campos del futuro debió haber sido más específico en ella que con Wanda.

—Vi... una guerra. Mundial. Con seres humanos e... inhumanos.

Se hizo un silencio, pero se rompió cuando Fury pidió permiso para salir, excusándose con que tenía que hacer unas llamadas.

—Sigo yo. —dijo Pietro y Vanessa se acercó a su panel y encendió todo.

Wanda miró a su hermano con compasión y miedo, apegándose al costado de su cubículo, con la intensión de estar lo más cerca a Pietro.

El cubículo del chico Maximoff se prendió y comenzó a brillar como lo hicieron los otros dos.

Bucky desvió su atención a Anya, había dejado de sonreír y ahora mirada un punto fijo delante de ella con una mueca en los labios, sus atrayentes ojos estaban humedecidos. No había indicios que dijeran que lloraría, pero algo la inquietaba. Los recuerdos de ella en HYDRA llegaban de a poco, pero podía recordar la gran mayoría. Recordaba cuando hablaban todo el día –más bien ella era la que hablaba– o toda la noche. Recuerda como ella amaba los juegos y como enfrentaba lo que ocurría en esas instalaciones. Anya era fuerte, pero también se derrumbaba. Y Bucky siempre estuvo ahí cuando eso pasaba. Ahora, creía, que no sería la excepción.

Él era el único que conocía todas sus facetas.

—¿Arrepentida?

Su voz hizo que ella pegara un brinco y volviera a ensanchar una sonrisa, fingiendo. A Bucky no le gustaba que aparentara sonreír. Podía notar la diferencia.

—Por supuesto que no. ¿Por qué preguntas?

—Porque me estás sonriendo, cuando estabas enfadada —cambió su rostro a uno neutro—. Y porque generalmente brincas de allá para acá contando todo lo genial que te ha pasado, no te guardas nada, en especial a mí. Esto no debió de haber sido genial para ti, ¿verdad?

Ella desvió su mirada al resto del equipo, que no debían de oír sus palabras, puesto que Bucky estaba lo suficientemente cerca de su cubículo como para convertir la conversación en una privada.

—Vi mucha muerte. Gente inocente cubierta de sangre, gente inocente siendo manipulada. Había mucho daño colateral.

—Mucha gente inocente muere día tras día.

—Pero esto era una catástrofe, Buck, un acto hecho de adrede por cobardes —su expresión pasó a la consternación—. Vi más de lo que debí haber visto. Creo que ni siquiera debí haberme metido aquí —señaló las cuatro paredes de cristal que la rodeaban—, sabía que era una mala idea desde un comienzo, aún lo creo.

—¿A pesar de que pudiste ver el futuro, de lo que pasará en quizá, años?

—No vi cómo evitarlo, sino que vi las consecuencias. Y mis visiones nunca...

—Fallan —eso último lo había dicho para ella, pero él consiguió captar sus susurradas palabras—. Lo sé. Sé que tienes el don de ver el futuro.

Pareció subirle el ánimo aquella declaración, puesto que se incorporó.

—¿Eso también te lo dije en HYDRA?

—No me lo dijiste, me informaron de ello antes de conocerte. Tú estabas lejos de interesarte por tus poderes, de hecho, no los querías porque sabías que por ellos te buscaban. Una noche me confesaste que si no fuera porque desarrollaste estas habilidades, habrías estado felizmente muerta.

Esas crudas palabras los calló a los dos. Le era difícil imaginarse a la Anya Rowling extrovertida llorando porque estaba viva, pero el recuerdo de Anastasia llorando a mitad de la noche no se lo podía sacar de la cabeza.

Se tambaleó con nerviosismo.

—¿Eso te dije?

—Sí. —pasó saliva.

—Debió haber sido antes de conocerte bien.

—Sí, bueno, la forma de conocernos no fue la típica.

Rió, esta vez en serio.

—Me la imagino —lo miró detenidamente, aún con una sonrisa—. Ojalá pudiera recordarla.

Ellos se miraron unos segundos antes de que algo explotara frente al cubículo de Pietro. Una luz azul envolvió el especio, donde Pietro y otro hombre cayeron de una altura de dos metros. Todos los miembros del equipo se lanzaron lejos, aunque Bucky se lanzó delante del cubículo de Anya, fue un reflejo.

Ambos recién llegados rebotaron contra el suelo con fuerza, gimiendo de dolor. El hombre desconocido se despegó primero que el chico Maximoff, limpiando sus trapos. Tenía el cabello negro peinado hacia atrás y usaba ropa verde, toda ridículamente extraña. Era joven, debía tener su edad, unos veintimuchos o treinta y pocos.

—¿Loki? —preguntó Steve, anonadado.

Fury y Romanoff tenían la misma pinta.

—Capitán Rogers, es genial volver a...

El hombre no pudo terminar de hablar, porque la misma luz que los hizo aparecer, los tiró nuevamente a otro sitio. Ambos hombres desaparecieron velozmente, tan súbito como llegaron, se marcharon. Creyendo que había terminado, se relajaron, aunque a su alrededor comenzó a estallar el infierno, desmintiendo su serenidad.



—¡Hay una anomalía totalmente extraña! —informó Vanessa, todos los controles se habían salido de control y habían enviado ondas a los milagros.

Los tres estaban gritando de dolor, sosteniendo sus cabezas mientras agonizaban. Todos intentaron llegar a ellos, pero alguna extraña energía los lanzaba lejos, como si no quisiera que los tocaran. Era extraño.

—¡Apágalo! —gritó Bucky Barnes—. ¡Ahora!

—¡Eso intento!

Las luces comenzaron a parpadear, todo a su alrededor comenzó a explotar. Anya envolvió todo el cubículo con sus pesadillas, impidiendo a todo público a mirarla. El cubículo de Wanda de pronto se tiñó de rojo, como un torbellino color escarlata meciéndole el cabello. Con Pietro fue algo similar, cubriendo todo de azul, pero el chico no se veía por ninguna parte, como si corriera tan veloz que no era capaz de observación al ojo humano. Era un caos.

Steve de pronto se aproximó al tablero, empujándola fuera del camino para golpearlo con ambas manos. Al principio no lo consiguió, así que tomó una silla y la aplastó contra el tablero, ésta vez consiguiendo un corto circuito que se expandió por todo el piso. Todo quedó a oscuras, los jadeos y gemidos se escucharon, fueron la única música de fondo. No pasó mucho tiempo antes de que las luces de emergencia pusieran el lugar de nuevo a la vista, pero la luz era tenue y roja.

Los cubículos habían explotado, los tres milagros estaban en el suelo, rodeados de vidrios.

Vio como Steve se acercaba a ella, con una expresión furiosa.

—Esto ha ido demasiado lejos, Vanessa.

Luego, vio lo que tanto temía, vio decepción en su semblante. En el suyo, en el de Tony y el resto. Estaban preocupados, asustados. La había liado.

Steve desvió su atención a donde estaban los milagros y ella hizo lo mismo.

Wanda y Pietro se habían acercado a abrazarse, pero a su alrededor, atendiéndolos a ambos, estaban Cho, Visión y Natasha, tratando de tranquilizarlos. Con Anya estaba Bucky, Fury y Selvig, éste último intentado confirmar sus signos vitales. Tony y Sam estaban parados cerca, sabiendo que no podían ser de mucha ayuda, pero estando listos para ofrecerla. Los milagros habían sido golpeados con fuerza. Los tres respiraban con dificultad, apenas podían mantener los ojos abiertos y estaban esparramados en el suelo, aturdidos.

Sintió como si miles de cuchillas atravesaban su pecho.

Dios mío, es mi culpa. Yo hice esto.

—Yo... yo lo siento.

El capitán suspiró.

—No es a mí a quién debes pedir disculpas.

—Vi... vi... —comenzó a jadear Wanda, consiguiendo que el resto guardara silencio—. Vi a... Thor venir aquí. Venía a ayudarnos, él... decía que vendría a socorrernos.

—¿Ayudarnos? —preguntó Selvig, repentinamente interesado en Wanda—. ¿Con qué? ¿Para qué venía a ayudarnos?

—La Gema del Tiempo —esta vez, fue Anya quien gimió—. Está en la Tierra y... —las lágrimas desbordaban los ojos de cada uno de ellos, como si tuvieran tanto miedo que desconocían qué hacer—. Todos la quieren, todos quieren su poder... Matará por ella.

—¿Quién?

—Winnlock —dijo Pietro—. Thanos. Todos. Nos matarán. Loki me lo dijo, quiere... evitarlo.

Y cayeron inconscientes.




(*) Moo-llennium Crunch: tipo de helado.

.

Esa Vanessa, está como loca, no sé. Díganme qué les pareció /.\ 

Gracias a todas por los comentarios y votos, los leo y no sé, como que me da algo, se me mueve el kokoro como loco jajaja, no, pero en serio me enternecen, me hacen reír. Me gusta saber qué opinan. También me alegra que esta historia les guste tanto, yeeei*-*

Creo que no me canso de decirlo jaja:')


-Moni.

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