Frontera de caza

katiealone tarafından

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Cumplir dieciocho años en la tradicional y poderosa familia Bautista-Montagny es todo un acontecimiento. Y Da... Daha Fazla

Sinopsis
📜 Epígrafe 📜
🩸 Introducción 🩸
1. Los barrios altos
2. Preparativos
3. La caja
4. Sangre
5. En aprietos
6. Culpable
7. Pagar el precio
8. Frente a frente
9. Sangre nueva
11. Matamos a un Edevane
12. Bebe
13. S.O.S
14. Primero, las balas
15. Momentos de debilidad
16. La historia según Arabella
17. Nos preparamos
18. Dulce escape
19. Verdades sobre la mesa
20. Tuya
21. Tenemos visita
22. Enemigos
23. En nuestras venas
24. La escena de Jack
25. Sin esperanza
26. Sin lugar en el cielo
27. La cazadora
28. Lo que perdimos
29. Tal vez es tarde
30. Poder ancestral
31. Relish
32. Fugitivos
33. Sin culpa
34. Sombras
35. No me sigas
36. Sangre de mi sangre [Final]
🧛 Nota de la autora 🧛
🩸 Epílogo 🩸
Extra 1: Lover
Extra 2: Aquella niña perdida
Extra 3: Ternura
Especial de Halloween 2023 [Parte 1]
Especial de Halloween 2023 [Parte 2]
🎨 Ilustraciones para FDC 🎨
😜 Memes 😜
📚 Otras historias de la autora 📚

10. Primera vez

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katiealone tarafından

Danielle tomó una decisión: Si de verdad querían mantenerla con vida, entonces iba a ser tan molestosa que se iban a arrepentir de haberla secuestrado. No aguantaría la estupidez de "Ahora eres mía" de Aliz, ni pensaba a quedarse a vivir en los suburbios con aquel par de perdedores.

—No voy a salir sin bañarme y cambiarme de ropa —les dijo muy firme. Ya estaba anocheciendo, y se suponía que era hora de matar al tal Chicho.

—Bien, entonces quédate aquí y muere. Lo vamos a desaparecer de todas maneras —respondió Diego de mala gana.

—Hay ducha, pero no tenemos agua caliente —contestó José Alonso. Increíble que él resultara ser el más amable de los tres—. No lo necesitamos, así que...

—No me voy a poner la misma ropa —añadió—. Así que tienen que conseguirme algo.

—¿Tienen? —le dijo Diego—. ¿Quieres que salga de compras al mercado del barrio o qué?

—Ropa de mercado te pondrás tú, yo no me voy a vestir con cualquier cosa. Quiero ropa decente. —El chico bufó, y ella sonreía triunfante. ¿Querían tenerla de mascota? Pues que se aguanten.

—Puedes ponerte algo de Aliz —sugirió Alonso. La susodicha estaba en un rincón de la sala sin siquiera mirarlos. Había vuelto hacía un raro, dijeron que fue a alimentarse.

—Dije ropa decente, no de gótica barata —declaró, pretendiendo irritarla. Pero Aliz sonrió a medias, y ni siquiera la miró.

—Pues la gótica barata te gustó mucho la otra noche, y no paraste hasta que te la comí, ¿eso lo has olvidado? —Los chicos rieron por lo bajo, ella contuvo la respiración. 

—No recuerdo nada —le tembló la voz, pero habló con la verdad. Los "flashes" de la noche de la fiesta no llegaban con claridad, y esa parte era muy confusa aún.

—Qué pena, porque lo disfrutaste. Volvería a comerte si me lo pidieras —le guiñó el ojo, ella ya no podía más, le ardía la cara de la vergüenza. ¿De verdad pasó? ¿O lo decía para molestarla?

—Bueno, ya dije que no me voy a poner tu ropa, ya verán ustedes de dónde sacan algo. Ni se les ocurra ir al H&M, me da alergia —cambió de tema de inmediato. No soportó las miradas de esos dos, y menos la sonrisa traviesa de Aliz. O su mirada que parecía devorarla.

—A la que no le da alergia estar aquí es a Milla, y a veces deja ropa —le dijo Diego—. Si encuentro algo de ella, ¿te lo pones y te dejas de estupideces?

—Tal vez —siseó. Ya no podía negarse al parecer, y la verdad sí quería ir donde el tal Chicho. Si esa era la oportunidad que tenía para vivir, había que tomarla

Al rato, Diego regresó con algo que podía servirle. Aunque no sabía que tan práctico sería. Una minifalda de pliegues, y una polera ancha. Aún podía usar las botas que llevó, y con eso sería suficiente.

Cuando entró a la ducha pegó un grito por el frío. Cogió esa cosa que se suponía era un jabón, lavó su cabello con algún producto barato que le dejaría su linda cabellera reseca, y salió de esa ducha con premura. También se vistió rápido, y agradeció que Aliz tuviera una secadora en el baño.

Al salir, parecía un poco más la Danielle de toda la vida que la supuesta cazadora que era. Y, al llegar a la sala, notó que pusieron sobre la mesa sus anillos y la daga. Caminó directo a ellas, pero antes que los tocara, Aliz apareció. La detuvo, cogiéndola por el brazo.

—Ten claro algo. Te estoy permitiendo tener estas cosas solo para que mates a Chicho. No somos tu papi, no vamos a facilitarte el trabajo ni a ponerte al vampiro de rodillas. Te vas a defender como puedas, y si consigues matarlo, será porque te lo ganaste. ¿Quedó claro?

—Si —le dijo entre dientes. Como odiaba cuando decía "tu papi". Ella menos que nadie tenía derecho a hablar así.

—Segundo, no intentes nada estúpido. Si se te ocurre siquiera herir a alguno de nosotros con esos anillos, o usar la daga, acabaré contigo de una vez. Ya he tenido muchas concesiones contigo, no voy a seguir aguantando tu insolencia.

—Tú no me mandas —respondió, y apartó su brazo de ella—. Si me das esto, será bajo tu responsabilidad.

—Angelito —respondió con cierta condescendencia, curvando los labios en una sonrisa llena de burla—, antes de que siquiera lo pienses, estarás muerta. Pórtate bien, y te recompensaré. Me gustan las niñas obedientes.

—Si mato a Chicho hoy, ¿me liberarás?

—Te llevarás un premio, si eso es lo que quieres —le dijo guiñándole un ojo, para luego apretarle las mejillas y hacerse a un lado.

Dani se quedó paralizada, y segundos después sintió rabia de sí misma. Esa desgraciada asesina no podía seguir tratándola de esa manera, como si le perteneciera. Lo peor no era eso. Sino que, cuando la miraba así, cuando le insinuaba lo que podía hacerle, las piernas le flaqueaban.

—¿Nos vamos? —preguntó Diego desde la puerta. Estaba oscuro afuera, y José Alonso muy tranquilo, a la seguridad de las sombras.

—Andando —ordenó Aliz, siguiéndolo. Danielle solo se acomodó la daga debajo de la polera, entre la falda. Cogió los anillos con prisa y empezó a ponérselos mientras caminaba.

Si pensó que irían en auto, se equivocó. Los tres tenían motos negras, y cada uno la había personalizado a su gusto. Suspiró, ¿por qué tenía que seguir aguantando eso? ¿Por qué no pudo ser menor de edad por siempre? Tanto querer el maldito documento de adulta, para que a su primer día la regalen a los vampiros.

—Vienes conmigo, princesa —le dijo Aliz—. Tengo un casco para ti.

—Lo habrás desinfectado primero.

—No, tiene piojos. Póntelo y súbete de una vez.

Aliz le tendió el caso, el que se puso sin cambiar la cara de disgusto. No quiso seguirle la conversación. Decidió prestar atención al camino, pues no tenía idea de a dónde iban. 

Salieron de los barrios altos, cruzaron el centro histórico. Y, para su sorpresa, no se dirigieron a la zona periférica. Cruzaron la zona turística y linda de El Sirada, y avanzaron al distrito viejo, como le llamaban algunos. Un lugar con lindas casonas de la época republicana, puentes de madera, y vida bohemia. Pero también con calles de piedra, y callejones olvidados. Lugares que creías imposible que existieran en un lugar tan bonito.

Se detuvieron debajo de un puente en mal estado. El sitio estaba a oscuras, y tenía vallas de seguridad que puso el municipio para que nadie se arriesgara a bajar por allí. Pero todos caminaron directo a la oscuridad de lo que en los tiempos de antaño fue una bajada hacia las playas que visitaba la alta sociedad. Y no parecía haber ni un alma cerca.

—¿Por qué estamos aquí? —preguntó.

—Dan buenas fiestas solo para los entendidos de, bueno... nuestra naturaleza —aclaró José Alonso—. Chicho está cerca.

—¿Cómo están tan seguros?

—Porque este lugar me pertenece. —Danielle se detuvo en seco, Diego y Alonso también. Quien se adelantó antes de que se dieran cuenta, fue Aliz.

El que habló estaba en las sombras. Dani esperó hasta verlo avanzar, y no llegaba solo. Unos tres tipos con aire tétrico lo acompañaban, sin dudas, más vampiros. El que iba al medio era alto, en apariencia algo fornido. Cualquiera que lo viera diría que no pasaba los treinta, e incluso a lo lejos se podían ver los tatuajes que decoraban la piel de su cuello y de sus manos. Ese tenía que ser Chicho.

El vampiro solo tenía ojos para Aliz, y tampoco parecía confiado o burlón. Estaba fumando un puro, mismo que arrojó a un lado sin que se consumiera ni la mitad. Papá lo hubiera considerado un sacrilegio.

—Señorita Drak, bienvenida. Veo que trajo a sus perros falderos, y a una nueva integrante. ¿Cómo debería llamarla?

—Ángel —mintió Aliz. Mejor así, porque de seguro mencionar sus apellidos pondría en alerta al tipo.

—Muy bien, Ángel. Soy Narciso, pero en esta ciudad me llaman Chicho. Está bien, lo acepto. Suena simple, hasta curioso. Pero mi nombre es Narciso Edevane, para que lo tengas claro.

—Ajá... —murmuró ella. En verdad no entendía por qué la ridiculez de decirle su apellido. No sonaba a nada que conociera.

—Ahora que ya pasaron las presentaciones formales, hablemos de ciertos rumores, señorita Drak.

—¿Qué rumores? —preguntó Aliz, dando un paso al frente.

—De un muerto de importancia en el puerto. —Dani contuvo la respiración. Así que él sabía de su padre.

—¿Y eso qué tiene que ver conmigo?

—Que el muerto en cuestión no debió estar allí. Y tampoco debió morir tan fácil.

—Eso quiere decir que sabías de Raimundo Bautista era, ¿verdad? Siempre supiste que hubo cazadores, y no se te ocurrió decírmelo. —Narciso, o Chicho, o como se llamara, se encogió de hombros.

—¿Y esperabas que revelara todos los secretos de mi ciudad porque sí?

—Mencionar que hay cazadores ancestrales en El Sirada no me parece poca cosa.

—¿Qué quieres que te diga? Todos respondemos a alguien de arriba. Y yo, a mi gran señor del clan.

—Sí, ya sé que eres un perro de los Edevane, ¿no te da un poco de asco admitirlo con orgullo? —Dani miraba atenta todo, guardado la información. Así que hablaban de otro clan de vampiros. Los Drak, los Edevane... ¿Cuántos más?

—No tengo ninguna vergüenza de servir al clan más poderoso del mundo. Hasta una Drak como tú debe aceptar cuál es su lugar en el mundo. Tu clan está en decadencia, señorita. No eres nadie aquí, por eso escapaste de casa. Y a mi ciudad no puedes venir a pretender que mandas.

—Es una lástima, querido Narciso —respondió Aliz, encogiéndose de hombros—. Me caías bien, pero olvidaste algo importante: Me importa una mierda lo que tu señor y los Edevane quieran. Los Drak seguiremos haciendo lo que se nos antoje.

—Eso ya no es así, niña tonta —se burló Chicho. Y eso, aquellas simples palabras, bastaron para que Aliz las tomara como una declaración de guerra.

Ella fue la primera en lanzarse al ataque, pero antes de que siquiera llegara a tocarlo, los tres vampiros le cerraron el paso. Cosa que Aliz no soportó. Empujó uno a un lado con fuerza, logrando que chocara con la pared contraria. A otro lo cogió del cuello y lo mordió antes de echarlo a un lado. Fue como volver a, exactamente, una noche atrás. Eso fue lo que hizo con su padre. 

El tercero, a diferencia de sus compañeros, tuvo mejor suerte. Ya mostraba sus colmillos y garras, pero Chicho lo detuvo.

—Déjala, es asunto mío —declaró el vampiro. Todo había sucedido en cuestión de segundos, tan rápido que apenas pudo verlo—. Acaben con sus súbditos.

Había tres, uno para cada uno. A pesar de lo heridos que estaban dos de ellos, seguían siendo rivales. Ni siquiera pudo ver como les iba a José Alonso y Diego. Ella ya estaba enfrentando su propio problema.

Vio como el vampiro que Aliz arrojó a un lado estaba casi sobre ella. No le dio tiempo de sacar su daga, este la derribó y la hizo rodar por el asfalto. Tampoco pudo quejarse del dolor, el vampiro ya estaba sobre ella. Danielle llevaba los anillos en las manos. Si tan solo pudiera...

—Relájate —le dijo la criatura—. No luches más, quédate quieta.

En otras circunstancias esas palabras solo habrían logrado enardecerla, pero cuando el vampiro habló, no tuvo alternativa que obedecer. Dejó de forcejear, se quedó quieta, viéndolo. Una parte de ella quería rebelarse, pero no podía. ¿Acaso estaba controlando su mente? ¿Era eso?

—Voy a disfrutar mucho dejarte sin una sola gota de sangre... —murmuró este, y luego, pasó la lengua por su mejilla. "Haz algo, estúpida. ¿Por qué no reaccionas? ¿Por qué no lo atacas?", se decía desesperada—. Cierra los ojos —ordenó el vampiro, y obedeció sin chistar—. Ahora sí...

Lo siguiente fue como un despertar. Alguien se lo sacó de encima, y el efecto de esa especie de hipnosis pasó en un instante. Quien se lo quitó fue, para su sorpresa, Diego. Este le tendió la mano, y ella la tomó a duras penas. Diego tenía una herida en el brazo, y otra en el costado. Pero estaba vivo, y había derrotado a su rival. José Alonso, al parecer, aún tenía problemas.

—¡Mátalo! —le gritó Diego cuando el vampiro volvió a incorporarse, y se lanzó directo a ella.

Danielle solo levantó las manos, esperando que eso sirviera. Diego tenía una barra metálica en las manos, misma que usó para golpear al vampiro y darle unos segundos. Lo aprovechó, clavando los anillos a la altura de su pecho.

—¡Ahhh....! —gritó este, desesperado. 

Cuando quiso alejarse del terror que sentía, descubrió que los anillos se habían clavado en su carne, y para sacarlos tuvo que hacer un esfuerzo que acabó por desgarrarlo. Y de paso, salpicando sangre en todo su rostro. 

Diego la jaló y se hicieron a un lado, el vampiro se retorcía de dolor en el piso. Para rematarlo, el chico hundió la barra de metal en el mismo lugar que ella arañó, y supuso que eso sería suficiente. Si a Aliz un simple arañón la dejó enferma, ese tipo no tenía esperanzas.

—¡Diego! ¡Quítamelo de encima! —exclamó José Alonso por su lado.

El chico se apresuró a ayudarlo, dándole la ventaja por apenas uno o dos segundos. Tiempo suficiente para que José Alonso cambiara de apariencia. Con sus garras le rajó el rostro, y luego hundió los colmillos en su cuello. Mordió fuerte, arrancando buena parte de su carne. "Parece un truco que le enseñó Aliz", se dijo mientras lo veía en acción. Pero José Alonso no se conformó con eso, por supuesto. Con el vampiro tumbado en el suelo, se puso sobre él, y con algo de esfuerzo le abrió el pecho, rompiéndole las costillas. Danielle casi se desmaya de la impresión cuando lo vio hundir su mano en el cuerpo ya maltrecho, y arrancarle el corazón.

—Oh cielos, oh cielos... —repetía una y otra vez, nerviosa. Era un salvaje, era como todos ellos. Tuvo que matarlo cuando papá lo puso de rodillas, tuvo que...

—¿Ya mató a alguien? —preguntó el ensangrentado José Alonso.

—¿Rompiste la maldición? —dijo Diego, y ella no supo qué responder.

—No lo sé, no me siento distinta. Tal vez... — "La daga, tiene que ser con la daga", pensó. Por supuesto, la primera sangre se cobraba con ella. Tenía que...

Con la rapidez de todo el suceso, apenas reparó en lo otro. Más allá, Aliz luchaba con Narciso. Parecían muy parejos, o eso creyó. Entonces, ¿Aliz tenía problemas con él? ¿No se suponía que ella era muy antigua y todo? Su familia le tenía miedo, por algo la entregaron como sacrificio. ¿Entonces por qué rayos...?

—¿No vamos a hacer nada? —preguntó el chico, pero José Alonso negó.

—Solo está ganando tiempo para que "alguien" haga su parte —dijo, mirando de lado a Dani. Ella contuvo la respiración. Había llegado la hora. 

Danielle sacó la daga. Solo quedaban dos vampiros, y uno de ellos tenía que morir si quería seguir viviendo. Tenía que esperar que uno cayera. Iba acercándose despacio, sosteniendo la daga tan fuerte como podía. "El primero, ese será", se dijo. Hundiría la daga en quien cayera, y por alguna razón estaba segura de que sería Chicho.

Se equivocó. De alguna forma, Chicho aprovechó un instante para tumbar a Aliz y ponerse sobre ella, dándoles la espalda. Podía hacerlo, y así acabar con todo. Vengar a papá, conseguir su boleto de vida. Se acercaría de lado, y aprovecharía que esos dos forcejeaban para hundir la daga en Aliz.

—¡Ahora! —gritó Diego, y ella solo corrió sin pensarlo.

"Mátala, sabes que tienes que hacerlo. Acaba con ella...", se repitió varias veces en ese segundo. Tal vez fue el destino, o la suerte, lo que la detuvo. Chicho la vio por el rabillo del ojo, reconoció la daga y soltó a Aliz. Esta lo cogió del cuello, y Danielle ya no tuvo opciones. Apretó los ojos sin medir bien el rumbo de la daga maldita, solo sintió que chocó con el cuerpo del vampiro, que se hundió en él.

Narciso Edevane aun quiso defenderse, estiró una mano hacia ella para atraparla, pero Danielle se apartó horrorizada, dejando la daga clavada en él. Tanto ella como Aliz se hicieron a un lado, mientras lo veían caer.

El vampiro gritó, fue tan espantoso que Dani estuvo segura de que llamarían la atención de todo el distrito viejo. O peor, de todos los vampiros de la zona. Narciso empezó a retorcerse, gritaba, se ahogaba mientras se ponía rojo, las venas de su rostro se hinchaban, y sangre coagulada salía por su boca. Parecía que su cuerpo se estuviera destrozando por dentro, escuchó el quebrar de sus huesos. Danielle intentó apartarse, llevarse las manos a la boca para no vomitar, no podía seguir aguantando eso.

Cuando el cuerpo del vampiro convulsionó, no duró más tiempo. Los chicos miraban boquiabiertos todo, Aliz tenía una sonrisa de satisfacción en el rostro. Y, cuando al fin el cuerpo del vampiro dejó de temblar, supieron que estaba muerto.

Entonces empezó.

Danielle gritó cuando se dio cuenta, algo pasó en su mano derecha. Le ardía, como si hubiera fuego por dentro. Gritó espantada cuando el dolor se hizo más intenso, cuando las puntas de sus dedos empezaron a ennegrecerse. Desde el dedo medio, una marca suave como una curva se extendió por su mano, formando un círculo. Se cogió la mano, y lloró de dolor, o de miedo.

Estaba de rodillas en el piso, cogiendo su muñeca como si estuviera intentando detener un sangrado. Pero en verdad ya no dolía, y algo de ella no era igual a la chica de esa mañana, o la de hacía un instante.

Al fin alimentó a la daga con su primera sangre. La maldición estaba rota, y la cazadora nacía.



*************

¡Buenas, buenas! Les cuento que la novela pasó la primera ronda del ONC, ¡seguimos dentro del concurso! 



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