Dos cartas de amor

By NiaaMont

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Alex siempre había soñado con una carta de amor, pero en realidad no la estaba esperando. Ciertamente, no la... More

Parte 1: El principio - Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Parte 1: El principio del fin - Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Parte 2: En la actualidad - Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Parte 3: Punto de Quiebre - Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
Capítulo 46
Capítulo 47
Capítulo 48
Capítulo 49
Capítulo 50
Capítulo 51
Parte 4: El ajuste de cuentas - Capítulo 52
Capítulo 53
Capítulo 54
Parte 5: Dos Cartas de amor - Capítulo 55
Capítulo 56
Capítulo 57
Epílogo

Capítulo 39

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By NiaaMont


Josh me guía gentilmente por el pasillo hasta la puerta del baño de invitados cercano a la sala en la que dejé a Nate vomitando. Ahora él se encuentra dentro de la bañera, mientras Sasha lo mira como si fuera un gusano que reptó de su ensalada.

- Tienes 25 años, Nathaniel Atlas – Le está diciendo ella cuando llegamos – Es hora de que dejes de hacer esto

- ¡Alex! – Exclama Nate, ignorándola

Josh me empuja suavemente al interior del baño, como exigiéndome que haga algo por la situación, pero tropiezo vergonzosamente con mis propios pies cuando descubro que Gabriel está sentado sobre la tapa bajada del sanitario y observa todo con expresión curiosa.

- Mira, ya están aquí Gabriel y Alex, ¡yupi! – Señala Sasha con una expresión de falsa euforia – ¿Ahora podemos por favor llevarte a tu habitación?

- No hasta que me digan qué pasa entre Gabriel y Alex – Indica Nate obstinadamente. Se me cae la bolsa de papas fritas que llevo en la mano, y Josh se inclina para recogerla y entregármela mientras me devuelve una mueca de impotencia, como disculpándose en nombre de Nate

- No pasa nada que no sepas – Le responde Gabriel - ¿Ahora podemos llevarte a dormir?

- Pasa algo que no sé – Observa Nate – Los conozco

- ¿Esto suele pasar? – Pregunta Gabriel con un suspiro de paciencia y mirando de Josh hacia Sasha, como si yo solo fuese un mueble en la habitación

- Suele ponerse sensible cuando se emborracha, pero nunca había tenido complejo de cupido – Responde Josh, recargándose en el marco de la puerta

- Genial, ¿voy con los brazos y tú con los pies? – Propone Gabriel mirando a Josh, obviamente poco dispuesto a ahondar en el tema que propone Nate

- Podemos intentarlo, pero no se va a quedar en la habitación a menos que quiera. Ya hemos pasado por esto – Le responde Josh con paciencia. Gabriel echa las manos al aire

- ¿De verdad, Nathaniel? – Le pregunta a su hermano

- Mira, no sé por qué razón esa chica me gusta del modo en que me gusta. No entiendo qué clase de hechizo o cosa del destino me hace sentirme así por ella. Ciertamente no entiendo por qué me esquiva casi todo el tiempo – Intenta explicar Nate, aunque su voz está un poco enredada – No entiendo. Pero ustedes... - Suspira, y cierra los ojos como si se estuviera inspirando para dar un discurso – Ustedes dos tienen sentido. Son dos personas que se quieren así que, ¿qué demonios hacen?

- Uhmm...Pensé que también eras un partidario de las relaciones casuales y todo eso – Observa Gabriel, ignorando todo lo importante de su discurso

- Lo soy – Asiente él – Pero tendría que ser un idiota para no ver algo bueno cuando está frente a mi nariz. Creo que ustedes dos serían algo increíble y...

- Chicos, ¿nos conceden un segundo? – Lo interrumpe Gabriel, apuntando a Sasha y Josh, que están de pie uno junto al otro, observando todo el asunto como si se tratara de la telenovela

- Seguro. Iremos a la cocina a robar comida. Llámennos si necesitan algo – Asiente Josh antes de tomar la mano de su esposa y salir con ella del baño, cerrando la puerta tras de sí.

Déjame decirte, es un baño enorme, con una bañera como para 6 personas tan grande que Nate queda medio perdido en ella. Sin embargo, de repente se siente claustrofóbico cuando me encuentro de pie allí entre mi amigo histérico y este hombre que me hace sentir cosas ilógicas.

Todavía no me ha mirado ni una vez cuando veo a Gabriel levantarse del inodoro y tomar asiento de forma precaria en el borde de la tina.

- Estás borracho – Observa Nate con un sobresalto

- Tomé un poco de whiskey – Responde Gabriel con un encogimiento de hombros

- Pero tú no bebes – Indica Nate, mirándolo como si hubiera confesado un pecado

- Si, deberías probarlo alguna vez – Menciona Gabriel de forma ausente

- ¿Ella te hizo daño? – Le pregunta Nate, hablando en lo que debe pensar que es una voz baja, aunque lo escucho perfectamente desde donde estoy

- No – Responde Gabriel escuetamente

- Deja de mentirme. Me quedaré en esta jodida bañera gritando toda la noche a menos que alguno de ustedes sea honesto – Replica Nate, y su hermano solo suspira con derrota

- Está bien, sí. Como que la besé y fue un movimiento estúpido de mi parte, porque yo quiero más y ella no lo quiere, porque hace 3 años le hice muchísimo daño y no confía en mí, o en ningún hombre, para el caso. Y está bien. Me ha tomado lo mío entenderlo, pero lo estoy haciendo

- ¿Qué estás entendiendo? – Pregunto por fin. Gabriel cierra los ojos, como si el sonido de mi voz le doliera

- Que lo eché a perder – Dice simplemente, todavía sin mirarme - ¿Es eso lo suficientemente bueno para ti o necesito despellejarme un poco más? – Le pregunta a Nate.

Sin embargo, su hermano no lo está mirando.

Los ojos de Nate están fijos en mí, que sigo de pie justo en el sitio en el que Josh me dejó cuando me trajo de la cocina, todavía sosteniendo un paquete de papas fritas sin destapar y observando toda la interacción sin darle sentido a nada. Por primera vez desde que lo conozco, veo a Nate darme una mirada de reproche, pero la aparta rápidamente antes de ponerse de pie de manera tambaleante.

- Ayúdame a salir de aquí. Quiero dormir – Es lo único que le dice a Gabriel

Todo lo que logro es hacerme a un lado para no estorbar mientras el mayor de los Atlas ayuda a su hermano pequeño a salir de la bañera y luego rodea su cintura para estabilizarlo y sacarlo por la puerta. Ninguno de los dos vuelve a mirarme mientras salen del baño, pero escucho sus voces susurrantes todo el camino hasta las escaleras.

Medio en shock, me muevo en piloto automático hasta la sala, donde me desplomo en un sillón y me quedo ahí por no sé cuánto tiempo, mirando al vacío y pensando tantas cosas que nada termina de asentarse. No estoy segura de cuánto tiempo llevo en eso, pero me espabilo por fin cuando veo a Gabriel bajar las escaleras.

- ¿Estás bien? – Me pregunta, deteniéndose en la última escalera. Hay todo un pasillo entre nosotros y el ruido de la fiesta se filtra hasta aquí, pero de alguna manera su voz resuena hasta en mis huesos

- Creo que sí – Respondo entre dientes

- Son más de las 3 y bebiste bastante, tal vez deberías irte a dormir también – Dice tranquilamente, cruzando sus tobillos de manera casual y recargándose en el pasamanos de madera de la escalera

- Yo no...no... - Balbuceo estúpidamente. Su boca se tuerce en algo que es casi una sonrisa, pero no del todo

- Eres una borracha divertida – Observa

- ¿Vas a volver a la fiesta? – Logro preguntar, aunque no tiene mucha relación con el resto de nuestra charla

- Tal vez un rato

- ¿Con Nicole? – Pregunto, enarcando una ceja. Él solo suspira

- Buenas noches, nena – Es todo el que dice, sin darme una respuesta real.

Me pongo en pie de un salto y casi caigo a mi muerte sobre mis zapatos de tacón, así que me los quito para seguirlo cuando se ha empezado a mover hacia la puerta. Lo tomo de la manga de su camisa para evitar que salga.

- Escuché lo que hablaste con ella – Le digo, antes de que se vuelva para mirarme

- Sí, te vi – Asiente

- Aclaremos algo - Empiezo, pero entonces él se sacude mi mano que aún estaba en su muñeca y me devasta con esa dura mirada de abogado

- Sí, hagámoslo – Me dice, en un tono que da a entender que no voy a ser yo quién hable – Tienes derecho a sentir todo lo que sientes, Alexandra. Tienes derecho a tu forma de ser, al rencor que sientes por mí, no sin motivo. A todo. Ahora, déjame poner esto en claro: resulta que tengo unos sentimientos muy inconvenientes por ti. Sé que en algún momento voy a ser muy maduro al respecto, lo superaré y seremos amigos. Pero ahora, todo acerca de ti me duele. Así que vamos a mantenerlo cordial por el chico y por nuestros nexos laborales, y solo...Hicimos esto maravillosamente por 3 años, así que volvamos ahí

- ¿Discúlpame? – Repito, porque no conozco a este hombre frío y las palabras que me acaba de decir Nicole de repente resuenan en mi cabeza

- Me mandaste un mensaje muy, muy claro hace tres años. Desde que volvimos a vernos no hemos hecho más que confundir esa despedida contundente y clara que nos dimos, pero, ¿para qué? Podemos tener esta discusión mil veces y ninguno de los dos va a ceder, así que solo dejémoslo

- ¿Qué demonios quieres de mí, Atlas? – Exclamo, echando las manos al aire – Soy tan sincera como puedo contigo. Me pediste que te dijera lo que siento, y en cuanto lo hago te comportas como un idiota

- ¡Porque quiero todo de ti, Alexandra! – Exclama él, y ahora también está exaltado. Caramba...jamás lo había visto así - ¡Estoy jodidamente enamorado de ti! Luché contra eso por 3 años. Tomar distancia ayudó. Pero seguir viéndote, recibir las exigencias que me hace tu cuerpo, de todo lo que me piden tus ojos...Es una mierda, niña. No me puedes pedir que te deje destrozarme solo porque yo lo hice contigo. No te lo merecías, no me perdonas y lo entiendo, así que solo acabemos con esto

- ¿Te estás escuchando?, ¡suenas como un jodido niño, Gabriel Atlas! – Le recrimino de vuelta, porque ahora yo también estoy furiosa - ¿Sabes lo que perdí por tu culpa?

- ¿Qué?, ¿qué perdiste exactamente? – Me reclama, dando un paso adelante. Se siente extraño sentirlo en mi espacio personal cuando está irradiando pura furia, pero sé que más que intimidarme con su tamaño, está recalcando aquello que late entre los dos y que no podemos ignorar

- ¡Perdí la carrera que soñé, mi confianza, todo!

- ¡Te devolví tu maldita carrera! – Exclama – Parece que no la querías tanto, porque elegiste quedarte en dónde estás. ¡Te hice pasar por algo horrible y lo sé, pero no me culpes de tus decisiones! Podrías volver a ser psicóloga mañana si quisieras, pero no quieres. Te gusta lo que haces, pero es más fácil culparme a mí que asumir que te gusta el dinero y el status que tienes ahora

Veo mi mano moverse en cámara lenta en el camino hacia su rostro.

Cuando impacta con su nariz, el sonido parece resonar como un estallido por la estancia. Él retrocede un paso, porque no le acabo de dar una cachetada de niña sino un puño de lleno en la cara y creo que le acabo de romper la nariz y, por el dolor que asciende por mi mano, también herí gravemente mis dedos.

No tiene tiempo de volver a mirarme, porque alguien aparece en el salón y se pone de pie entre nosotros. Estoy tan conmocionada por lo que acabo de hacer que me toma dos segundos darme cuenta de que la persona entre nosotros es Meredith. Abro mi boca en shock, porque nunca en mi vida he herido a otro ser humano y no pensé que él sería el primero.

Intento rodearla para evaluar la expresión de Gabriel, pero ella se pone nuevamente en mi camino. Es demasiado alta y mis ojos están tan desorbitados que ni siquiera enfoco bien, pero definitivamente tomo nota de la mano de Gabriel en su nariz y la sangre filtrándose entre sus dedos.

- Deténganse ahora – Indica Meredith con una voz tan calma que apenas parece que acaba de presenciar lo que acaba de presenciar

- Lo siento, yo... - Empiezo a decir, pero ella niega con la cabeza y la forma en que me mira es tan arrasadora que me hace callar

- Están alterados y borrachos y van a arrepentirse de todo esto mañana, así que solo dejen de hablar

Estoy demasiado conmocionada para conjurar alguna frase, así que todo lo que hago es acunar mi dolorida mano contra mi pecho mientras ella me da la espalda y examina la nariz de Gabriel.

- No está rota. Vas a tener un ojo morado, pero si vas a la cocina por un poco de hielo, la hinchazón no será grave – Le dice ella, toda doctora. Él me da una mirada por encima del hombro de su exmujer, y veo dolor, decepción e ira en el fondo de sus ojos de zafiro – Gabriel. Hielo. Cocina. Ahora – Articula ella lentamente, como si él fuera un idiota

Él sacude la cabeza como si saliera de un trance y por dos segundos enfoca la mirada en ella. Meredith asiente con confianza, y aunque estoy a sus espaldas, los veo tener esa charla muda en la que ella le ordena que solo se vaya y no joda más esto. Finalmente él asiente, da media vuelta y se va sin mirarme una sola vez.

Veo los hombros de ella ascender cuando suspira antes de dar media vuelta y extender una mano hacia mí. Cuando no reacciono, físicamente separa mi mano de mi pecho y examina mis dedos. Cuando estira mi dedo medio el dolor me hace jadear.

- Está roto – Indica. Bajo la mirada para ver mi dedo torcido en un ángulo extraño. Sin otra advertencia, ella toma el extremo de mi dedo y tira de él. Exhalo un grito por el dolor, pero la expresión de ella es inalterable mientras vuelve a girar mi mano en la suya – Ahora está derecho. Ven, tengo que entablillar eso si no quieres que el hueso se junte mal. Necesitas algo para el dolor, también

Aunque su rostro es tan inexpresivo que me asusta y mi mano duele como una perra, ella es extrañamente gentil cuando me empuja suavemente hacia las escaleras y me hace subir a su lado. Me lleva al baño del segundo piso y baja la tapa del inodoro para que me siente antes de volverse y rebuscar por el botiquín.

Me exalta mi propio sollozo porque ni siquiera me había dado cuenta de que lloraba. Ella se vuelve un momento después, botiquín en mano y se sienta en el borde de la bañera a mi lado.

- Lo siento, lo siento – Me escucho susurrar entre sollozos

- No tienes que disculparte conmigo – Observa ella escuetamente

- Yo jamás... - Un balbuceo de llanto corta mi discurso. Ella me pide nuevamente mi mano, y la extiendo dubitativamente hacia ella. Sin embargo, aunque mi dedo ha empezado a hincharse de manera alarmante, ya no luce torcido

- Sé que no eres una persona violenta – Observa ella mientras baja la vista hacia el botiquín y empieza a extraer lo que va a necesitar – No es una fractura abierta, solo una fisura. No creo que necesites yeso, así que solo voy a entablillarlo. Va a dolerte como una puta por esta noche, y no puedo darte un buen analgésico por lo borracha que estás. Lo siento, te daré algo mejor en la mañana

- ¿Estás segura de que Gabriel está bien? – Logro preguntar mientras me seco las lágrimas con la mano libre

- Si, no te preocupes. Se rompió la nariz en una pelea de bar hace años y créeme, hubo mucha más sangre

- ¿Una pelea? – Repito, porque eso me distrae del dolor. Ella es delicada cuando trabaja en mi mano, pero el más mínimo toque me hace estremecerme

- Con Andrew, de hecho – Indica Meredith sin mirarme – No deberías estar cerca de él

- ¿De Gabriel? – Pregunto con un sobresalto, porque no creía que hubiera sentimientos ahí todavía

- De Andrew – Aclara ella – Sé que no lo parece, pero no es un buen tipo. También sé que hay una parte de ti que se niega a creerme, porque es solo increíble que ese tipo coqueto sea capaz de ponerse violento cuando no obtiene lo que quiere. Sé que crees que puedes manejarlo pero, Alex, no puedes. No solo porque físicamente es más fuerte que tú, sino porque tiene poder suficiente para acabar con tu vida en dos segundos

- Supongo que ya tengo experiencia en eso – Observo amargamente, aunque sé que es injusto. Tanto como Gabriel pudo haberme lastimado, jamás me puso una mano encima de manera violenta, lo que al parecer es más de lo que se puede decir de mí en este momento.

La veo presionar los labios en una línea tensa, pero no dice absolutamente nada mientras termina de trabajar en mi dedo, que termina unido con los demás dedos de mi mano, salvo el pulgar y el índice, imagino que para que lo mantenga quieto. Asegura toda la cosa con microporo y luego presiona suavemente mi dedo herido.

- ¿Duele? – Me pregunta, elevando esos ojos ambarinos hacia mí

- Un poco – Admito, aunque la firmeza con la que el dedo se encuentra unido a los demás hace que el dolor remita algo

- Bien – Asiente ella. Rebusca en botiquín y me tiende dos ibuprofenos – Esto debería ayudarte a pasar la noche y mañana te examinaré de vuelta

- Gracias – Respondo educadamente, porque está siendo más elegante de lo que la situación amerita

Meredith asiente una sola vez con la cabeza, se levanta y empieza a recoger los implementos de su botiquín. La miro mientras lo hace, porque es difícil no distraerse con lo guapa que es. Alta, rubia y elegante. Como Nicole. El tipo de mujer de Gabriel, tan diferente a mí.

Cuando termina de recoger lo que utilizó se encamina hacia la puerta, pero en el último minuto se vuelve y me mira.

- Solía odiarte – Me dice de la nada – Por cada vez que lo sostuve borracho mientras lloraba por lo que te hizo. Por lo que te hicimos. Lo quise por mucho más tiempo de lo que él me quiso a mí, y verlo sufrir por ti fue devastador. Te odié cuando no soportó volver a nuestra casa en Los Hamptons. No porque ahí descubrió que lo traicioné, sino por los momentos que vivió ahí contigo. Solía odiarte porque Gabriel Atlas tiene una capacidad de perdonar lo imperdonable en nombre del amor, y se merecía tu perdón. Solía odiarte porque no le diste una segunda oportunidad, para que al menos el dolor de todos tuviera algo de sentido

Hace una pausa mientras calibra mi reacción, pero estoy tan sorprendida que no creo estarle dando ninguna.

- Sin embargo, él siempre te defendió. Siempre que dije algo malo de ti, me decía que fue nuestra culpa que perdieras ese trabajo que tanto te gustaba. Me decía que sabía que te había roto el corazón – Hace una pausa como si fuera a decir más, pero finalmente se calla – No deberías permitir que tu orgullo y un rencor viejo que ya no tiene sentido para ninguno te hagan perder a ese hombre. El sexo es genial, pero eventualmente solo te va a hacer sentir más sola si nadie se queda.

Y entonces da media vuelta y sale por la puerta sin esperar ninguna respuesta. 

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