2. La olvidada ©

By euge_books

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ATENCIÓN: NO LEER SI NO LEYERON LA EXTRAÑA. ESTA ES LA CONTINUACIÓN. Han pasado cinco años desde la muerte de... More

Antes de leer
Prefacio: Correr o morir
Estallido
Días oscuros
Tormento
Eliminación
La estación olvidada
El esperado encuentro
Rescate
Viaje
La llegada
Secretos
Bomba de información
Advertencias
Compañía
Un pequeño avance
Suposiciones peligrosas
Enemigo a salvo
Entrenamiento oficial
Pocas pistas

Introducción a la milicia

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By euge_books

15 de marzo de 2028

Iriana

Aceptar que Matt me había mentido fue un proceso largo. No me detendré en eso, no vale la pena recordar el tiempo que no nos hablábamos, no porque yo no quisiera, sino porque él no estaba listo para enfrentar esa conversación.

Supe que había hablado con la doctora Hensler al respecto. Yo también lo hacía. De ser una extraña, había pasado a ser una señora en la que confiaba para contarle mis problemas y mis más íntimas pesadillas. No me presionaba cuando tenía un bloqueo y no podía continuar con la sesión, simplemente me decía que lo intentaríamos la próxima vez.

Tessa, por otro lado, era una mujer persistente. Monitoreaba nuestros movimientos, análisis y pruebas todo al mismo tiempo mientras dirigía una base militar. No sabía de dónde sacaba el tiempo, pero siempre andaba rondando. Desde que habíamos entrado de forma temporal a la división de Kara, o el Primer Comando si lo llamamos por su nombre, habíamos recuperado bastante masa muscular. Estaba orgullosa de cómo se había tonificado mi cuerpo, y de Matt mejor ni hablemos. Tenía a toda la población femenina y masculina soltera babeando por él, pero era lo suficientemente humilde para no querer admitirlo.

Me ajusté las botas y me coloqué la chaqueta antes de salir. El clima seguía demasiado frío para entrenar en exteriores, así que lo hacíamos en un espacio cerrado. Me había acostumbrado a pasar mis mañanas y tardes en ese gimnasio. Después de mucho tiempo, me había reído y divertido, pero lo más importante había aprendido tanto de mí misma como de mis amigos.

Cerré la puerta de mi habitación y vi que Matt hacía lo mismo al final del pasillo. Lo esperé y le di un abrazo corto de buenos días.

―¿Cómo has dormido? ―preguntó, una sonrisa burlona bailando en la comisura de sus labios.

―Bien, ¿por qué?

―¿No te duele la espalda o algo? ―bromeó haciendo referencia al entrenamiento del día anterior.

―Qué estúpido.

Lo golpeé suavemente en el abdomen y continuamos caminando. Kara nos esperaba en la entrada del edificio junto a su jeep, como todos los días. Tessa le había encomendado la tarea de trasladarnos. Éramos como los sabuesos que se sentaban en el asiento trasero y aguardaban pacientemente la llegada a sus nuevos destinos.

―¿Están listos? ―dijo, entusiasta, mientras encendía el motor. La calefacción me golpeó en la cara, aliviándome unos minutos.

―¿Para qué? ―contestó mi amigo, inclinándose hacia adelante.

―No puedo creer que no les haya dicho.

―¿Decirnos qué? ―hablé yo, desesperada. Si era otro análisis, me lanzaría del auto a la de ya―. ¿Está todo bien?

Los ojos claros de Kara se encontraron con los míos a través del espejo retrovisor y me sonrió, tranquilizándome.

―Mejor que bien. Les daré todos los detalles cuando lleguemos, pero primero tienen que desayunar.

En menos de dos minutos estábamos estacionando en el comedor, uno de tantos, el que más cerca nos quedaba. Nos servimos café y tomamos cada uno una magdalena. Íbamos a sentarnos, pero la rubia nos interrumpió y, con la sonrisa más tierna que podía fabricar, nos dijo:

―No hay que llegar tarde, lo comerán de camino.

Asentí, porque no valía la pena discutir, y volvimos al ruedo. Para mi sorpresa, no fuimos al mismo sitio de siempre. Kara dobló en un par de esquinas y estacionó frente a una puerta metálica. Parecía ser el edificio más nuevo por la zona a juzgar por el brillo del material y por la tecnología que estaba adherida.

Kara introdujo un código y se escuchó un pitido. Nos hizo pasar, obedecimos, dubitativos. El interior estaba oscuro, lo bastante como para que tuviera que abrir los ojos al tope y tratar de ver mejor el suelo que pisaba. Kara entró detrás y la puerta se cerró, dejándonos completamente a la deriva.

El corazón me latía fuerte, si agudizaba mi oído, escucharía el de Matt también. Caminamos el minuto más largo de la historia hasta que una hilera de luces se encendió, mostrándonos un área de entrenamiento de élite. Una ligera sensación de estar siendo observada me recorrió y miré hacia el techo. Una decena de cámaras giraban a un lado y a otro, sin perderse ningún detalle. Sin saber exactamente qué hacer, levanté la mirada y saludé a una.

―Lo que mi queridísima amiga debería haberles contado ―comenzó a explicar Kara―, es que comenzarán a entrenar para, de cara a futuro, ser miembros oficiales del plantel.

―¿Del Primer Comando? ¿Pero eso no se supone que es para humanos? ―pregunté.

―Tú también eres humana, ¿o me perdí de algo y eres un alien?

Negué con la cabeza, sonriendo. Me caía muy bien esa mujer.

―El Primer Comando es solo el inicio. No puedo darles más información porque temo que sea inválida, lo siento. Lo único que puedo decirles es que Tessa tiene grandes planes para ustedes, así que, si hacen bien su trabajo, pronto se verán portando una insignia igual a esta ―señaló su chaleco y la figura del águila que tenía bordada en oro: el escudo de la SHN, si no estaba equivocada, modificado para que se adecuara al diseño de la bandera del estado.

―¿Qué hacemos aquí?

Matt se adelantó y tocó uno de los artefactos. Parecía que le iba a saltar a la cara sorpresivamente.

―Haremos las cosas a la antigua. Les haré un pequeño examen, para ver cómo han avanzado hasta ahora. Pónganse esto ―nos entregó dos pulseras Touch y las encendió con el pasar de su dedo―, medirá sus signos vitales todo el tiempo. Mi equipo controlará cualquier imprevisto que pueda surgir. En tal caso, la prueba se detiene.

Con que para eso servían las cámaras.

Nos indicó cómo debíamos posicionarnos y se retiró hacia atrás. Se colocó cerca de la puerta, sonrió y luego accionó un botón.

Las luces se atenuaron, sin dejarnos completamente a oscuras. Al fondo, un camino de luces led rojas se encendieron y el ruido de dos máquinas moviéndose hizo eco por todo el lugar. Mis manos se apretaron en puños por acto reflejo y esperé.

Esperamos.

Tres minutos y no sucedió nada.

Matt fue el primero en dar un paso adelante. No estaba muy segura de qué hacer, así que lo seguí. Mis instintos estaban alertas, tal y como me había enseñado a mí misma durante tantos años. La expectativa me carcomía por dentro, hacía que mis nervios salieran disparados por las nubes, pero no podía echarme hacia atrás.

Luego de lo que pareció un momento eterno, dos personas se materializaron en el pasillo. Y digo materializar porque realmente emergieron del suelo. Una luz blanquecina y azul los rodeaba, como destellos que formaban parte de sus figuras etéreas.

Hologramas. Eso tenían que ser. No habíamos practicado nunca con ellos, ni siquiera una simulación. Seguramente había sido idea de Tessa.

Las figuras avanzaron hacia nosotros con una velocidad sobrehumana. Me agaché justo a tiempo, antes de que su puño conectara con mi rostro. Golpeé sus piernas y usé las mías para desestabilizarlo, pero pasaron de largo. Estaba atravesando el holograma.

Miré hacia arriba y lo siguiente que sentí fue un ardor insoportable en mi mejilla. Grité, era como si me hubieran rociado con aceite hirviendo. Me retorcí y quité la pierna del camino del holograma, en medio de un impulso de supervivencia, le lancé una patada que impactó en su cuello. Fue como golpear vidrio, mi pierna rebotó un segundo, como sucede cuando se hace contacto con algo sólido y luego siguió de largo.

El holograma se había desvanecido. Al mirar a mi derecha, descubrí que el de Matt también.

Me levanté y me pasé el antebrazo por la cara. Sentía rayas irregulares sobre mi piel, nada que pudiera parecer grave. Matt corrió hacia una de las paredes y sacó una pistola con balas de goma. Cómo las había visto escapaba de mi conocimiento. Me lanzó una, la accioné y disparé al tiempo que un holograma se materializaba sobre mí, bañado con esa extraña luz azul.

Fue distinto a la vez anterior. Antes simplemente había desaparecido, los que controlaban la prueba debían haberlo hecho cambiar de lugar, pero con la bala se deshizo en un montón de partículas. Un pitido en el techo me dio a conocer el término de la prueba, luego de ver que Matt había conseguido darle a su objetivo también.

El lugar se iluminó de nuevo, mostrando a Kara al lado de la puerta con una sonrisa de oreja a oreja.

Más tarde ese día, nos encontrábamos cenando en el comedor. Carter nos felicitó por nuestro desempeño en la prueba sorpresa, según nos había dicho había sido uno de los que estuvo detrás de escena. No nos habían dado ninguna explicación más que la principal. Ningún papel que debiéramos firmar, ninguna nota o calificación, solo una felicitación bien merecida.

―Tu cara está mucho mejor ―apuntó Curtis. Como era costumbre, simplemente se sentaba y me observaba. Últimamente, lo hacía mucho.

―Gracias.

Según me habían explicado, y si es que había entendido bien los términos científicos del doctor Blancher, eran prototipos de barreras defensivas, para ser usados en caso de ataque antes de enviar a las fuerzas humanas. Estaban hechos con el mismo material que la barrera azul que rodeaba a las SHN, por eso me había quemado con tanta facilidad y me estaba costando regenerar. Rowan me había colocado una crema y dijo que en pocos días habría desaparecido por completo.

―De ahora en adelante, usaremos los viejos hologramas. El equipo de Rowan esperaba probar sus nuevos modelos con H.A.V. antes de ponerlos oficialmente en funcionamiento ―explicó Carter. Entre líneas, leía que nos habían usado como sujeto de pruebas aprovechando la nuestra propia, así que no podía quejarme ni reclamar porque había comprendido el punto, y era un beneficio para todos, al fin y al cabo.

―Cómo los odio ―balbuceó Tania―. Siempre que intento pasar por ellos, termino con quemaduras.

―Eso es porque no has aprendido a esquivarlos bien ―la pinchó su amiga la pelirroja.

Su novio estaba con ella, Dustin, si mal no recordaba. No cruzábamos tantas palabras en el entrenamiento porque cada uno estaba enfocado en sus propios ejercicios. Estos eran los únicos verdaderos momentos que teníamos para socializar.

Se me daba muy mal.

A Matt, no tanto.

Desde que había aumentado sus sesiones con la doctora Hensler, tres veces por semana, lo veía más animado. Hablaba mucho más, se relacionaba mejor que yo, evidentemente. Las risas femeninas a mis espaldas daban fe de eso.

Acabé mi comida, di las buenas noches y me despedí. Matt me hizo una seña para ir conmigo, pero yo negué. Se estaba divirtiendo, y se lo merecía. Además, necesitaba estar sola.

Se cumplía un mes desde que habíamos llegado allí. Al principio me había sentido abrumada: muchas cosas nuevas que aprender, hábitos por retomar, personas que conocer y mi salud. Ahora podía decir que estaba emocionada, sí, esa es la palabra. Emocionada de pertenecer, por fin, a algún sitio. Las pesadillas llenas de sangre y muerte me perseguirán toda mi vida, pero si tenía a mi lado a gente que me ayudaba a sobrellevar la carga y me enseñaba a ser mi mejor versión cada día, sabía que iba a estar bien.

Todo estaría bien.

Escuché pasos detrás. No presté demasiada atención porque podría ser un militar que caminaba hacia la misma dirección que yo, aunque esa sería una coincidencia muy grande. El vello de la nuca se me erizó en respuesta a un viento brusco que se levantó. Giré violentamente sobre mi eje y abrí los ojos al máximo.

Nadie.

Sin señales de seres vivos.

Continué caminando, esta vez con la sensación punzante de estar siendo espiada.

No dormí casi nada, y al día siguiente estaba bostezando y dándole vueltas al asunto de la noche anterior. Matt había notado mi cambio de humor, pero sabiamente no dijo nada. Nos concentramos en el entrenamiento y en seguir las indicaciones de Carter.

Estaba acompañado de Alex, me resultó extraño que Tessa no estuviera con él. Esos últimos días parecía que peleaban más seguido. No quería preguntar la razón, una parte de mí temía que fuese por nosotros. Si algo iba a aprender, era que no había que tener de enemigo a un militar experimentado y superior que tú.

O podía hacer que nuestros ejercicios fueran el doble de difíciles que los del resto.

―Levanta más la pierna, Rochester ―ordenó con su voz ronca y seria. Eventualmente perdí el equilibrio y caí al suelo―. Levántate. Rápido, no tenemos todo el día.

―Lo intento ―murmuré con la respiración agitada.

―Inténtalo con más ganas. Otra vez.

Bufé y obedecí la orden, posicionando mi pie a la altura de su cabeza, pero sin llegar a golpearlo. Asintió y se dirigió a Matt, quien copiaba lo que estaba haciendo. A él no le dijo nada, simplemente lo empujó con un dedo y dejó que cayera sobre su trasero.

―Eso sucede si no estás bien posicionado en tu base.

―Lo sé.

―Si lo sabes, ponlo en práctica ―espetó.

Definitivamente, algo andaba mal con él y Tessa, pero no iba a preguntar. Tenía miedo de que me mordiera la nariz, como un perro rabioso.

El entrenamiento terminó y la comandante entró, sonriente.

―¡Tengo buenas noticias! ―exclamó. Ignoró que todos le hacían el saludo militar de respeto y se dirigió directamente hacia nosotros―. Ya son miembros oficiales del Ejército de los Estados Unidos.

Nos quedamos en silencio, hasta que un pequeño coro de aplausos se oyó y fue in crescendo. Matt me abrazó, levantándome del suelo y haciéndome girar.

―¿Cómo lo conseguiste tan rápido? ―le preguntó―. No estoy seguro de que hayamos pasado la prueba de ayer.

―Al contrario, Matthew. Tienen un potencial increíble. Tuve que hablar largo rato con la Dirigente Lourd, pero... ―sacudió la cabeza, restándole importancia al asunto, o estaba tratando de ocultarnos algo―, tendrán sus nuevos uniformes listos esta tarde. Pueden pasar a buscarlos por el edificio principal.

―Bienvenidos ―dijo Carter, palmeándonos la espalda. Sonreímos y Tessa nos dio un abrazo largo y efusivo.

―Es un logro gigante, estoy muy orgullosa de ustedes.

Matt hinchó el pecho, haciéndome reír. Yo opté por darle las gracias de manera tradicional. Se dio media vuelta y caminó a la salida, sin siquiera dirigirle una mirada a Alex.

Sí, la cosa estaba fea.

Pero, ¿quién era yo para opinar?

―¿Tú también lo notas? ―dijo una voz a mi lado, curiosamente femenina. Estaba segura de que Matt no hablaba así, nunca. Giré la cabeza para encontrarme con una chica, de mi misma altura, rubia, con la mirada puesta en Alex, como si lo estuviera analizando a fondo y supiera exactamente qué secretos escondía.

Un escalofrío me recorrió la columna.

Sus ojos castaños se enfocaron en mí y me sonrió de oreja a oreja.

―Soy Yamila, es un placer conocerte.

―Igualmente.

¿Qué se suponía que debía decir? La había visto entrenando con nosotros, pero nunca se me había acercado. ¿Por qué ahora? ¿Acaso ya se le había pasado el miedo y estaba segura de que no estábamos allí para matar a nadie?

Tenía que calmarme. Los nervios y la falta de sueño estaban haciendo estragos en mi humor.

―Puedo ayudarte con el ejercicio, si quieres. De todas formas, nos toca lucha.

Torcí los labios hacia abajo. No me emocionaba tanto escucharlo como lo hacía antes. En nuestras clases de artes marciales, no éramos los mejores ni sobresalientes, solo estudiantes promedio que hacían bien su trabajo y demostraban un buen indicio de crecimiento personal. Las enseñanzas de Win Ming quedarían para siempre grabadas en mi mente y alma, me calmaba pensar en ellas y recordar el proceso que habíamos aprendido. Aquí no era tan así. No se regían por la naturaleza y belleza de apreciar el arte marcial, simplemente era una forma de supervivencia y defensa.

En los últimos años, lo fue para todos.

Suspiré y dejé que Yamila me guiara hacia las colchonetas negras que estaban dispuestas a un costado. Kara vio en nuestra dirección para monitorear nuestros próximos movimientos y alzó un pulgar hacia arriba.

Ambas nos pusimos en guardia. Noté que sus brazos estaban más despegados de sus costillas que lo usual y su base se tambaleaba, pero era estable. Me miraba con diversión, era un entrenamiento después de todo, y era una de las primeras personas que se acercaban a hablarme que no formaba parte del grupo de Carter, Kara, y compañía.

Respiré profundo y esperé el ataque. Golpeaba suave, como una pluma. No me hizo ningún daño cuando su puño chocó con mi abdomen. A pesar de que tensé los músculos, no sentí dolor alguno. Yo la golpeé en repetidas ocasiones en las costillas, haciéndola resollar del esfuerzo. Cuando pensé que ya estaba por dar la lucha por terminada, lanzó su pierna derecha al frente y conectó contra mi muslo, que, para mi mala suerte, estaba un poco más adelantado de lo que debería. Caí de rodillas y aprovechó el momento de desconcierto para coronar con una serie de golpes a mi cara.

Definitivamente no me lo esperaba.

Retiro lo dicho, pegaba muy bien.

―¿Estás bien? ―preguntó, tendiéndome la mano. Tenía los nudillos rojos y raspados. Mi cara debía estar igual.

―Sí. Buena pelea.

Sonrió una vez más antes de caminar y perderse entre los demás muchachos. Matt corrió a mi alcance con cara de preocupación, pero yo me adelanté y negué.

―Te dio una paliza.

―Lo sé.

―No te levantaste del suelo.

―También lo sé, estaba ahí ―contesté con ironía. Matt rodó los ojos y me acarició el brazo.

―Te desconcentraste, eso no es típico de ti. ¿Estás segura de que todo está en orden?

Resoplé y apoyé la cabeza contra su pecho unos segundos. Era reconfortante, sentir su abrazo y que me calmara con sus palabras arrulladoras. Había sido así siempre. Mi cable a tierra. Mi salvación.

―Esa chica no me da tanta buena espina ―comentó luego de un rato. Levanté la cabeza y arqueé una ceja. Yo había ignorado el estremecimiento que me había provocado su cercanía mientras juzgábamos silenciosamente a Alex, pero había sido bastante simpática después. Una compañera, extraña, pero estaba en nuestro equipo, al fin y al cabo.

Me costaría acostumbrarme a esa palabra.

La noche siguiente a esa Tessa nos llamó para que la acompañáramos. Quería mostrarnos algo. Nos hizo subir a la camioneta y condujo dentro de la base por lo que pareció una eternidad. No hablamos, estaba concentrada en la carretera, o mejor dicho en su pareja. No era asunto mío, me recordé.

―¿Todo está bien? ―pregunté.

Genial, ya metí la pata.

―Sí, ¿por qué lo dices?

―Te ves triste.

Ella simplemente se encogió de hombros y zanjó la conversación que ni siquiera había empezado. Unos minutos más tarde, estacionó el vehículo y nos apuró para bajar. Sacó un manojo de llaves de su bolsillo y comenzó a saltar como una niña pequeña, de repente emocionada.

Intercambié una mirada con Matt. Él negó, como diciendo que deje el tema en paz y haga lo que me digan, así de simple. Iriana, no metas tu nariz en asuntos ajenos. Mensaje copiado.

La seguimos por unas puertas dobles y por un pasillo gris hasta que llegamos a la única puerta que tenía código. El interior se iluminó en cuestión de segundos y nos mostró un almacén lleno de armas.

―Mi lugar favorito.

―¿La armería? ―pregunté, dando un paso hacia ella.

―Claro que sí. Es una chica ruda ―bromeó Matt. Tessa rio, y no pareció para nada forzado.

Pasé los dedos sobre el borde de las estanterías, leyendo los modelos y el tipo de calibre que utilizaban. Continué hacia el fondo, hacia las armas blancas. Las espadas cortas, los cuchillos de tiro, y demás estaban listados por tamaño y material. Como si estuviera atrapada en un hechizo, me dirigí a las katanas. Tomé una y balanceé su peso, blandiéndola hacia la derecha y hacia la izquierda. La que había sido mía la había perdido. No sabía dónde estaba, si me la habían confiscado o cualquier cosa que hicieran con los elementos forasteros.

―¿Te gusta? ―dijo Tessa. Di un respingo, no había notado que estaba tan próxima a mí―. Yo prefiero más los arcos y las flechas, más de la vieja escuela.

―¿Tradicional o compuesto?

―Tradicional, siempre, pero no tengo problema en usar uno compuesto si es lo que hay.

Asentí, dejando el artefacto en su lugar.

―En Bradford teníamos nuestra propia colección de armas, cortesía del abuelo de Matt ―él hizo una inclinación de cabeza, pero no habló de Joe. Todavía era un tema sensible―. Practicábamos todas las tardes.

El recuerdo hizo que los ojos se me llenaran de lágrimas y me empezaran a arder por el cambio de color. Pude controlarlo a tiempo y sacudí los hombros para liberar tensión.

Tessa abrió una compuerta y extrajo dos sais octogonales y se los entregó a mi amigo.

―Me parece recordar que tenías unos parecidos a estos.

Los ojos de él se iluminaron y los afirmó con fuerza. Eran sus preferidos, parecían adheridos a sus manos y era una bestia con ellos. Es decir, no habíamos sobrevivido por quedarnos rezagados e indefensos.

―Son suyos.

Tosí de la sorpresa, apartando las manos del mango de la katana, que inconscientemente había buscado.

―¿Nuestros? ―Matt fue el primero en recuperar el habla.

―Claro. Cada uno tiene un arma predilecta. La de Alex es su pistola, a Kara le encantan los cuchillos que pueda lanzar y Carter tiene un bate de béisbol. No, en realidad no lo tiene, pero alardea con conseguir uno.

Reí, y enfundé la katana en un estuche de cuero para colgármela en la espalda.

―¿Has consultado con otros aparte de esto?

Tessa enderezó la espalda y sus ojos se endurecieron.

―Kara y Carter se mostraron muy receptivos con la decisión. Alexander votó en contra, pero sobre él tengo la última palabra. Desde que me legó el rol de comandante, soy capaz de tomar las decisiones, en base a los votos positivos. Además, tengo que hacerme cargo de su progreso, tómenlo como una recompensa y una bienvenida. Siempre y cuando las utilicen con precaución y bajo el permiso de su supervisor en ocasiones específicas.

Sonrió, nos dio la espalda y se dirigió a la salida. Nosotros la seguimos en completa sintonía y cargando nuestros nuevos regalos con orgullo.

Nuestra estadía se estaba poniendo cada vez másdivertida.

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