Ragen

Jas_FR

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Entre los abismos de la oscuridad emergen las cadenas de la desesperación por escapar de aquél internado somb... Еще

Sinopsis
Uno
Dos
Tres
Cuatro
Cinco
Seis
Siete
Nueve
Diez
Once
Doce
Trece
Catorce
Quince
Dieciséis
Diecisiete
Dieciocho
Diecinueve
Veinte
veintiuno
Veintidos
Veintitrés
Veinticuatro
Veinticinco
Veintiséis
Veintisiete
Epílogo

Ocho

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Jas_FR

"Los odio por excluirme de tantas cosas. Los odio y será mejor que me tengan miedo ¡Odio! Estoy lleno de odio y me encanta. La naturaleza humana de la gente es su muerte"

- Eric Harris

Salimos por la ventana con un sigilo impropio de mi, me llevó hasta una colina verdosa donde estaba la entrada a un canal pestilente y viejo, es inevitable ver ma cantidad de moho que posee a su alrededor.

Me entregó una linterna e indicó con su mirada que ingrese y vea por mí misma lo que encontró. Por un instante dudé en hacerlo, sin embargo, mi curiosidad es mayor.

No lo hagas.

El olor a descomposición provenía de ese lugar, oscuro y lleno de humedad.
Tapé mis fosas nasales para evitar vomitar, no me atreví a encender la linterna por miedo a encontrar cualquier animal muerto.

Un fuerte frío congeló mis huesos, tropecé con algo duro y largo, en cuanto respiré vomité, apestaba horriblemente, me puse de pie y encendí la linterna, el suelo tenía unas manchas secas y otros frujos extraños que mancharon mi ropa.

Lentamente apunté a la cosa que me hizo caer, solté un estridente grito al ver de qué se trata, salí asustada del lugar, mis manos temblorosas soltaron la linterna, las vendas en mis brazos estaban manchadas de ese espantoso líquido que despendre un nauseabundo olor.

—Lo hiciste.

Una sombra oscura apareció entre los árboles, soltó una carcajada que erizó mi piel.

—Fuiste tú, la mataste —acusé temblorosa—. Ese cuerpo en el canal...tu la asesinastes.

Callado avanzó, mi vista cayó al cuchillo en su mano, lo hará, me matará.

—Estás loco —solté aterrada—. No quieres hacerlo.

—¿Estás segura? —su voz me congeló por completo.

—Ragen...

Carcajeó.

—Dios, Jaina, debiste ver tu cara.

—¿Qué? —cuestioné confusa.

—Parece que viste un fantasma.

—Pero tú... el cuchillo y ese cadáver.

—No voy a matarte, no por ahora.

—¡Ya no soporto! —caí de rodillas, rendida—. Quiero irme.

—¿Crees que yo no?

—Maldita la hora en que decidí venir.

—Deja de hacerte la víctima, cada quién paga sus pecados como se lo merece.

—Ni tú te crees esa basura.

Ofreció su mano.

El recuerdo de la cicatriz vino a mi mente.

Tomé su mano izquierda y la giré, todo se definiría con una sola mirada, es él, debe ser él.

Pero no, no había nada, su piel estaba lisa y libre de cicatrices, me apresuré a ver la otra mano pero de hallaba en el mismo estado de perfección.

—¿Tu fetiches son las manos? —preguntó con neutralidad.

No puede ser.

Entonces quién.

¿Quién es?

Caminé dando zancadas hasta llegar a la ventana, no me importó dejar a Ragen atrás ni mucho menos que las cámaras me capten, a este punto ya nada tiene sentido.

Nadie puede lidiar con mis problemas, Shun me apoya pero qué consecuencias traerá si cuento lo que vi.

¿Alguien creerá en mis palabras?

¿Me matarán?

No puede ser él si no tiene la cicatriz.

Ya tengo suficiente con Kenia.

Mis padres muertos son el mínimo problema cuando estoy en un lugar para locos rodeado de misterios interminables.

—¿Cómo estás? —preguntó el sacerdote sacándome de los pensamientos por los cuales navegaba sin rumbo.

—Bien.

—Creí que no eras creyente —no respondí, es innecesario hacerlo—. Me alegra que hayas venido en busca de Dios.

Para nada, necesitaba estar sola y no tengo ganas de asistir a las clases impartidas ni sesiones de rehabilitación, deseo evitar cualquier contacto con Ragen o sus colegas, la única manera de hacerlo es en la capilla dónde nadie me molestará por horas.

—Mis padres eran creyentes, vine a pedir por sus almas.

—Es un avance —su vista bajó a mi crucifijo para luego agarrarlo con delicadeza—. Esto te protegerá contra todos los males.

—Dígame padre, ¿existe el perdón para quienes matan personas?

—Sí, Dios perdona si en verdad estás arrepentido, su amor nos supera infinitamente, pedir perdón es dar otra oportunidad a quien ha obrado mal e invitarlo a cambiar pero, no signica que se olvide o se borre el daño causado, es una carga difícil de soportar pero debe aprender a llevarla.

—Si el pecado es atroz dudo que lo perdone, quitar una vida no es fácil pero—

—Nosotros no somos quienes para hacer afirmaciones o negaciones sobre el poder divino, lo que sí se sabe es que nuestro Señor perdona, fue capaz de enviar a su único hijo para el perdón de los pecados.

—Creí que me daría una respuesta diferente —levanté los hombros.

—No confundas la Iglesia con la religión.

En definitiva no capté lo que trató de explicar.

—No entiendo.

—Desde tiempos antiguos la iglesia puso normas al igual que otras religiones, sin embargo debes aferrarte a tus creencias, Dios nunca le negaría escuchar su palabra o excomulgaría a alguien, nada tiene que ver la creencias impuestas por hombres ignorantes.

Salí después de horas, los cólicos me matarán si no busco una pastilla, el área médica es silenciosa de no ser por unas bajas súplicas que escuché, provenían del consultorio dental.

Por el vidrio rectangular de la puerta observé a Kenia sin ropa, recostada boca abajo en el escritorio, un hombre de vestiduras blancas tenía la cabeza cubierta por un pasamontañas.

La penetró con rudeza y rapidez, ella parecía drogada porque intentaba levantarse pero no tenía la fuerza suficiente.
Una incomodidad inundó mi estómago.

Kenia está siendo violada.

Intenté abrir la puerta pero estaba con llave.

—¡Para! —grité golpeando la puerta en un intento de detenerlo—. ¡Guardias!, ¡ayuda!.

El sujeto miró en mi dirección, no se detuvo y continuó su asquerosa acción, mis piernas retrocedieron haciéndome tropezar.

Corrí por los pasillos en busca de ayuda, ahora mismo todos se encontraban cenando haciendo imposible que alguien ayude, al momento de intentar bajar las escaleras sentí unas manos empujar mi espalda.

Caí golpeando mi cabeza y perdí el conocimiento.

—Jaina, a pesar de todo debes vivir, ten una vida de la cuál no te arrepientas recordar.

—Mamá dice que la vida no tiene sentido.

Debes darle sentido a tú propia vida.

El aroma a tierra húmeda invadió la atmósfera, la cabeza dolía, abrí los ojos y todas mis extremidades estaban atadas a una silla, mi boca es cubierta por una cinta.

La habitación es oscura y fría pero logré distinguir una mesa con objetos plateados que relucen con la opaca luz.

Una mano tocó mi cabello logrando asustarme.

—Hueles bien —comentó agarrando algunos mechones—. Las rubias con sexis incluso estando sucias.

Mi ropa antes blanca ahora estaba llena de lodo además de pequeñas gotas de sangre, mi propia sangre.

—¿Qué viste en esa habitación?

Quitó la cinta con rudeza.

—Nada.

—No mientas.

—No miento.

Volteó a la mesa de manera lenta y tomó un trapo con alcohol que puso en mi cabeza, ardió.

—Sé que lo viste.

—No.

—Al igual que nos viste en el bosque.

Me tensé, es uno de esos enmascarados, estoy tan despistada que no reconocí esa voz distorsionada.

—Morirás de todas formas, no importa que te ocultes detrás de esos siete demonios.

—¿Demonios?

—Los del área S, no tienes lo necesario para si quiera estar con ellos.

—¿Quién eres?

Colocó ambos brazos a los lados de la silla, su máscara de gas es similar a las que usaban en la guerra sólo que más modernas, tiene dos orificios de aire a los costados y gafas, añadidos a la máscara de cuero.
En la parte superior de las gafas, a un costado tienen tres estoperoles similares a espinas largas en cada lente.

—El deseo carnal del hombre —se acercó a la puerta y la aseguró—. Disfrutaré está hermosa velada.

—¡Aguarda, aguarda un momento!

Trajo consigo una pinzas y cortó las sogas, sería su diversión.

Lo empujé y corrí hacía la puerta pero no esta abrió, me tomó de la cintura pero alcancé a coger unas tijeras y clavarselas en su hombro, de su mano calló una llave.

—¡Perra!

Lo escuché gritar, los pasillos no tenían luz pero sí varias puertas y algunas desprendian olores fétidos.

Llegué hasta unas escaleras, empuje la puerta y al abrirse me encontraba debajo del árbol de manzanos que vi la primera vez que llegué a este lugar, un cuarto subterráneo.

Los jadeos de mi captor me asustaron, está cerca y no se detendrá hasta tenerme a su merced, corrí a ocultarme detrás del tronco, el salió sujetando su brazo herido, la luz me dejó ver su ropa, no es la misma que  del internado, viste jeans y botas que los militares suelen usar, apretó su brazo intento detener el sangrado, lo observé hasta que lo perdí de vista.

Bajé con rapidez, mis latidos acelerados fue lo único que escuché mientras corría dentro del lugar hasta llegar a la capilla, respiraba erráticamente ya que el miedo me hizo olvidar algo tan simple como respirar, sentí mi boca reseca con ligero sabor a sangre.

—¡Por favor! —grité con mis pocas fuerzas y todos voltearon a verme horrorizados con la escena—. Me atacaron y violaron a Kenia.

Mis piernas temblaron y caí de rodillas en medio del pasillos, deben creerme y ayudarme antes que mi vida sea la siguiente en ser tomada.
Las hermanas se acercaron y me ayudaron a levantarme, otras fueron por los instrumentos médicos.

Miré al sitio donde suelen estar los chicos de negro, todos estaban sentados, ninguno me miró, parecían estar en su propio mundo donde sólo ellos importan y son el centro de atención.

Me solté de las hermanas y tambaleante me acerqué a ellos, necesito respuestas, Emett me miró con indiferencia, levanté su manga del brazo derecho pero no tenía una herida, su piel estaba intacta.

Intenté acercarme a Ragen pero el pelirrojo actuó rápido y no lo permitió.

—Aquí no está lo que buscas —soltó acercándose a mi rostro—. En ocasiones nos conviene cerrar la boca.

—Emett, aún no termina la misa —le recordó Antoni.

Caí a sus pies, mis ojos son pesados, perdí mucha sangre, además, siento que este lugar consume mí vida.

¿Por qué, por qué a pesar de mi condición no es suficiente para inmutarlos?

Aunque me faltase un brazo no sería suficiente para que voltee a verme. Él es así, su naturaleza es ignorar a todos aquellos que no le importan.

Ragen jamás se alteraría por mi, no es alguien normal que actúa por empatía, el no sabe qué es eso.

—Perdón, me distrae está loca —su dedo índice lo puso en mi frente y luego se lo llevó a la boca—. Rica sangre.

Lo miré horrorizada, asqueada.

—¡Emett, beruhige dich! —fue lo único que pronunció Ragen con voz ruda.

—¡Chicos del área S, vuelva a su edificio! —ordenó el sacerdote para evitar una escena traumática para los demás internos.

Las mujeres me llevaron a la enfermería donde me atendieron y curaron, el director me interrogó sin piedad  sé que me toman por loca y mi declaración es inválida.

Tuvieron que hacerme unos puntos en la cabeza, herida era grande y debido a la pérdida de sangre estuve débil, los guardias dijeron no haber notado nada raro esa noche y a pesar de buscar con sus palas no encontraron una entrada bajo el manzano.

Con el transcurso de las horas se dieron por vencidos y aceptaron que soy una lunática.
El director organizó una reunión pues daría un aviso importante.
Shun sujetó mi mano con firmeza dando a entender que está de mi lado, tener su apoyo es de mucha ayuda.

Naron me miraba a la lejanía pero sabía que estaba de mi lado, me agrada su presencia.

Se acercó al micrófono y con una sonrisa habló.

—Tenga lindo día, es un placer anunciarles que nuevas señoritas llegaron para empezar su tratamiento al igual que algunos jóvenes, hace años que este lugar se centra en la reinserción de jóvenes, en un pueblo cómo Farguel es un gran logro digno de reconocimiento, a pesar de todas las normas de seguridad que tenemos, temo darles a conocer que hace tres días una paciente sufrió un ataque infringido por otro paciente que lastimosamente se desconoce quién es. Les aseguro que encontraremos al culpable cuándo antes y recibirá un castigo digno.

—¿Quién crees que sea? —preguntó ella.

—No lo sé, tampoco sé si fue chica o chico.

—Anoche hablaron con Kenia pero dijo no ser abusada, no le creo, pudo estar demasiado drogada para recordarlo.

—Creen que estoy loca —todos lo dicen.

—Yo no, confío en ti.

—Además, un gran números de jóvenes dejarán este lugar para empezar su nueva vida con la sociedad, su progreso es digno de reconocimiento pues superaron el pasado para caminar con firmeza su futuro, todos son capaces de lograrlo si ponen de su parte y trabajan en sí mismos en busca de ser mejores personas, dignas de tener una segunda oportunidad para aprovecharla como se debe —todos aplaudieron ante sus emotivas palabras que conmovieron a mas de una persona en la sala—. Tengan una productiva jornada, que Dios los tenga bajo su sagrado manto y los guíe por el sendero correcto.

—Hola —saludó el castaño al tomar asiento a mi lado.

—Naron, te habías tardado—la pelirroja lo miró por segundos.

—Lamento lo de tu ataque, creo en tu versión, el miedo que mostraste en la capilla no pude ser mentira.

—Gracias Naron.

—Me caes bien amigo —Shun estuvo a punto de golpearle el brazo pero él se apartó con rapidez.

—Por favor no, ayer estuve en enfermería por una golpiza que recibí, me duele mucho el brazo derecho —añadió mostrando sus nudillos lastimados—. Traté de defenderme pero soy muy débil.

—¿Dónde estaban los guardias? —interrogo, la situación es sospechosa.

—Me golpearon en las duchas pero... —buscó entre sus bolsillos hasta sacar una cosa, frente a mí abrió su palma donde estaban unos chocolates—. Los robé para ti en forma de disculpas.

—Te golpearon por eso —asintió con emoción, abrí uno de ellos y al probarlo mi sentido del gusto se sintió bendecido—. ¡Delicioso!

—Debo irme, tengo cursos, adiós.

Una vez salió de nuestro radar giré en dirección a Shun que degustaba uno de los dulces.

—Shun —la llamé con voz suave.

—Necesito que me hagas un favor.

—¿Cuál?

—Está noche buscaremos esa habitación subterránea.

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