Loca casualidad #1 ©

Von genhessis

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Trilogía: Carter, libro #1 Emmaline Carter ha probado el dulce sabor del amor junto a Blaise Lemaire, sin emb... Mehr

Sinopsis
Prólogo
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¿Dónde leer mis historias?

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Von genhessis

Observar la pista de baile, o en realidad a las parejas, debía ser de lo más triste o por lo menos de lo más patético cuando una se encuentra en la sección de las solteronas.

Emmaline soltó un suspiro.

Al menos su hermana se veía radiante, Scarlet era la joya de la temporada, bueno, no le habían concedido tal título, aun nadie tenía idea de quien sería nombrada de tal forma, pero ella sabía que sería su hermana.

Solo bastaba con verla unos segundos para notar sus movimientos delicados, su sonrisa recatada siempre en el rostro y por supuesto su atractivo.

¿Cuántos hombres le habían solicitado un baile en una hora?

Creía que probablemente los suficientes para dejar completo su carnet de baile.

Mientras tanto, ella se encontraba ahí, junto a las limonadas. ¿Cuántos limones tendrían que haber exprimido para lograr tal cantidad? Ya estaba al límite del aburrimiento máximo y el desquicio si sus pensamientos la llevaban a limones y vasos.

Su madre había insistido en que se quedara con ella y algunas señoras más, pero la verdad, eso le parecía más humillante y altamente destructivo para sus oídos. Porque todas esas mujeres encontrarían algo que decirle con respecto al matrimonio y en cómo se le había ido el tiempo.

«Oh Emmaline, fue una sorpresa que quedaras relegada» «Todas creíamos que serías la primera de tu camada en encontrar esposo» y la peor de todas «Aun puedes intentarlo, tu belleza no se ha marchitado completamente»

La última vez que había escuchado aquello había fruncido la nariz de una forma muy incorrecta y había mirado a la entrometida señora con probablemente una cara (de asesina) poco apropiada.

Sabía que no se estaba haciendo más joven, pero dudaba que envejecer te convirtiera en alguien feo del día a la mañana. Por ejemplo, su madre, con cuarenta y cuatro años, era una mujer atractiva por demás y ella sabía que había heredado su belleza. Tal vez tuviera la personalidad torpe de su padre, pero las tres hijas Carter tenían el atractivo de Margot Carter.

¿Se volvería a casar su madre? Era la primera vez que pensaba en ello, pero de pronto no le parecía una idea tan descabellada. Era apresurado todavía, de eso estaba segura, pero ¿no sería bonito que pudiera sentirse amada nuevamente? Además, eso la mantendría ocupada para que no siguiera con su loca idea de casarla a ella.

¿Cuántos señores decentes había en el salón?

Observó el panorama y al menos vio fácilmente dos. Estaba segura que no llegaban a los cincuenta años. Aunque, ¿qué llevaba a un hombre a ser soltero a los casi cincuenta años? Eso era algo sospechoso.

Una persona aclaró la garganta a su lado y ella tuvo que salir de sus pensamientos para voltearse.

¿Era Blaise?

Dios, ¿por qué Blaise estaba a su lado?

— ¿Emmaline, estás bien?

— ¿Qué haces aquí? —preguntó de forma algo brusca por la sorpresa.

— Solo creí que podríamos hablar, en realidad creo importante que hablemos.

No sabía si reír o llorar.

¿Cuántos días le había llevado buscarla para hablar? Casi dos semanas era mucho tiempo.

— ¿Sobre qué?

— ¿Podemos ir a un lugar más tranquilo? —pidió con un tono que a Emmaline le resultó sospechosamente amable.

— No, no podemos, no quisiera malos entendidos señor Lemaire.

— Emmy yo lo siento tanto.

Levantó la vista que estaba intentando enfocar en otra parte y posó los ojos sobre los suyos.

Parecía sincero. Y bien sabía ella cuantas veces había parecido sincero mientras le decía que la amaba.

Rio con amargura y volvió a fijar la mirada en otra parte antes de hablar.

— Preferiría que no me hable con tanta confianza, como ha dicho mi hermana, ya no somos niños.

— Pero nos conocemos desde siempre, desde que éramos unos críos.

— Si, lo recuerdo, ¿somos como hermanos no? —preguntó conteniendo toda la ira que llevaba dentro.

Tenía ganas de gritarle, pero el desgraciado había buscado el lugar menos oportuno para tener una discusión.

— No quise decir eso, bueno si, pero me refería a Scarlet y Hermione, ella si son como hermanas, tú siempre fuiste algo más.

— Excelente —dijo con sarcasmo.

— Si hacía una diferencia contigo, Juliette podría notar algo extraño.

— ¿No sospechará ahora?

— Está ocupada con mi madre y te vi aquí sola, así que quise venir a disculparme contigo.

— ¿Por qué?

— Porque sentí que te lo debía.

— No me refiero a las disculpas, claro que sé que me debes disculpas y en mi mente eran mucho mejor que ese miserable «lo siento» —escupió molesta—. Te estoy preguntando por qué estabas intentando cortejar a otra mientras me tenías esperándote aquí.

— Emmy yo... no sé... Juliette apareció en mi vida y me cautivó, pero tampoco podía olvidarme de ti.

Nauseas, eso sentía. Podría vomitarle los zapatos ahí mismo.

— No significa que te haya dejado de querer —volvió a hablar.

— ¿Así que lady Gauthier no sabe que me enviabas cartas prometiéndome matrimonio mientras la perseguías a ella?

— No —dijo apenado—, no lo sabe.

Emmaline asintió, simplemente porque no sabía que decir en aquel momento.

— ¿No dirás nada? —preguntó ante su silencio.

— ¿Qué quieres exactamente que diga?

— Necesito que me perdones.

— ¿Tu conciencia no te deja descansar Blaise? —preguntó observándolo con una sonrisa algo burlona.

De pronto parecía aflorar una Emmaline maliciosa, tal vez era el enojo, las heridas, que la hacían actuar así.

— Emmaline —la llamó con aquella voz lastimera que usaba cuando su madre lo regañaba.

Conocía todas sus técnicas, ya no sería tan tonta.

Mientras paseaba la mirada por el salón, intentando no enfocarse por completo en Blaise, sus ojos dieron con los de lord Bailey.

Su salvador.

Se encontraba junto a otro hombre y una mujer, sin embargo, la estaba mirando a ella. Nunca en su vida había creído que podría comunicarse con una persona solo por miradas, pero si su mirada hablara probablemente estuviera gritando «¡Lord Bailey ayúdeme!». Y por alguna razón, él le había entendido porque le dijo algo a la pareja con la que estaba y comenzó a caminar hacia ella.

— Emmy.

— Ya basta —dijo de pronto volteándose a ver a Blaise—, no es lugar apropiado para hablar.

— ¿Me perdonas?

— No, no lo perdono y espero pueda cumplir con mi petición de dejar de tutearme.

Blaise abrió la boca, pero lord Bailey llegó antes e interrumpió.

Bendito hombre.

— Señorita Carter —saludó amablemente.

— Milord —dijo con una leve reverencia.

Luego el vizconde volteó para ver a Blaise y ella quiso reír por el cambio en su actitud. No fue irrespetuoso, pero todo rastro de amabilidad de marchó.

— Buenas noches, ¿señor?

— Lemaire —dijo extendiendo su mano para estrecharla.

— Vizconde Portland —se presentó.

— Es un gusto conocerlo —dijo Blaise.

Pero no, ella sabía que no era de su agrado, sabía leer su rostro cuando alguien no le agradaba.

— Espero señor Lemaire no le moleste que haya interrumpido su charla con la señorita Carter, pero me gustaría mucho solicitar un baile con la dama.

— No se preocupe milord, no interrumpió nada importante —respondió sintiendo la mirada de reproche de Blaise—, el señor Lemaire ya se iba.

— Cierto —dijo Blaise con molestia—, ya me iba, espero y tengan una noche agradable.

Tras decir eso se despidió con un leve asentimiento y se marchó.

Emmaline soltó un suspiro poco apropiado y habló.

— Gracias.

— Así que ese era el famoso Blaise Lemaire —dijo hablando más para sí mismo.

— ¿Lo supo antes de acercarse?

— Por supuesto, y por como usted me observó al instante me di cuenta que debía ser él.

— ¿Por qué fingió entonces que no lo conocía?

— Porque quería fastidiarlo, eso molesta mucho a los hombres créame.

Emmaline sonrió, aunque algo confundida porque él quisiera molestarlo.

— Si, lo molestó y fue divertido.

— No puedo devolverle el dolor que le causó a usted, pero algo es algo, ¿no?

— Que malicioso lord Bailey.

— Solo con palabras —admitió—, si alguien me diera un arma, erraría el disparo y si tuviera que defenderme con mis manos, dejaría bastante que desear.

— ¿En verdad?

— Si, pero no lo divulgue porque como hombre tengo cierta apariencia que mantener —bromeó.

Emmaline se cubrió el rostro con el abanico para reír, era gracioso imaginarse al vizconde dando golpes al aire por no saber pelear.

— ¿Se está riendo de mí?

— No, no —dijo aclarando su voz de inmediato.

— Que mentirosa —susurró inclinándose para acercarse más a ella.

— Bueno, es un poco gracioso, pero no lo tome a mal.

— No podría tomármelo a mal —dijo restándole importancia.

— Yo sé disparar —admitió.

Él abrió un poco los ojos y la observó con atención.

— Mi padre me enseñó, no soy excelente, pero podría herir a alguien si me lo propongo.

— ¿Su padre le permitía utilizar armas con su torpeza?

— Si lo dice así suena muy imprudente, pero si, además toda mi torpeza la heredé de él —confesó—. Ahora que lo pienso, era una completa imprudencia de su parte.

— Supongo que, quitando el riesgo, debió ser algo lindo de compartir.

— Si, era unida a mi padre —dijo sonriendo con nostalgia—, falleció hace poco más de un año.

— Lo siento mucho.

— Le agradezco milord.

Ambos se quedaron en silencio, pero era uno que estaba lejos de ser incómodo. Más bien parecía ser que simplemente ambos estaban a gusto el uno con el otro. Era extraño como podía llevarse tan bien con lord Bailey cuando apenas lo conocía.

Se entendían fácilmente.

— ¿Quiere bailar entonces? —preguntó Emmaline de pronto, sorprendiéndose a sí misma.

— Señorita Carter, sería un honor —dijo sonriendo—, jamás una dama me había invitado a bailar.

Sintió que el calor subía a sus mejillas, había sido muy inapropiado invitarlo, pero había sido algo espontaneo.

— Vamos —dijo Lowell extendiendo su mano para que ella la tomara—, antes de que el rojo en sus mejillas sea irremediable.

— Que vergüenza, no me he dado cuenta que mi propuesta ha sido un poco indecorosa —dijo mientras comenzaban a caminar.

— No fue indecorosa, además mi propuesta cuando me acerqué era cierta, quería solicitarle un baile.

— Espero no pisarlo —admitió nerviosa—, siento las miradas de todos en la nuca.

— Tranquila, lo hará de maravillas.

— El periódico hablará de esto mañana.

— Entonces lo haremos excelentemente —dijo sonriendo.

Sinceramente admiraba la seguridad de ese hombre. Además, ¿Cómo era que no le importara que lo vieran con una solterona? Era atractivo, con sus pocas apariciones en sociedad ya había despertado interés en las mujeres casaderas y en sus madres.

Era un hombre joven, o al menos se veía joven, también tenía una simpatía y amabilidad poco vista entre su género y claro, tenía título, cuestión que causaba un enamoramiento repentino en algunas muchachas. El dinero, por lo visto podía convertir hasta al más bruto en un príncipe encantador. Pero el vizconde no necesitaba de su fortuna porque simpatía y atractivo no le faltaban.

Y ahí estaba ese hombre bailando con ella, una solterona de veinticuatro años, con carencias económicas y deshonrada. Bueno él no sabía esa última parte y la sociedad tampoco, pero de todas formas les llamaría la atención verlos juntos.

— Tenga en cuenta que mi madre creerá que tiene intensiones conmigo —advirtió cuando él colocó la mano en su cintura y comenzó a moverse.

Y él rio encantadoramente, ¿acaso no tenía preocupaciones ese hombre? Estaba siempre feliz.

Bueno, era la tercera vez que lo veía, así que «siempre» eran tres veces. Estaba tres veces feliz.

— ¿Cree que deba enviarle flores mañana? No me gustaría que su madre crea que soy un hombre que no se compromete.

— Si hace eso empezará los preparativos para una boda, así que no lo haga.

— Que lastima —dijo con diversión—, unas rosas siempre son un buen detalle.

— Mi madre dice que las rosas son muy románticas, no tanto así las margaritas, no lo sé, no entiendo el lenguaje de las flores.

— ¿Le gustan las flores a usted?

— Nunca me obsequiaron, digo, son bonitas, pero el significado debe ser diferente si alguien te las obsequia, si alguien se toma el tiempo de escogerlas para ti.

— No puedo creer que no haya recibido flores.

— No les daba oportunidad a los caballeros, he bailado con muy pocos en mi paso por las temporadas londinenses y siempre les dejaba en claro que no estaba disponible.

— Soy un afortunado entonces.

— ¿Es siempre tan adulador? —preguntó divertida.

— ¿Cómo dice?

— Le dijo a mi madre sin siquiera conocerla que «sería capaz de dejar todos sus asuntos de lado por damas tan encantadoras».

— ¿Así hablo? —preguntó ante su imitación—, debo sonar divertido.

Y ella contuvo una risa de forma poco femenina. Se estaba divirtiendo, estaba bailando, girando, riendo y disfrutando después de tantos años manteniéndose en un rincón porque solo esperaba a Blaise. Además, era bueno estar distraída, porque si el vizconde no hubiese aparecido, ella estaría completamente triste por las palabras de Blaise. A pesar de haberle dicho que quería mantener las formalidades, le dolía. Le dolía mucho todo lo que había pasado entre ellos y sobre todo que él lo tomara con tanta ligereza.

Aun lo amaba.

Pero en ese momento estaba feliz de contar con lord Bailey, a diferencia de Blaise, él le había dicho que le ayudaría a soportar la temporada y ahí estaba, cumpliendo lo que había dicho.

La clara diferencia entre un hombre honorable y un vividor.

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