Eternos. +18 #3 ✔️

بواسطة Mariarivado

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TERCER LIBRO DE TIPOS DE BESOS. Portada creada por: @luaescribe😍🛐 COMPLETA. En la vida solo tienes un amo... المزيد

1. Muerto En Vida.
2. Volver A Escuchar Su Voz.
3. Una Mujer Extraña.
4. El Don De Hablar Con Muertos.
5. Golpe De Realidad.
6. La Dama.
7. Eres Mi Ángel.
8. La fiesta.
9. Nosotros No Somos Normales.
10. La Cobra.
11. Mod Romántico.
12. Cambio De Identidad.
13. Cambio De Look.
14. Demasiado Fácil.
15. Devastadora.
16. Mejores Amigos.
17. Sin Tiempo.
18. Un Nombre En Sueños.
19. En Seis Meses.
20. Un Lugar Especial.
21. El Dado.
22. Juegos Eróticos.
23. La Imagen Perfecta.
25. Mi Primer Amor.
26. Una Noche A Solas.
27. Más. Final.
Epílogo.

24. Los 10 Minutos.

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بواسطة Mariarivado

Mi boca seca y abierta al igual que mis ojos, mi corazón bombeando a mil por hora, mi entre pierna palpitando como los mil demonios. Pasarían miles de años y yo seguiría asombrándome al ver a Arlet completamente desnuda frente a mí. 

Ella dio pasos lentos hacia mí, se tocó su lado derecho del abdomen y sonrió.

—¿Te gusta? —Susurró mirándome.

—Yo… Es… —Suspiré —entiendo que te haga ilusión enseñarme el tatuaje, es.. Es precioso —volví a suspirar —¿hacía falta enseñármelo completamente desnuda? Digo, no es una queja, nunca lo sería, es más, mi polla te adora —ambos miramos a mi entrepierna —es muy bonito, monja —terminé por decir. Obligándome a levantar la mirada de su entrepierna y mirando las dos fechas y los dos nombres tatuados en su piel.

Mi fecha de nacimiento al igual que la de nuestro hijo y ambos nombres.

—La verdad que lo de aparecer así desnuda no era para que vieras el tatuaje —se sentó encima de mis piernas. Un suspiró salió de nuestros labios —es que ya necesito sentirte, y ahora que tu hermana se ha llevado al bebé podemos aprovechar.

Mi hermana había venido hace cinco minutos para sacar al bebé y enseñarle las calles, a penas tenía un mes de vida y mi hermana decía que era la edad perfecta para que vaya conociendo el lugar donde iba a vivir.

—Vendré dos veces a la semana para llevarme a mi sobrino mientras sus padres trabajan —comentó hace tan solo unos minutos.

Harry y Charlet junto a la pequeña se vendrían a vivir a Colombia. Habíamos decidido todos empezar desde  cero aquí, y de momento parecía una idea increíble.

—¿Aceptas mi propuesta? —Susurró contra mis labios.

—Yo acepto todo lo que venga de ti.

Cogí su cintura con mis manos y ella comenzó a moverse encima, mi miembro ya palpitaba más de la cuenta, dolía mucho y las ganas de estar dentro de ella crecía por segundos.

—Quiero jugar —volvió a susurrar.

Se tumbó en la cama cogiendo su teléfono.

—No, el juego de los diez minutos no —me quejé.

Ella sonrió cogiendo el cuello de mi camisa y tumbándome en la cama. Fue deshaciéndose de toda mi ropa, haciendo que yo quedase igual que ella encima de esa cama.

Le dio al inicio del cronómetro y llevó su mano a mi miembro erecto. Comenzó masajeando despacio, subiendo la intensidad del movimiento. Yo intentaba tocarla pero ella con una sola mirada me hacía alejar mis manos dando un suspiro. Llevó su boca a mi miembro, primero pasó la lengua y por último lo introdujo completamente haciendo que yo soltara un suspiro.

—Extrañaba esto —habló subiendo su cabeza hacia mis labios.

—¿Chupármela o torturarme?

Vi en sus ojos un brillo. Sé que podía llegar a ser muy directo, pero tanto ella como yo ya estábamos acostumbrados a ello.

—Las dos, puto.

Bajó los besos por mi abdomen hasta llegar a mi miembro. Volvió a meterlo completamente en su boca, gemidos salían de mis labios sin control alguno. Sus ojos y los míos hicieron contacto por unos segundos hasta que ella cerró los ojos. Yo me limitaba a solo observar cada movimiento que hacía, como el de ahora, que se posicionó encima de mí moviéndose encima de mi miembro, de arriba hacia abajo, ambos soltando gemidos.

Cogió mi miembro con su mano y lo rozó en su centro haciendo que esos gemidos salieran con algo de más fuerza.

Intentaba tocarla, que me dejara hacerlo aunque solo fuera superficialmente, pero ella no cedía, quitaba mis manos y seguía moviéndose como si en ningún momento estuviera torturándome, como si aquello que parecía que no era para tanto no estuviera volviéndome jodidamente loco, y es que el deseo de tocarla y besarla se hacían cada vez más fuertes, más insistentes y ya no solo me valía con tenerla sobre mí, con verla, necesitaba besarla, tocar cada centímetro de su cuerpo y penetrarla.

Habíamos intentado jugar a los diez minutos muchas veces, pero el deseo de sentirnos ambos nos ganaba, está vez no fue así, ella quería tener todo el control de la situación y eso me encantaba, me encantaba que ella quisiera llevar las riendas, pero no así, no sin dejarme tocarla.

—Monja —gemí e intenté llevar ambas manos a su cintura.

Ella negó poniendo su mano en mis muñecas por encima de mi cabeza.

—Me —ahogó un gemido mordiendo su labio —me encanta ver la súplica en tus ojos, puto.

Sus palabras, esas palabras que salían en forma de gemido me encendían de tal manera haciendo que la cordura se fuera disipando totalmente.

—Déjame tocarte —no me importó suplicarla.

No me importaba suplicar por poder besarla, no me importaba suplicarla si era a ella.

—Solo cinco —encorvó la espalda —minutos.

Se movió más rápido haciendo que mi miembro palpitara más y más, su mano libre se colocó en mi pecho sin ejercer fuerza, miraba como su coño se amoldaba a la perfección a mi miembro aunque solo estuvieran frotándose.

Negué casi desesperado, odiaba y amaba este juego a partes iguales. Tenerla así, obligándome a no tocarla por diez minutos y cuando ese tiempo pasaba follarla de una manera que ambos quedábamos extasiados. Esa era la “chicha” del juego, sufrir por diez minutos y amar el resto del tiempo.

Nos miramos a los ojos y desviamos la mirada al teléfono encima de la cama. También se podía apreciar en su mirada las ganas que tenía de llegar a más, con eso solo no bastaba, pero aún así, aunque los dos muriésemos de ganas Arlet no paró.

3 minutos.

Ella apoyó su frente contra la mía.

En un susurro dijo: —ya no aguanto más.

Volví a intentar tocarla pero ella como si también se estuviera obligando apartó mis manos. Se levantó de encima de mí y volvió a coger mi miembro entre su mano derecha. Solté un gruñido al sentirse tan jodidamente bien. Fue entonces cuando medio exploté, cuando su boca volvió a hacer contacto con mi miembro. Mi mano por inercia iban hacia su cabello, pero ella la quitó y entonces el teléfono sonó, los minutos habían acabado, la tortura terminó y sin aguantar más levanté su cabeza y pegué mis labios a los suyos, no era un beso delicado, era un beso lleno de pasión, deseo y ganas. Mi mano se aferró a su cuello tumbándola en la cama.

Su mirada me lo dijo todo y yo no esperé más, la penetré con ganas haciendo que de sus labios saliera un gemido fuerte. Sus uñas se clavaron en mi piel.

—Joder, nena —gemí penetrándola más fuerte.

Ella también puso su mano en mi cuello y juntó sus labios con los míos en un beso feroz. Movió sus caderas haciendo el movimiento más rápido y excitante. De un empujón me sentó en la cama y se sentó encima, empezó con movimientos lentos, gemidos ahogados en mi hombro, en sus manos escabulléndose entre mi cabello.

—Eres mi perdición, monja —susurré contra sus labios.

Ella se dejó de mover por unos segundos, clavando su mirada en la mía, dibujando en sus labios una sonrisa delicada.

Yo no podía más, ya lo tenía todo.

Comenzó a moverse de nuevo, pero esta vez me tumbó hacia atrás y puso sus manos sobre mi pecho. Mis manos fueron hacia su culo y lo apreté con fuerza, dando una nalgada, haciendo que ella soltara gemidos más fuertes y roncos.

Llevé una de mis manos hacia su pecho izquierdo, acaricié su pezón con mi dedo pulgar, ella miró mi mano sin dejar de moverse mordiéndose el labio.

Fue entonces cuando volvimos a recrear esa escena del dado, sus piernas entre mi cuerpo y las mías entre el suyo. Puso sus manos detrás de su cuerpo mientras que las mías fueron hacia su cintura atrayéndola más a mi cuerpo penetrándola una y otra vez sin parar.

Nuestras respiraciones estaban agitadas, nuestros cuerpos sudorosos por el calor que hacía entre aquellas cuatro paredes. Arlet llevó su mano derecha a mi nuca y se movió con más rapidez, haciendo que entre gemido y gemido no hubiera diferencia de tiempo, queriendo sentir esas oleadas de placer, queriendo llegar al orgasmo, queriendo repetir estas sensaciones una y otra vez.

Fue entonces cuando ambos llegamos al orgasmo mirándonos a los ojos y gimiendo fuerte el nombre del otro. Mirándola a los ojos y sintiéndonos ambos extasiados recordé una conversación que tuve con mi padre.

—Hijo, hay personas que nunca aguantan con una persona toda la vida —yo en ese entonces tenía dieciséis años.

—¿Por qué? Mamá y tú lleváis mucho tiempo.

—Si, pero porque tu madre y yo nos amamos, y nunca nos cansamos el uno del otro.

—Yo tampoco me veo viviendo con una persona toda la vida, papá, tiene que ser aburrido.

Él rió ante mis palabras. No entendí el porqué de su risa, el porqué de esa mirada llena de algo que no sabía descifrar. Pero entonces, en este entonces lo entendí.

—Ahora estás viviendo con dos mujeres, ¿te parece aburrido?

—Charlet nunca está en casa y Arlet, ella —me quedé pensativo —ella es ella, papá.

Mi padre volvió a reír.

—Llegará un momento en el que te des cuenta.

Fruncí el ceño al no entender a qué se refería.

—Explícate.

—¿Qué sientes cuando tienes a Arlet cera?

—Es mi mejor amiga, papá, siento cariño hacia ella, me siento bien, la quiero.

—Igual es pronto para hablar de amor contigo.

Su sonrisa llena de orgullo me llenó el alma. Aunque no entendía por qué quería hablar conmigo de amor.

—¿Crees que estoy enamorado de Arlet?

—¿Lo creo? —Sonrió y se fue a sentar frente al lienzo en el que estaba dibujando algo abstracto.

—A veces odio cuando no me quieres explicar las cosas.

Mi padre me miró con el pincel largo y fino manchado de pintura negra.

—Los adolescentes de ahora queréis que os den todo hecho —volvió la vista al lienzo —piénsalo, hijo, búscalo y lo encontrarás.

Mi ceño se frunció aún más. Era imposible querer entender a mi padre.

—Cuando te veas dibujado en ella, cuando te veas frente a un lienzo en blanco y solo con ella en la mente ya me entenderás.

—¿Y es qué tú te diste cuenta de que estabas enamorado de mamá pintándola?

Él volvió a dejar el pincel sobre la paleta de colores que estaba encima de su mesa de trabajo.

—Yo me di cuenta de que estaba enamorado de tu madre cuando la veía dibujada en cualquier pintura, en cualquier color, en cualquier textura. Cuando estás enamorado de una persona la ves en todos los lados, cualquier cosa por mínima que sea te recuerda a ella —me miró sonriendo muy seguramente pensando en mi madre —una canción por ejemplo, el sonido de una canción o la letra.

Mi padre hablaba y mi mente viajó a Arlet.

—Cuando te enamores me entenderás, pequeño —se levantó y  cruzado de brazos, me miró —mi padre me dio una lección de vida, como pintor —sonrió —cuando recrees a esa mujer en un lienzo —señaló el dibujo creado por él de mi madre —cuando veas que hay cosas que no vas a poder dibujarla y solo las podrás tener aquí y aquí —señaló mi pecho y cabeza —te darás cuenta de que por muchos años que pasen esa mujer siempre será el amor de tu vida y por muchas cosas malas que pasen siempre estaréis unidos.

Arlet… Esa era la mujer.

—¿En qué piensas? —Me preguntó.

Estábamos tumbados en la cama. Ella tenía su brazo sobre mi pecho desnudo con la cabeza en alto para mirarme. En cambio yo, tenía la cabeza sobre la almohada con mi mano izquierda detrás de mi nuca y mi otra mano acariciando el brazo de Arlet.

—En mi padre —susurré —en que lo extraño muchísimo, monja.

Ella me miró con una sonrisa.

—Yo también lo extraño —murmuró.

—Nunca me había parado a pensar en las palabras que dijo, en lo que realmente era estar enamorado —un suspiro lleno de tristeza salió de mis labios —y ahora ya sé lo que es estar enamorado —la miré —«cuando veas que hay cosas que no vas a poder dibujarla y solo las podrás tener el corazón y en la cabeza, te darás cuenta de que por muchos años que pasen esa mujer siempre será el amor de tu vida y por muchas cosas malas que pasen siempre estaréis unidos» —solté las palabras de memoria — y esos somos tú y yo, Arlet.

Nos miramos a los ojos perdiéndonos en el color y sentimientos que tenían nuestros ojos.

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